ECONOMíA › MURIO JOHN KENNETH GALBRAITH, A LOS 97 AÑOS

Se fue un economista diferente

Por Miguel Olivera
y Maximiliano Montenegro


Murió John Kenneth Galbraith a los 97 años de causas naturales. Decir que murió un economista es no hacer justicia a las muchas profesiones que Galbraith ejerció con brillantez. Profesor emérito de Harvard, director de la oficina de control de precios en EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial, escritor (más de 30 libros), asesor de JFK, son algunos aspectos de su vida.

En el 2000, el presidente Clinton le otorgó la Medalla de la Libertad. Esta era la segunda vez que un presidente de EE.UU. le otorgaba la distinción, excepto que cuando Truman lo hizo en 1946 Galbraith no fue a recibirla, en desacuerdo con su política exterior. Su coraje intelectual no tenía límites. Decididamente a la izquierda del centro, si Galbraith no hubiera existido, la batalla de los conservadores por dominar el pensamiento de EE.UU. hubiera sido mucho más sencilla. De prosa exquisita, su libro más importante fue La sociedad opulenta, uno de los más influyentes del siglo sobre las dirigencias progresistas. Galbraith demolió la tesis ortodoxa de que los deseos de los consumidores gobiernan las decisiones de producción. En cambio, reconoció el poder de las grandes corporaciones para influir en las preferencias de la gente. Keynes fue uno de sus maestros: “No estaría feliz si viera lo que hace el FMI con los países subdesarrollados”, afirmaba en los noventa. En 1998, en una entrevista concedida a Página/12 en su austera casa de madera de las afueras de Harvard, dijo sobre el país: “En Argentina, los últimos gobiernos han sido demasiado generosos con los ricos, y se ocuparon poco de los pobres”. En el 2004, publicó su último libro (La economía del fraude inocente), donde fijo posición sobre la guerra de Irak: “Estados Unidos es un poder imperial muy pobre. Mi esperanza es que les dejemos todo a los iraquíes, reconociendo que las cosas no irán bien, pero nunca tan mal como si siguiéramos allá”.

Otra de sus grandes preocupaciones fue la desgravación impositiva para los ricos que implementó Bush. “No tengo nada contra los ricos. Pero desgravarlos no es la forma más efectiva de ayudar a la economía. Mucho más eficaz es darles beneficios impositivos a los pobres. Rehuimos hacerlo porque nos parece una medida social y no económica, un humanitarismo descaminado.”

Ningún teorema económico lleva su nombre ni fue laureado con el Nobel. Sin embargo, dijo Paul Samuelson: “Galbraith va a ser recordado y leído cuando la mayoría de nosotros, premios Nobel, estemos enterrados en notas a pie de página en estantes de biblioteca llenos de polvo”.

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