EL MUNDO › OPINION

Integración e inclusión, las dos caras del gran reto

 Por José Mujica *

Todos los países enfrentan dificultades para adaptarse a un mundo cada vez más globalizado, con muchos centros y periferias. Como consecuencia, las formas tradicionales de producir y de distribuir han cambiado. Las empresas transnacionales condicionan una parte importante del comercio mundial e indican las reglas a las que tenemos que ajustarnos. Para responder a estos desafíos, el mundo se está organizando en grandes bloques.

Desde Latinoamérica vemos que, en competencia con las potencias tradicionales, se levantan dos grandes bloques en Asia en torno de China e India y nos preguntamos: ¿qué podemos hacer? ¿Cuál puede ser nuestro peso, negociando atomizados en un montón de repúblicas, sin la gestación de un espacio en común?

Hasta los mayores países de nuestra región necesitan el peso económico y político del resto de los países. Esto vale incluso para Brasil, el primer país latinoamericano que ha salido a tallar a nivel mundial. Este es uno de sus enormes méritos pero también es un desafío. Tenemos que acompañarlo. Brasil tiene que ser consciente de su responsabilidad y nosotros tenemos que ser conscientes de que tenemos que rodearlo.

Por esa razón Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay suscribieron en 1991 el Tratado de Asunción para crear el Mercado Común del Sur, Mercosur. Actualmente, Bolivia y Venezuela están en proceso de incorporación, mientras Chile, Colombia, Ecuador y Perú son Estados asociados. Esta zona abarca casi 12 millones de kilómetros cuadrados, 380 millones de habitantes y posee inmensos recursos humanos y naturales.

Somos conscientes de las asimetrías del Mercosur y de sus defectos, pero creemos que el modo de equilibrarlas es lograr políticas de acercamiento e inclusión del máximo posible de los países sudamericanos.

La incorporación de Venezuela como miembro pleno espera la aprobación del Senado paraguayo, donde hay una cierta resistencia al gobierno de Hugo Chávez. Mi gobierno apoya la postulación de Caracas. Primero, porque no se debe confundir a un país con un régimen. Los gobiernos pasan, los países quedan.

Además, Venezuela es un elemento compensatorio en términos económicos y de recursos naturales de todo el Río de la Plata porque demanda lo que nosotros producimos. Por lo tanto, su incorporación al Mercosur serviría para amortiguar las diferencias existentes.

Necesitamos a Venezuela y a los demás países sudamericanos en el Mercosur porque la potencia del subcontinente es infinita si sumamos la energía venezolana y el agua dulce de las reservas de las pampas del sur, el río Amazonas y la experiencia de nuestros pueblos.

La meta es construir una nación que abarque a todo el subcontinente.

Otro gran problema que tenemos que afrontar mediante la integración y la inserción internacional es la redención de los pobres de América latina y la incorporación a la civilización de enormes masas que debemos incluir en un crecimiento hacia adentro.

Este reto nos obliga a multiplicar la riqueza, recursos y conocimientos, pero esto no resolverá de por sí los problemas de una humanidad fracturada. No hay una América latina, hay varias. Están los olvidados de la tierra, los condenados de las favelas y las grandes capitales. Precisamente, en la lucha por la expansión económica y social el mayor mercado potencial está en la inclusión de los pobres. Y aunque esta región ha progresado mucho en la última década, todavía tenemos una deuda colosal con los pobres de nuestros países.

Q Presidente de Uruguay. Columna del servicio de noticias de IPS.

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