EL MUNDO › OPINION

El avance de la ultraderecha en Europa

 Por Oscar Laborde *

Un fantasma recorre Europa, pero esta vez es la extrema derecha, que cada vez va teniendo más influencia en la mayoría de los países y especialmente en la juventud y en los barrios populares europeos.

La ultraderecha, fascista o neonazi, chauvinista, con un alto grado de nacionalismo populista, xenófobo, con el rechazo al integrismo europeísta y el desprecio hacia todo lo diferente, empieza a extenderse en todos los países, como una fuerza política tal que ya forman parte de algunos gobiernos, condicionando las políticas y provocando la caída de otros tantos, con el discurso de que la democracia liberal y parlamentaria es ineficaz y caduca.

Es así que está aumentando su influencia entre grupos de jóvenes, desempleados y clase media, denunciando a los inmigrantes con el argumento de que los extranjeros ocupan los puestos de trabajo de los nacionales. Uno de los ejes en común es que “vienen a imponer su cultura sobre la nuestra” y otro es el del nacionalismo, entendido como el sistema de valores amenazado por la llegada de los extranjeros.

Ya muchos holandeses votan al Partido de la Libertad (PVV), de Geert Wilders, que habla de antiinmigración, identidad y fobia a la UE, los tres pilares ideológicos de las corrientes ultra que ahora aspiran a hacer frente común con vista a las elecciones europeas. El eje está impulsado por Marine Le Pen junto con el PVV holandés, el FPO austríaco, el Vlaams Belang belga y los demócratas de Suecia. “Sentimos que esta vez es distinto, que tenemos posiciones muy próximas y el clima nos favorece”, se entusiasma el belga Claeys.

Por otro lado, el dirigente holandés ha visitado a sus colegas en Francia, Bélgica, Suecia y Austria para sondearlos sobre una potencial coalición, así como Le Pen está trabajando para concretar esa particular cruzada contra la UE. Es así que se aspira a que sean muchos los partidos ultra que se sumen, a medida que se acerque la cita para formar un grupo parlamentario que refuerce su poder.

En estos últimos días se sumaron otros datos. Uno de ellos es el referéndum que se realizó hace poco en Suiza, en el que ganó la propuesta de poner cuotas de entrada a los inmigrantes. Por otro lado, un tercio de los franceses “adhiere a las ideas” del Frente Nacional y casi la mitad del país (46 por ciento) considera que Marine Le Pen, líder de ese partido xenófobo y racista, representa una “derecha patriótica respetuosa de los valores tradicionales”. Así también en España, es inminente la salida de sectores del PP con un considerable número de afiliados, descontentos con Rajoy hacia la ultraderecha.

La historia se repite por toda Europa. Cambia la fisonomía de los paisajes, pero sus posturas ideológicas suenan semejantes tanto en la campiña flamenca belga, en los valles suizos o en barrios periféricos de Finlandia, así como en el Este de Europa, donde el mayor avance de la extrema derecha se encuentra en Rumania, donde el Partidul Romania, y el Partidul Alianta Nacional, que dirige Cornelio Vadim Tudor, representan el 21 por ciento del electorado, siendo la segunda fuerza política en Rumania.

Y uno de los ejemplos más significativos, como para pensar, es que ni la detención de sus principales líderes ni las numerosas pruebas en su contra parecen afectar al partido neonazi griego Aurora Dorada (AD), que la intención de voto lo consolida como tercera opción política ante unas hipotéticas elecciones, con un promedio del 10 por ciento de apoyo.

Pero además de las cifras, hay ejemplos que son inhumanos, pero a su vez emblemáticos, como con la niña Leonarda Dibrani, una alumna kosovar de 15 años y etnia romaní que fue detenida en una excursión con sus compañeros de instituto y deportada. Y luego, también a los padres, a quienes les faltaban sólo dos meses para obtener la naturalización. Y en octubre del año pasado, un bote que transportaba a cientos de inmigrantes africanos a Europa se incendió y zozobró frente a la isla italiana de Lampedusa, lo que derivó en la muerte de 133 personas.

Cuando comparamos esta realidad del “Primer Mundo” que alguna vez fue progresista y de avanzada respecto de los derechos sociales, aquella Europa que se destacó por sus luchas y logros sindicales, la que abrió sus brazos solidarios a los latinoamericanos que huyeron de las dictaduras genocidas, hoy está viviendo uno de los momentos más decadentes de su historia, producto de la avaricia del poder financiero mundial que, se ve, no tiene límites.

Es doloroso pensar que ése es el futuro, ya que no hay una alternativa desde la izquierda europea, que está envejecida y sin representatividad, así como la socialdemocracia que por no perder votos, perdió principios. El resultado es que perdieron los votos, los principios y están perdiendo los gobiernos. Pero estamos seguros de que tendrá que surgir una fuerza popular que proponga una alternativa política e ideológica que enamore a las grandes mayorías, para poder superar no sólo esta crisis sino esta sociedad decadente.

* Dirigente del Frente Tansversal. Pte. del Centro de Estudios del Sur.

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