ECONOMíA › PARECIDOS Y DIFERENCIAS DEL ACTUAL PATRóN PRODUCTIVO RESPECTO DEL DE LOS ’90

¿Qué está pasando con la inversión?

Dos especialistas convocados por Página/12 coinciden en que los indicadores de crecimiento del Producto y de la Inversión muestran gran dinamismo. Pero también señalan que aún no se perciben cambios estructurales sólidos en la orientación y calidad.

Producción: Tomás Lukin


Por Alberto Müller *

En etapa de definición

Desde 2003, la Argentina ha experimentado un sostenido crecimiento del orden del 8 por ciento anual. La recuperación de la inversión ha sido mucho mayor. Esto no sorprende porque la inversión siempre oscila al compás del ciclo económico, por tratarse de un gasto diferible, y que responde a expectativas. Pero el dato nuevo es que la incidencia en relación con el Producto en 2007 es elevada: 22,7 por ciento, a precios de 1993, y 24,3 a precios corrientes. De hecho, se trata de los valores más altos, desde 1993. Las perspectivas más optimistas (y las oficialistas, por cierto) sugieren que un cambio estructural está en marcha, máxime si se piensa que estos valores se alcanzan en condiciones de superávit fiscal y externo, asegurando sostenibilidad.

Nuestra tesis es algo más cauta. Si es cierto que éstos y otros indicadores fundamentan la esperanza de un cambio deseable, una visión en perspectiva indica que aún no se decantan tendencias que lo aseguren.

Ver en perspectiva implica comparar con algún período del pasado que sirva como contraste. Hay aquí un problema particular: el inédito lapso de depresión a partir de 1999, incluyendo el descomunal derrumbe de 2001-2002, por el colapso de la convertibilidad. Entre 1998 y 2002, el Producto tuvo un caída de 18 por ciento y la inversión un 56. Es difícil encontrar la “normalidad” que hace falta para establecer comparaciones.

Con todas las reservas, sugerimos lo siguiente. Por un lado, como referente de la situación actual, resulta correcto adoptar 2005-2007, porque a partir de 2005 concluye el período de recuperación luego del derrumbe. Por el otro, parece pertinente considerar como referencia el período 1996-1998, el único lapso de genuino crecimiento verificado durante la convertibilidad, tras la recesión de 1995.

Vale comparar entonces estos dos períodos de expansión, en términos de promedios, para algunas variables relevantes:

- El incremento del Producto fue de 21 por ciento en 2005-2007.

- La inversión creció 28 por ciento. Su participación en el Producto pasó de 20,2 a 21,4 por ciento.

- El crecimiento de la inversión se registró sobre todo en el ámbito de la construcción –de 11,9 a 13,0 por ciento del Producto–, y no de equipo durable de producción, donde conservó una participación del 8 por ciento.

- Pese a las apariencias, la construcción residencial creció algo menos que la no residencial.

- El sector público contribuyó en grado importante a esta expansión de la inversión, pasando de 8 a 11 por ciento del total.

- La participación de los sectores productores de bienes y de servicios no varió sustancialmente entre 1996-1998 y 2005-2007. A precios constantes, incluso, el sector industrial perdió 0,7 puntos porcentuales.

En definitiva, los números sugieren algunos cambios relevantes, pero no logran todavía perfilar un patrón productivo claramente diferenciado. La inversión en equipo durable, en particular, no muestra el dinamismo deseable. La experiencia internacional sugiere que el sostenimiento de tasas de crecimiento elevadas comporta destinar a la inversión un porcentaje superior aun a la medición más optimista obtenida para 2007. Corea y Malasia, por ejemplo, han sostenido su crecimiento en inversiones que han representado más del 30 por ciento del Producto.

La experiencia reciente indica que el incremento de inversión respondió en buena medida a decisiones del sector público. Pero éste debe generar un impacto importante sobre el tejido productivo; la inversión masiva en infraestructura no es garantía per se. Son varios los ejemplos proyectos públicos de conveniencia dudosa, en curso o en cartera. En definitiva, existe la perspectiva de un cambio estructural, que nos oriente hacia una economía más dinámica y a la vez socialmente inclusiva. En esto consiste aprovechar la gran oportunidad actual. Este patrón está aún en etapa de definición, y requiere un relevante aporte, en términos no sólo de recursos para inversión, sino también de capacidad técnica e innovación, algo que las estadísticas miden ya con mucha mayor dificultad.

* Docente de la Facultad de Ciencias Económicas –UBA–. Plan Fénix.



Por Fernando Porta *

Estrategia de valorización

La tasa de inversión ha crecido sostenidamente desde el piso recesivo de 2002. Sin embargo, el desempeño observado por la inversión privada resulta insatisfactorio e insuficiente para sostener un crecimiento en torno del 5/6 por ciento anual. Y para atenuar los elevados niveles de informalidad y pobreza y las fuertes desigualdades distributivas personales y regionales que subsisten. Excepto en el caso más que improbable de que se verifique un incremento significativo de la productividad del capital, la tasa de inversión debería elevarse por sobre los niveles actuales. El esfuerzo principal debe provenir del sector privado, cuya contribución en términos relativos está todavía bastante por debajo de los máximos de la década anterior. Conviene recordar que, en la mayoría de los sectores productivos, los márgenes promedio de rentabilidad han sido superiores en este período a los registrados en fases similares de la década pasada y llama la atención que la proporción del excedente de explotación aplicado a la inversión por parte del sector privado ha sido, en los últimos años, inferior a la de la etapa expansiva de los ’90. Con la excepción de algunos grandes emprendimientos orientados a la exportación de commodities, predominan estrategias empresariales de “espera” o de rápida valorización y “salida”. Esta preferencia por la flexibilidad limita las decisiones de inmovilizar capital por un período determinado y se fundamenta en conductas de aversión al riesgo, prácticas de valorización financiera y búsqueda de rentas de “corto plazo”.

La dinámica actual de crecimiento se apoya, básicamente, en una mayor utilización del stock de capital existente. La recuperación de la inversión ha sido acompañada por un cambio de composición a favor de la participación relativa de las construcciones, en detrimento del equipamiento productivo: este desempeño contribuye a explicar el lento crecimiento de la productividad laboral en el período 2003-2007.

El patrón sectorial de los proyectos de inversión anunciados desde la salida de la crisis presenta fuertes líneas de continuidad con los años ’90. Aparece en la fase actual un sesgo relativo a favor de la participación de las actividades extractivas, incluido el sector agropecuario, en detrimento de la inversión en industria y servicios públicos. Los gastos en innovación siguen siendo sumamente bajos y las estrategias basadas en este factor se circunscriben a un número muy limitado de firmas. La especialización relativa de las empresas más grandes en la producción de gamas de bajo contenido tecnológico, o intensivas en mano de obra poco calificada o muy cercanas a las ventajas naturales son parte de factores explicativos de estas tendencias del proceso de innovación.

El crecimiento de la inversión ha sido sostenido desde finales de 2002, pero el esfuerzo debería ser todavía mayor, si se pretende mantener a mediano y largo plazo la actual trayectoria expansiva. El proceso de crecimiento económico ha impulsado una mejora de los indicadores sociales desde sus niveles de crisis, pero la estructura productiva argentina tiende a sesgar en contra del empleo de calidad y el patrón de inversiones de la etapa actual no ha modificado significativamente ese rasgo. La mayoría de las empresas utiliza intensamente su capacidad instalada y ha resuelto algunos cuellos de botella ocasionales, pero se demora en desarrollar proyectos de envergadura o activas estrategias de innovación. En general, si bien algunos factores pueden haber encarecido el costo de inversión o limitado las expectativas de rentabilidad en el último tiempo, la preferencia por la flexibilidad o la aversión a inmovilizar capital parecen ser los principales factores explicativos de este desempeño relativamente insatisfactorio.Una estructura productiva que, salvo algunas excepciones que no alcanzan a constituir masa crítica suficiente, permanece especializada en las gamas relativamente inferiores o en las etapas relativamente menos complejas de las cadenas productivas y el predominio de estrategias empresarias de tipo defensivo pueden comprometer la competitividad a futuro.

* Docente universitario y presidente Asociación Civil Grupo Redes.

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