ECONOMíA › EL PLAN MACROECONOMICO DE DOS ECONOMISTAS HETERODOXOS

Dólar caro y estable para crecer y tener trabajo

La OIT debatirá la propuesta de política macro que Roberto Frenkel, con la colaboración de Martín Rapetti, prepararon con la clara intención de terciar en la discusión de la política monetaria y cambiaria con el BCRA.

 Por Julio Nudler

La minuciosa propuesta fue denominada “Políticas macroeconómicas para el crecimiento y el empleo” por sus autores, Roberto Frenkel con la colaboración de Martín Rapetti, ambos pertenecientes al Cedes. No es difícil advertir la intención de polemizar con la estrategia de metas de inflación, o inflation targeting, que se apresta a aplicar el BCRA, además de confrontar con toda la visión ortodoxa. Frenkel y Rapetti formulan un régimen que denominan “de tipo de cambio real competitivo y estable” (Rtcrce), que procura reducir la percepción del riesgo de apreciación cambiaria, como señal para la formación de expectativas que incentiven la inversión en actividades comerciables (transables, que involucran bienes importables y/o exportables), reconociendo con modestia que “el nombre es probablemente lo más novedoso”. Ocurre que esa concepción dominó el panorama hasta los años ‘70, cuando la inflación latinoamericana y la doctrina monetarista la desplazaron. Tendió a pensarse entonces que la globalización financiera eliminaba las restricciones de balance de pagos (estrangulamiento de divisas) sobre el crecimiento. Por tanto, la política cambiaria podía desentenderse de objetivos en la economía real y el balance de pagos, y orientarse al control de la inflación. El aperturismo y la tablita de Martínez de Hoz fueron un ejemplo de ese espejismo. Pero hacia mediados de los ‘80, con la crisis de la deuda, la meta de tipo de cambio real competitivo volvió a un lugar prioritario, del que de nuevo fue barrida a comienzos de los ‘90, coincidiendo con la intensa afluencia de capitales hacia la región, aunque países como Chile y Colombia no se dejaron arrastrar por la marea. Ahora, aquella estrategia reverdece, aunque sobre todo a nivel de pensamiento académico.
Sin embargo, los ortodoxos plantean que no es posible sostener determinado tipo de cambio real en un contexto de libre movilidad de capitales mientras la banca central (independiente) ejercita simultáneamente una política monetaria enfocada en la inflación (inflation targeting). Un debate hoy abiertamente planteado en la Argentina, porque para evitar que baje el dólar el BCRA debe comprar verdes contra la emisión de pesos. Si la demanda monetaria no lo convalidara, ¿cómo controlaría la presión inflacionaria resultante? Libre movimiento de capitales y política monetaria activa podrían verse como opciones excluyentes si no se deja que sea el mercado el que determine librementeel tipo de cambio. Pero Frenkel/Rapetti no se dan por vencidos. A continuación, sus formulaciones en apretada síntesis, aclarando que su mamotreto será base de discusión en la Conferencia de Empleo Mercosur que prepara la OIT.
- La política macro debe ser compatible con el contexto de globalización financiera: no es posible ni deseable cerrar la economía a los movimientos de capital, pero hay que prevenirse contra su volatilidad.
- Preservar un tipo de cambio real competitivo y estable, como meta intermedia de las políticas macro, apunta a objetivos de empleo y crecimiento. Paralelamente, vacuna contra tendencias insostenibles de déficit en cuenta corriente y endeudamiento externo.
- No puede olvidarse, sin embargo, el objetivo de controlar la inflación, con las consiguientes restricciones para las políticas cambiaria, monetaria y fiscal. En este régimen no hay segmentación de objetivos e instrumentos: las políticas deben formularse en conjunto.
- No se atraviesa actualmente un período de auge de ingresos de capitales, ni parece previsible para el futuro próximo. Pero si la afluencia de fondos volviese en algún momento inmanejable la política monetaria, deberían aplicarse restricciones al libre flujo de capitales, siempre que se prueben insuficientes diversos mecanismos de esterilización, como la suba de encajes o la colocación de títulos. Chile y Colombia han impuesto restricciones. Son medidas no totalmente efectivas, pero útiles.
- Al revés, si surgiese un exceso de demanda de moneda extranjera habría que dictar (transitoriamente) el control de cambios, siempre que la situación fiscal y monetaria y el saldo del balance de pagos sean consistentes con la meta cambiaria y una inflación bajo control. Vale decir, que la corrida contra la moneda local se deba a un hecho político, a la quiebra de un banco o a un contagio internacional, pero no a una razón económica fundamental.
- La política monetaria no puede ni debe enfocarse exclusivamente en la inflación. Aunque puedan resultar antagónicos en determinadas circunstancias, deben ser también objetivos suyos sostener el tipo de cambio y el nivel de actividad. Son los cometidos que cumple la política monetaria en países como Estados Unidos, aunque ello contradiga a la doctrina ortodoxa y a la del FMI para la periferia.
- La independencia del Banco Central no implica necesariamente restringir su mandato a un único objetivo ni aislar la política monetaria del conjunto de políticas macro. Los ortodoxos rechazan esto porque desconfían de la capacidad del gobierno para darse una programación macroeconómica responsable y consistente, que incluya el control de la inflación entre sus objetivos.
- En realidad, el Rtcrce previene la aceleración inflacionaria mejor que una política monetaria enfocada sólo en la inflación. En economías como la argentina, el tipo de cambio es el principal mecanismo de transmisión de variaciones en la cantidad de dinero a los precios. Por tanto, lo menos inflacionario es un tipo de cambio estable.
- El Fondo, con su óptica conservadora, suele subestimar la demanda monetaria (la disposición de los agentes económicos a mantener saldos líquidos) para poder así imponer sesgos contractivos en la oferta de medios de pago.
- A causa del efecto patrimonial del tipo de cambio sobre el sector público, hay un interés de los acreedores a favor de la apreciación y un incentivo para el sector público en la misma dirección. Cuanto más se aprecie el peso, menos costará atender la deuda.
- Un peso depreciado no sólo favorece a la producción local, sino también a la cantidad de trabajo que ésta emplea.
- El mantenimiento de una moneda subvaluada reducirá el valor, en moneda extranjera, de las empresas locales, atrayendo inversiones extranjeras directas, con la consiguiente difusión de nuevas tecnologías.
Como colofón, estos economistas –de reciente paso por el Banco Provincia– recuerdan que las naciones industrializadas alcanzaron ese status después de haber usado medidas proteccionistas a favor de sus industrias en las etapas iniciales de su desarrollo, como documenta un profuso trabajo histórico comparativo que Han-Joon Chang realizó en 2002. El tipo de cambio no figura entre los instrumentos utilizados por esos países, porque las etapas proteccionistas tuvieron lugar bajo el sistema monetario internacional del patrón oro, que impedía usar la política cambiaria. Pero en la actual configuración del régimen internacional, en el que está penalizado el uso de las políticas de protección comercial (aranceles, cuotas), la utilización del tipo de cambio como herramienta de protección adquiere gran relevancia.

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