ECONOMíA › LA CUMBRE DEL G-20 TRANSCURRE EN UN CLIMA DE TENSION POR LA “GUERRA DE DIVISAS”

Las diferencias sobre la mesa

Los líderes de las potencias y los países emergentes exhibieron sonrisas en público, pero las negociaciones están empantanadas y, si no surgen cambios sorpresivos en la sesión plenaria, habrá un documento final tibio que pateará la pelota hacia adelante.

 Por Fernando Krakowiak

Desde Seúl

Los presidentes del G-20 participaron de la recepción de honor que ofreció su par coreano, Lee Myung-bak, en el Museo Nacional.
Imagen: AFP.

Los presidentes del Grupo de los 20 participaron anoche de la recepción y la cena de honor que ofreció su par coreano Lee Myung-bak en el Museo Nacional. Ante las cámaras, todas fueron sonrisas, pero las negociaciones en la Cumbre están empantanadas debido a la imposibilidad de coordinar una estrategia común que ponga freno a la espiral de devaluaciones competitivas, conocida como “guerra de divisas”. Si no surgen cambios sorpresivos en el plenario que se desarrollaba al cierre de esta edición, el documento final será una tibia declaración de intenciones que pateará la pelota para adelante. El riesgo es que mientras tanto se agudice la disputa que tiene como principales exponentes a Estados Unidos y China, lo que podría derivar en un recrudecimiento del proteccionismo comercial, sobre todo si la economía mundial experimenta una recaída. En este contexto, Barack Obama y el presidente chino Hu Jintao tuvieron ayer una reunión bilateral para intentar bajar la tensión al conflicto.

La zona del Coex, el centro donde se realiza la Cumbre, ayer se siguió llenando de policías y empezaron a colocar nuevas vallas de contención para bloquear el acceso de los manifestantes antiglobalización. Sin embargo, hasta el momento los principales enfrentamientos se vienen dando dentro del recinto. El vocero del G-20, Kim Yoon-kyung, confirmó que el documento final reflejará el acuerdo para ampliar el poder de votación de Brasil, Rusia, India y China en el directorio del Fondo Monetario Internacional (ver página 8). Además, el texto dará cuenta de las reformas que se están llevando adelante para mejorar los controles del sistema financiero, tanto en lo que refiere al control de las calificadoras de riesgo como de los paraísos fiscales. Esos eran los temas centrales cuando, después del estallido de la crisis financiera, el G-20 reemplazó al G-8 como foro de discusión de la economía mundial. Ahora, en cambio, esa agenda quedó en segundo plano por la imposibilidad que mostraron los líderes para desactivar la “guerra de divisas”. “Hasta ahora, no hay acuerdo en ese punto”, afirmó Yoon-kyung.

El conflicto involucra múltiples actores con posiciones diversas, pero se podría esquematizar de la siguiente manera: las potencias centrales, en especial Estados Unidos, quieren que los países en de-sarrollo revalúen sus monedas. De ese modo, podrían mejorar su competitividad relativa y salir más rápido de la crisis, poniendo fin al desequilibrio en la cuenta corriente global que hoy muestra un fuerte contraste entre el déficit de las naciones ricas y el superávit de las periféricas. Los emergentes, con China a la cabeza, se resisten porque afirman que de ese modo los industrializados buscan transferirle el costo de la crisis que están sufriendo.

En el medio hay terceras posiciones que vuelven más complejo el análisis. Alemania, por ejemplo, cuestiona a China por mantener el yuan devaluado, pero también critica la idea que propuso Estados Unidos de aplicar límites cuantitativos a los superávit y déficit de cuenta corriente. “No está económicamente justificado ni es políticamente apropiado”, sostuvo Merkel ayer cuando expuso ante empresarios en la Cumbre de Negocios, donde también participó Cristina Fernández de Kirchner (ver aparte).

La decisión reciente de la Reserva Federal de comprar bonos soberanos por un monto de hasta 600 mil millones de dólares para forzar una devaluación del dólar incrementó aún más las tensiones. El presidente de Brasil, Lula da Silva, ofreció ayer a la tarde una conferencia de prensa junto a su ministro de Economía, Guido Mantega, que dedicó casi exclusivamente a cuestionar la decisión del gobierno de Barack Obama.

“Estados Unidos genera problemas al inyectar dólares, porque hay un exceso de recursos financieros que se canaliza hacia países como el nuestro. No puede ser que la decisión de un solo país revalorice nuestra moneda. El dólar no puede seguir siendo la única divisa de referencia. Estamos pensando en comerciar con Rusia, China e India sin usar el dólar”, sostuvo. Brasil ya está avanzando, por ejemplo, en la desdolarización del comercio con Argentina.

El pasado 18 de octubre, Brasil anunció un nuevo incremento en la tasa cobrada a operaciones de extranjeros dentro del mercado de renta fija local. El denominado Impuesto a las Operaciones Financieras (IOF) pasó de 2 a 6 por ciento. De ese modo, busca obstaculizar la llegada de fondos especulativos que podrían forzar una mayor revaluación del real. No obstante, Lula dijo ayer que está dispuesto a tomar nuevas medidas si Estados Unidos no cambia su postura. “No se trata de presionar. Es un llamado a la responsabilidad”, agregó. El mandatario, quien llegó acompañado de la presidenta electa, Dilma Rousseff, dio otra pista de por qué a Brasil lo perjudica esta decisión: “El mayor superávit de Estados Unidos con todo el mundo es con Brasil. Nosotros también queremos reciprocidad”.

Obama y el presidente chino Hu Jintao, principales protagonistas de esta historia, tuvieron ayer una reunión bilateral, la tercera en apenas ocho meses, para tratar de bajarle tensión al conflicto. Hu Jintao dijo luego que China está dispuesta a fomentar el diálogo y el intercambio con Estados Unidos con el fin de promover sus relaciones positivas de cooperación en todos los ámbitos. Obama, por su parte, respondió que los dos países, como potencias económicas, tienen la obligación de trabajar juntos para favorecer el crecimiento mundial. El documento final de la Cumbre que se conocerá hoy servirá para testear esas intenciones.

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