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“No hay polémicas en la actualidad. Antes se polemizaba en revistas literarias, culturales, mesas redondas... El otro día me llamaron para una y me propusieron que nos encontráramos antes para ponernos de acuerdo sobre lo que íbamos a decir. Eso, en los ’60, ni soñando. Es como si hubiera cambiado la idea de lo que es la cultura, que para mí es discusión y polémica. Sin pedradas ni garrotazos, por supuesto, pero la verdad sale de la discusión, de las distintas ideas de las personas. Creo que el Proceso aniquiló toda posibilidad de polémica y, al mismo tiempo, unió a ciertos intelectuales en una especie de frente único contra el Estado agresivo y genocida. Luego todos estábamos de acuerdo con la recuperación y el cuidado de la democracia, y de a poco volvieron algunas discusiones. Pero lo que no recuperamos fueron los espacios. En los ‘60 se discutía mucho ideológicamente, cuál era el sentido de la literatura, si había o no que estar comprometido, si eso era legítimo o no; en los ‘90 de lo único que se empezó a hablar en literatura es del mercado, de las ediciones, de cuánto cobra un escritor. Cambiaron evidentemente los tiempos y circulaban esas semiideologías del fin de la historia, la muerte de las ideologías, el fin de las utopías: ‘No discutamos más, porque el mundo ya ha elegido el camino que debe seguir, mejor no lo toquemos’. Lo que es un disparate, por supuesto.”