ECONOMíA › EL ACUERDO CON EL ORGANISMO DE CREDITO QUEDARA, CON SUERTE, PARA EL AÑO QUE VIENE

En la relación con el FMI, el sentimiento es mutuo

La decisión de George Bush de no interceder en favor de la Argentina ante el Fondo onetario agudizó la crisis. Ninguna de las partes muestra disposición para negociar, lo ual diluye las chances de un acuerdo. En el mejor de los casos, podría darse bien entrado l 2006.

 Por David Cufré

El Fondo Monetario no cree en lo que está haciendo Argentina. No acepta que el dólar valga 3 pesos, que el Banco Central siga sin aumentar las tasas de interés, ni que se demore un arreglo con los acreedores que rechazaron el canje de deuda. Cada discurso de Néstor Kirchner, además, les parece despreciable. Para los burócratas de Washington, el Presidente argentino es un necio. A Roberto Lavagna le reconocen algunos méritos, como su habilidad negociadora, pero les gustaría que nunca hubiera llegado adonde llegó. “No es que el FMI no quiera acordar, pero no hay acuerdo sin condicionalidades”, dice uno de sus voceros informales como si fuera un mandato superior. Las diferencias son tantas y las partes lucen tan inflexibles que la conclusión es que no habrá arreglo hasta bien entrado el 2006, y eso con suerte.
El panorama es todavía más sombrío luego de la conversación entre Kirchner y George Bush en la cumbre de Mar del Plata. La entrevista resultó una desilusión para quienes esperaban que el gobierno estadounidense actuara como mediador ante el FMI. El presidente norteamericano se corrió de ese lugar cuando dijo que los argentinos “están fuertes para negociar solos”. Fue un elogio que nadie hubiera querido escuchar.
El economista argentino Claudio Loser, quien durante los ’90 tuvo un cargo importante en el FMI, comentó a Página/12 que “Estados Unidos no puede empujar sólo algo que no existe”. “Su intervención nunca puede ser al principio. Antes tiene que haber un proceso negociador y, en todo caso, el apoyo para destrabar las situaciones más complejas puede darse al final”, afirmó. Así fue en 2003, cuando después de más de un año de discusiones se logró un acuerdo que naufragó apenas unos meses después, hasta el día de hoy.
La expectativa antes de las elecciones era que la negociación se encarrilara pasados los comicios. No fue así, sino todo lo contrario. Ahora los más optimistas hablan de marzo, los moderados de junio y los pesimistas de fines del próximo año como fecha probable para la firma de un nuevo programa. En cualquier caso, el escenario actual es de ruptura. ¿Cuáles son las consecuencias?
Lo primero que hay que aclarar es que la ruptura es “diplomática”, por la falta de diálogo para establecer un convenio de refinanciación de deudas. Sin embargo, la relación institucional no sufrió daños: la Argentina paga puntualmente cada vencimiento con el FMI y por ahora la decisión es seguir haciéndolo.
Las autoridades del organismo están cómodas con esa situación, dado que su principal interés es justamente que el país achique su deuda lo más posible. Kirchner insinuó ante Bush una advertencia que podría sacar a Rodrigo Rato y Anne Krueger de ese estado: el Gobierno podría irse del FMI antes que firmar un mal acuerdo, lo cual desataría un debate internacional sobre el rol del organismo. Pero no parece una opción para el corto plazo.
Por ahora, la contracara para Argentina por cómo están las cosas con el Fondo es que se ve obligado a buscar financiamiento en los mercados de capitales o a echar mano al superávit fiscal, retaceando recursos a otros destinos más productivos.
A cambio de ese precio, el Gobierno se libera de las condicionalidades del FMI. Lavagna dejó en claro hace dos semanas que los pedidos de Washington referidos al tipo de cambio, la política monetaria, las tarifas y la relación con los holdouts son “inaceptables”. La respuesta a esa definición por parte del Fondo es que entonces “todo seguirá igual”. “Si Argentina espera que el FMI cambie de parecer respecto de algunas cuestiones básicas, como de qué modo hay que combatir la inflación, se va a chocar contra una pared”, indicó a este diario desde la capital estadounidense un economista que conoce el pensamiento del staff del organismo.
Loser, por su parte, insistió en que “a Estados Unidos se le haría difícil llegar a un acuerdo con los demás miembros del Grupo de los Siete para interceder en favor de Argentina”. Inglaterra, Italia y Japón están al frente del pelotón de países que piden mano dura con el gobierno de Kirchner dentro del directorio del FMI. La Casa Blanca ya acordó que no votará en contra de sus socios en el G-7. Bush no se apartó de esa línea.
Como ni Argentina ni el FMI tienden puentes que los acerquen y Estados Unidos no intervendrá en el conflicto, el eventual acuerdo quedará como un tema pendiente para 2006. Las cosas tal vez serían distintas si el Gobierno tuviera urgencias financieras. En ese caso, sus opciones serían declarar el default a los organismos internacionales o ceder a las presiones del Fondo. Sin embargo, los compromisos impostergables con el FMI el próximo año son por 1600 millones de dólares. La cifra no es insignificante, pero es manejable. Lavagna ratificó días atrás que el Estado tiene canales alternativos de financiamiento, como la venta de títulos públicos a Venezuela y la utilización de recursos presupuestados para obras, y los va a usar.
Los vencimientos con el Banco Mundial y el BID el próximo año suman otros 2000 millones de dólares, pero esas instituciones ya aprobaron préstamos para Argentina por casi 1000 millones. Esos créditos no dependen de un acuerdo previo con el FMI.
“La Argentina no está dispuesta a hacer lo mínimo que se requiere para tener un programa con el Fondo”, insistieron desde Washington. La principal demanda es que el Gobierno deje de intervenir para sostener el tipo de cambio en torno de los 3 pesos y que el Banco Central aumente las tasas de interés, para enfriar la economía. Ambas medidas buscan controlar la inflación, según la versión del organismo. En lo que hace al dólar, el pedido del FMI está en línea con el deseo de las privatizadas, las multinacionales y los bancos extranjeros que vieron caer sus utilidades en moneda dura desde la devaluación y quieren recuperar posiciones.
El único aspecto en que las diferencias no son tan grandes es el fiscal. El Gobierno decidió privilegiar el superávit a los reclamos sociales, también como vía para contener la suba de precios. Pero al Fondo no le alcanza y por el momento no está dispuesto a retroceder.

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Rodrigo Rato, director gerente del FMI, sin apuro por negociar.
 
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