DEPORTES › VALERIO PICCIONI, EL PERIODISTA ITALIANO QUE ORGANIZO EN ROMA LA CARRERA DE MIGUEL

“La idea es ir recuperando la memoria”

Se topó con la historia de Miguel Sánchez en 1998 gracias al libro El Terror y la Gloria. Y a partir de sus inquietudes, se propuso homenajear al atleta desaparecido con una competencia, en la que uno de los objetivos es encontrar la identidad deportiva de un país.

 Por Gustavo Veiga

Periodista tan agudo como consecuente rastreador de historias, el italiano Valerio Piccioni descubrió la suya en un párrafo de la página 30, del libro El Terror y la Gloria, publicado en 1998 por Abel Gilbert y Miguel Vitagliano. Corría agosto de ese año y él se dejaba hechizar en cada librería de saldos ubicada sobre la avenida Corrientes, como quien busca un amor de pueblo en pueblo. El Tano no era ajeno a ese mundo de ejemplares de tapas blandas o tapas duras, cosidos a mano o de encuadernación precaria, de papel ilustración bien conservado o páginas amarillentas que no resistían el paso del tiempo. Su padre había sido editor de libros, trabajaba en el sello La Nuova Italia y su mamá enseñaba la lengua de Dante. Hasta que esa noche, caminando bajo las luces del centro, este cronista de época se topó con el caso de Miguel Sánchez y su poema: “Para vos, atleta”. Desde entonces, Valerio y el corredor tucumano desaparecido por la dictadura militar el 8 de enero de 1978 nunca se separaron.

–¿Qué despertó semejante compromiso con la historia de Miguel, a la que se acercó para escribir un libro y terminó organizando una carrera en la que participan miles de personas?

–Cada vez que vengo reflexiono mucho sobre eso. Y me respondo que no estoy seguro de qué pasó, qué surgió en mí, qué me llevó a trabajar por la Carrera. Sí estoy seguro que el interés nació de mi amor por los libros. El Terror y la Gloria puso ante mis ojos la historia de Miguel. Pero también seguía la problemática de los Derechos Humanos y era militante en el Partido Comunista italiano.

–En agosto de 1998, ¿había viajado a Buenos Aires como periodista o simple turista?

–Era la primera vez que venía a la Argentina. Me invitó un periodista de Córdoba, que se llama Carlos Martínez López. El motivo fue dar una charla sobre globalización y deporte en la Universidad. Cubría rugby, cuando yo lo conocí trabajaba en Roma y después volvió al país porque su mamá había sufrido un accidente. Si se entera que vine ahora me mata, porque no lo llamé.

–¿Y cómo comenzó a indagar sobre la historia de Miguel?

–En Buenos Aires me compré un montón de libros y cuando volví a Roma empecé a buscar informaciones sobre los desaparecidos y en particular sobre Miguel. Leí esa pequeña parte de El Terror y la Gloria y con el tiempo me enteré de que la familia Sánchez todavía vivía en la calle San Martín al 1300 de Berazategui. Entonces decidí regresar a la Argentina, favorecido porque en la Gazzetta dello Sport los periodistas tenemos cada cuatro años y durante un período de 35 días la posibilidad de viajar al exterior para hacer investigaciones o profundizar historias, financiados por el diario.

–Algo que suena un tanto irreal en la Argentina.

(Se ríe). –Sí, digamos también que en Italia, porque sólo lo hacen tres diarios. Entonces arreglé el viaje para enero de 1999, y una vez acá, comencé a buscar en la guía telefónica el número de la familia Sánchez. Cuando llamé, me atendió Elvira, la hermana, y le dije: soy Valerio Piccioni, le comenté lo que había leído en el libro y le pedí si podíamos hablar. Ella me respondió con educación y también con perplejidad. En ese momento se iba de vacaciones a Tucumán. Y yo viajé para verla. Allá me encontré con Elvira, que era un poco la voz oficial de la familia, y con sus otros hermanos: Mónica, que falleció, y Carlos.

–¿Cuándo nació la idea de organizar la Carrera de Miguel?

–Yo volví a Buenos Aires en julio del’99, me encontré nuevamente con Elvira y tomé coraje para pedirle cosas de Miguel. Me entregó el diario de su hermano, Sueño de un campeón, de 1976, y le prometí devolvérselo. Cuando regresé a Roma me pasé estudiándolo noches enteras y, aunque hablo más o menos el español, había cosas que no entendía muy bien. Empecé a escribir el libro sobre Miguel, a entrevistar gente, pero, digamos, la investigación seguía con un poco de dificultad. Hasta que un día me dije: antes que todo, incluso antes que terminar el libro, debemos organizar una carrera. Y le conté la idea a mi compañero de trabajo Giorgio Lo Giúdice, que está jubilado y conduce un pequeño club de atletismo. A él le pareció fantástica y así comenzamos a organizarla.

–¿Y así se corrió la primera Corsa de Miguel, en enero del 2000?

–Sí, nos juntamos algunos periodistas, contactamos a la federación de atletismo, a la intendencia de Roma y la llamé a Elvira para pedirle permiso. Además le dije: tenés que venir. A decir verdad, tras esa primera carrera, me desilusioné. Porque provocó muchas reacciones en los medios, a Elvira le hicieron entrevistas, pero hubo 350 personas inscriptas. Era la primera edición, pero yo esperaba más. Y también, en 2001, la carrera fue afectada por varios problemas. Nosotros no teníamos una organización, se produjo un equívoco y hubo dos largadas. Con muchas protestas, conflictos y varias categorías de participantes. Así surgió una polémica por Internet donde había críticas hacia nosotros y también respaldos de gente que empezó a decir: bueno, no importa si hubo dos largadas, sigamos adelante, es importante lo de Miguel, los desaparecidos, la pelea por los derechos humanos, el hecho de considerar al deporte de otra manera. Y esto me fortaleció mucho.

–Con ocho carreras ya realizadas en Roma, otras seis en Buenos Aires y algunas más que empezaron a organizarse, ¿cuál es la evaluación del camino recorrido?

–La idea que tenemos es seguir recuperando la memoria de gente como Miguel, los desaparecidos del rugby en La Plata, la chica del hockey sobre césped (por Adriana Acosta). Es importante el discurso que enunciamos con la carrera, como una manera de vivir al deporte con un espíritu particular, que nos permita descubrir historias, hombres y mujeres. Para abordar el deporte no sólo mirándolo hacia delante; también hacia la derecha, hacia la izquierda y hacia atrás. Porque hoy existe un modelo de participación masiva, de gente con 40, 50 y 60 años que busca transformar todo en una olimpíada. Donde hay una persona mayor que se mata por llegar a su mejor marca en un maratón. Para mí, ése no es el modelo. Es un modelo que sirve a las multinacionales para vender más zapatillas. Nosotros trabajamos para inventar otro marketing, entre comillas.

–¿Cómo es ese marketing?

–Un marketing donde el deporte permita conocer al mundo, a las diferentes razas, idiomas e historias que quedaron afuera del deporte, aunque están bastante cerca. Lo prueba la Argentina. Hay un mundo de la multietnicidad, como comprobamos ahora en Roma. En la Carrera de Miguel que nosotros inventamos, en ese recorrido largo y perdurable, nosotros encontramos la identidad deportiva de un país. Sucede en mi ciudad, decía, con el jugador de críquet que llega desde Pakistán, el beisbolista de Cuba... Es una manera de reconocer al mundo a través del deporte.

–¿Eso implica recobrar los aspectos lúdicos, como proponer un modelo de deporte diferente?

–Este año hicimos una agenda donde cada corredor explica lo que piensa del acto de correr. Eso que muchos viven como un objeto pasivo del mercado, donde te debés comprar la camiseta, las zapatillas y otras cosas. Yo hablo de mezclar esa subjetividad con otra. Esa es la idea fuerza. Sería como combinar distintos tipos de target. Y eso no significa en absoluto que Valerio Piccioni descubrió en Italia el drama de los desaparecidos.

–¿Por qué lo dice? Lo abordó con fuerza desde un campo poco explorado, rescatando la memoria de un deportista desaparecido...

–En Italia hay muchos convenios sobre la tragedia, hay oportunismo. Pueden ser importantes en la universidad, pero hay como 50 personas, siempre son los mismos. Yo intenté abordar públicos muy diferentes, como el deportivo, el del cine, el de la política y lo estamos logrando con la comunidad argentina en Roma, que vivió un período muy duro como el exilio. Enero de este año fue muy lindo, porque hicimos el partido de rugby, proyectamos las películas Kamchatka y Crónica de una fuga, con la historia de Claudio Tamburrini; también organizamos la carrera de los chicos. Y ahora estamos haciendo un trabajo muy grande en las escuelas, armando la posta cien por miles, una idea didáctica, que tiene que ver con un modelo de deporte diferente.

–¿Quiénes cooperan en estos proyectos?

–Varias personas, pero no quiero dejar de mencionar a la Organización Líbera, del sacerdote Luigi Ciotti, y por supuesto a todos quienes colaboraron desde el 2000 hasta hoy. Porque no es fácil hacer una carrera para chicos de 58 escuelas donde se gastaron 15 mil euros en la contratación de ómnibus.

–Las multinacionales del deporte a las que sólo les interesa vender zapatillas, ¿sacaron provecho de la Corsa de Miguel o la respaldaron con discreción?

–Debo decir que Adidas tiene relación con la Carrera de Miguel y hasta hoy, se portó muy bien. Pagaron la agenda una vez y, sobre todo, no piden mucho, se dan cuenta de que tenemos un discurso diferente. Con esto no quiero decir que Adidas mañana se levante y diga: financiamos el deporte para todos, no nos importa nada de los campeones. En nuestro caso, nos ayudó desde el primer año. Pero claro, como la Carrera de Miguel tiene una identidad, yo no tuve este año el coraje de aceptar a McDonald’s en la carrera. Frente a estas cosas no existe una coherencia absoluta, pero también uno se interroga y dice: ¿hasta dónde puedo llegar? ¿Dónde está el punto de equilibrio? No es fácil unir la pureza de una idea con la necesidad de hacer las cosas.

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Imagen: Bernardino Avila
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