ECONOMíA › ALIENTO A LA BANCA DE DESARROLLO

El BICE ya se prepara

 Por Sebastián Premici

Más allá de los avatares políticos de los últimos tres meses, el Gobierno avanza en uno de sus objetivos de largo plazo, la tan mentada banca de desarrollo que se empezó a delinear con la designación de Miguel Peirano al mando del Banco de Inversión y Comercio Exterior. Según las autoridades del BICE, “es el Estado el que elegirá a quién se le prestará. Hay que rescatar que estamos optando por financiar y no desgravar a algunos sectores para que puedan invertir”. Los objetivos de la entidad para el mediano plazo son alcanzar un fondeo, para los dos primeros años del proyecto, de entre 1000 y 1500 millones de pesos para prestar con tasas accesibles, que hoy podrían estar entre el 9 y 11 por ciento anuales (en pesos), y manejar plazos de entre 5 y 7 años.

Actualmente, las autoridades del BICE están trabajando para conseguir los fondos que cubrirán una primera etapa del proyecto y la conformación de los cuadros técnicos que permitirán darle especificidad y enfoque a los préstamos. En los dos primeros años deberían incorporarse a la entidad aproximadamente 1500 millones de pesos que saldrían de las AFJP, líneas del BID y capitales propios.

Argentina tiene ante sí una experiencia fallida –la del Banco Nacional de Desarrollo (Banade) que cerró sus puertas en 1991, un año antes de la creación del BICE– y otra a imitar, el caso brasileño el BNDES. La entidad presta aproximadamente 50.000 millones de dólares al año, una cifra impensada para Argentina, que anualmente presta sólo el 12 por ciento de su PBI (mayoritariamente destinado al consumo). Con un agregado, la fuerte concentración: el 32 por ciento del crédito al sector privado es adjudicado a las cien empresas más grandes; un 43 por ciento corresponde a las 1900 compañías con deudas que en cada caso superan los cinco millones de pesos, y un 25 por ciento va para las restantes 118.500 empresas.

Tomando como base esta realidad, el nuevo BICE comienza a delinear su estrategia. Tal cual indicaron las autoridades del banco a PáginaI12, la entidad establecerá objetivos sectoriales claros y buscará otorgar un financiamiento fluido por año. Los sectores que más se enfatizarán serán aquellos que empleen mano de obra intensiva, como la industria automotriz –autopartes incluida–, sector que sufrió un freno por las consecuencias del lockout agropecuario.

“Habrá una política de garantías rígidas para evitar lo que pasó con el viejo Banade. No se le dará plata a cualquiera”, respondieron desde el BICE. Quedarán afuera, al menos en una primera etapa, muchas pequeñas y medianas empresas que piden desde hace mucho flexibilizar las normativas del Central para financiar proyectos de inversión a largo plazo.

“No creo que el Banco de Desarrollo o BICE sea para financiar a las pymes, sí me parece que se las podrá beneficiar indirectamente, utilizando a las grandes empresas que tienen la capacidad de desarrollar proveedores. Por ejemplo, el Banco de Desarrollo de Brasil tiene un suborganismo que financia actividades de innovación y creación de nuevas empresas. Justamente la idea de esta iniciativa es modificar la estructura productiva del país”, señaló a este diario Andrés López, director del Cenit.

Para Bernardo Kosakoff, titular de la Cepal en Argentina, un proyecto que adopte como eje la financiación del largo plazo debería estar acompañado de un marco regulatorio que permita gravar fuertemente la entrada de capitales de corto. “Hacer una ingeniería financiera que privilegie el largo plazo y que permita redireccionar el financiamiento internacional. Se tienen que resolver los problemas estructurales del país –entre ellos la falta de financiamiento a largo plazo– si es que se quiere llegar al desarrollo”, indicó Kosakoff a PáginaI12. De esta manera también se le marcaría la cancha a los bancos privados, hoy muy lejos de la financiación productiva.

Desde un punto de vista teórico, al menos, la idea de recrear en el país un Banco de Desarrollo no está escindida de la conformación del Banco del Sur –integrado por Argentina, Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Uruguay–. En el documento de trabajo Nuevas arquitecturas financieras regionales, escrito por Guillermo Wierzba, director del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina –Cefid AR–, el Banco del Sur “funcionaría como una banca de segundo piso suficientemente desarrollada y eficiente con posibilidad de canalizar fondos de los mercados de capitales hacia la banca de primer piso, con el objetivo de financiar inversiones de largo plazo a través de una red de vasos comunicantes con cercanía de clientela y, además, contribuir a la modificación de la actitud y capacidades técnicas de dicha banca induciéndola a cambiar sus patrones de conducta frente al riesgo de largo plazo”.

Pero de la teoría a los hechos, hay muchas decisiones políticas que deberán tomarse en el medio. “El banco deberá prestar dinero acorde a una política económica coherente, con una clara estrategia de desarrollo. Si no, será un organismo aislado, justamente una de las falencias de la actual administración”, graficó López.

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