DEPORTES › BOCA PRUEBA EN LA BOMBONERA A TALLERES, EL UNICO PUNTERO DEL CERTAMEN

Otra versión del rico versus el pobre

El escolta recibe en su cancha al líder, en un duelo que puede significar un quiebre en el torneo. Pero más allá de los puntos en juego, el partido es una muestra de que en el fútbol todavía se pueden disimular las diferencias económicas: mientras los xeneizes se dan el lujo de festejar durante un año su centenario, el club cordobés apenas si puede pagar los sueldos.

 Por Gustavo Veiga

“Hay muchas cosas en la vida más importantes que el dinero. ¡Pero cuestan tanto!”
Groucho Marx


Boca y Talleres provienen de dos universos diferentes. Uno es campeón del mundo, sus vitrinas están atiborradas de copas, tiene un director técnico que sus hinchas elevaron a la categoría de prócer y, además, genera dinero, mucho dinero. El otro suele mirar la tabla al revés, sacó abono para sufrir en primera fila la temida película del promedio, acumula deudas impagables y, en ocasiones –este alentador presente es una de ellas–, recauda fondos suficientes para tapar agujeros. Los dos, por enésima vez, recrean en el escenario dominguero de nuestro apasionado fútbol, la tan divulgada historia del rico y el pobre. Con aire risueño, un colega cordobés deslizó hace unas horas, en vísperas del partido que se jugará esta tarde en la Bombonera: “En lo único que le gana Talleres a Boca es en que tiene más campeones del mundo. Tres a dos. Galván, Oviedo y Valencia en el ‘78, contra Tapia y Olarticochea en el ‘86”. Apenas una mueca de estadística que hace más curiosa la comparación entre éxitos deportivos, planteles, infraestructura, poder de convocatoria y divisas reunidas en las respectivas tesorerías (sin contar otros rubros).
El jueves por la mañana, después del entrenamiento en la bonita cancha que Boca tiene en el predio de Casa Amarilla, Guillermo Barros Schelotto dio en el clavo: “Los dos somos imbatibles, pero lo que más llama la atención es que ellos van punteros y nosotros segundos...”. En efecto, aunque con un partido más, Talleres lo mira desde arriba al campeón de todo en los últimos cinco años. Esa es la rareza que, para los tiempos que corren, coloca en una situación de discutible equilibrio a los dos equipos.
Un breve repaso por la calidad y cantidad de futbolistas que nutren a ambos planteles establece las primeras diferencias. Mientras Juan José López regresó al club cordobés –entre otras cosas, para cobrar una vieja y abultada deuda– y conduce a jugadores que en su gran mayoría están a préstamo, Carlos Bianchi dispone de dos y hasta tres hombres por puesto.
Con un valor agregado: sus pases les pertenecen a Boca. Pero, además, el técnico mira hacia las divisiones menores y últimamente consigue recambios (Cangele, Caneo, Cardozo y Silvestre son algunos ejemplos).
Distinto es el panorama en Talleres, donde hasta los pibes de su semillero se venden por partes. A mediados de marzo, el presidente Carlos Dossetti acordó saldar una deuda de 1.400.000 pesos con Norberto Castaños, el anterior gerenciador de las inferiores –hoy están bajo el control de Mex S.A.–, a cambio de las fichas de varios juveniles. O sea que, cuando Boca salió al mercado y se apoderó de los cracks que surgen en otros clubes (Riquelme y Marinelli –entre otros–, de Argentinos Juniors, Tevez de All Boys...), Talleres los comercializó por migajas.
A Boca lo buscan con afán los sponsors. Nike, Pepsi, Good Year –el auspiciante en las mangas de su camiseta aportaría 140 mil dólares– son los principales. Talleres, en cambio, a los suyos debe salir a tentarlos.
La excelente campaña del equipo (seis triunfos y un empate) despertó interés en embotelladoras de gaseosas y hasta en una marca de fernet, la bebida que mezclada con Coca Cola tiene mucha aceptación en Córdoba.
Entre festejos y acreedores
Acaba de encenderse la antorcha que recorrerá el país para conmemorar el centenario de Boca. El 3 de abril del 2005 es la fecha. Pero ayer, en el festejo por el 99º aniversario, ya hubo algunas insinuaciones de lo que vendrá: se puso en marcha la cuenta regresiva. Mauricio Macri, según cuentan, no piensa reparar en gastos. Su comentado regreso a la política cotidiana –el año próximo hay elecciones nacionales– estimularía una despedida del club con la misma fastuosidad que ya han tenido sus grandes actos.
Entretanto, Talleres todavía no terminó de cancelar un concurso de acreedores que data de 1992 y sus actuales dirigentes estudiarían la convocatoria a otro nuevo que no podría instrumentarse hasta que se cancele el primero. Además, mientras en Boca no se conocen quejas de sus futbolistas por falta de pago, en Córdoba no cesan las inhibiciones de quienes reclaman como ex integrantes del plantel profesional. Las reuniones entre emisarios que viajan desde Córdoba a Buenos Aires y los sindicalistas de Futbolistas Argentinos Agremiados ya son como un clásico en cada fin de temporada.
El jugador mejor pago de Boca, el mellizo Guillermo, percibe 700 mil dólares por año. En Talleres, quizá Julián Maidana, uno de los más antiguos del plantel, pueda aproximarse –en pesos– a los 200 mil por año. Esta diferencia de ingresos se vuelve tangible con una comprobación muy simple: concurrir a un entrenamiento del equipo que dirige Carlos Bianchi puede derivar en una inesperada visita a la más variada exposición de bólidos: Mercedes Benz, Audi o Ford de última generación cubren las cocheras al aire libre de la Bombonera.
En Córdoba, hace poco más de un mes, la figura del equipo, el uruguayo Víctor Piriz Alves, casi resulta desalojado del hotel donde vivía porque los directivos no pagaban sus cuentas. Este tipo de tribulaciones sería inconcebible en un club del nivel de ingresos que tiene Boca. Los contrastes, no obstante, se profundizan cuando se toman en cuenta la cantidad de socios (53 mil contra unos 12 mil), los presupuestos anuales y hasta los respectivos estadios.
El ingeniero Macri mandó remodelar la Bombonera en 1996. Subastó palcos VIP, tiró abajo un histórico mástil, achicó las dimensiones del terreno de juego y en definitiva se salió con la suya: modernizó a su manera las características de ese escenario emblemático. Ocho años después, el mismo presidente insiste con mudar la cancha a otro sitio, aunque como sabe que no tiene plafond ni entre sus adherentes, balbucea la idea en reuniones muy selectas. En Talleres este problema no existe: como el equipo no puede utilizar su propio escenario, juega en el estadio Córdoba. Sus dirigentes ni siquiera se plantean reacondicionar la Boutique. Así la llaman a la cancha ubicada en el barrio Jardín de Córdoba.
Boca, el más poderoso, tomó una decisión durante esta semana que ya venía madurando y que levantó polémicas: le otorgó una simbólica cantidad de entradas al público de Talleres: 4500 entradas generales y un puñado de plateas. Sus dirigentes utilizaron el argumento de que reservaban la mayoría de las ubicaciones en la Bombonera para los socios. Aducen que resguardan sus intereses, aunque desde el 27 de diciembre del año pasado, aumentaron las cuotas sociales, el precio de los abonos a palcos y plateas y las cocheras del mítico estadio.

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Los jugadores de Talleres celebran un triunfo, una imagen sólo repetida en este torneo.
 
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