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Un relato de primera mano sobre los últimos días de Adolf Hitler

A los 93 años, una enfermera que asistió al dictador en el bunker de Berlín rompió por primera vez su silencio para dar su versión de los días finales de la cúpula nazi. Desde la “amabilidad” del Führer a la insignificancia de Eva Braun entre sus recuerdos.

Una enfermera de la Cruz Roja alemana, que acompañó al dictador germano Adolf Hitler en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, rompió por primera vez su silencio para relatar las últimas horas del Führer y de sus colaboradores. En una entrevista publicada ayer por el diario británico The Guardian, Erna Flegel, de 93 años, asegura, entre otras cosas, haber intentado persuadir a la esposa del ministro de Propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels, para que no matase a los seis hijos de la pareja.
“Yo quería que se hubiese llevado de la ciudad (Berlín) al menos a uno o dos de sus hijos”, pero Magda Goebbels se negó: “Yo pertenezco a mi esposo. Y mis hijos me pertenecen a mí”, le respondió la mujer. Eran unos niños encantadores, recuerda la enfermera, según la cual el propio Hitler les tenía mucho cariño, tomaba con ellos chocolate y les dejaba utilizar su propia bañera. Magda Goebbels, a la que Flegel describe como una mujer “inteligente”, toleraba sin rechistar las conocidas y frecuentes infidelidades de su marido.
Flegel afirma que el Hitler se sintió profundamente abatido después de que el ejército soviético llegase al centro de Berlín y viese claramente que Alemania había perdido la guerra. “Hitler no necesitaba cuidados especiales. Yo estaba allí exclusivamente para ocuparme de los heridos. El había envejecido mucho en los últimos días y daba la impresión de ser un hombre quince o veinte años mayor”, recuerda. Según la enfermera, Hitler tenía un fuerte temblor, le resultaba difícil caminar y su lado derecho seguía muy debilitado luego del atentado contra su vida.
La enfermera califica a la amante del dictador, Eva Braun, de jovencita insignificante, y asegura que la muerte de Blondi, el perro del Führer, los afectó más que el suicidio de aquélla. La decisión de Hitler de casarse con Eva Braun convenció a Flegel de que el Tercer Reich tocaba a su fin.
Flegel, una de las dos sobrevivientes del bunker de Hitler que todavía viven, trabajó en la cancillería del Reich, en Berlín, a partir de enero de 1943. Según su relato, Hitler se despidió de todo su equipo médico en las primeras horas del 30 de abril de 1945, antes de quitarse la vida de un disparo aquella tarde. “Salió de un cuarto lateral, nos estrechó la mano a todos, dijo unas cuantas palabras amistosas, y eso fue todo.” Ella no llegó a ver el cadáver de Hitler, pero supo que el dictador había fallecido al ver de pronto en el bunker más muertos de los que había normalmente. Su cuerpo fue llevado al jardín de la cancillería e incinerado.
Después del suicidio del Führer, un grupo de oficiales de las SS intentaron escapar del bunker, pero Flegel fue una de las seis o siete personas que esperó dentro la llegada de los rusos, el 2 de mayo de 1945, hace sesenta años.
Flegel, que vive actualmente en una residencia para ancianos en el norte de Alemania, recuerda que a partir de noviembre de 1944 y mientras se derrumbaba el ejército alemán, Hitler continuó en Berlín, retirándose de cuando en cuando al bunker con los miembros de su entorno. Según su ex enfermera, el dictador hablaba regularmente con todo el personal a su servicio. “Su autoridad era extraordinaria. Siempre se mostró cortés y encantador. No había nada que objetarle”, recuerda.
La existencia de la ex enfermera había sido un misterio hasta ahora. El diario británico llegó a ella tras una larga búsqueda a raíz de la desclasificación por la CIA de un interrogatorio al que fue sometida en noviembre de 1945 por los estadounidenses. La secretaria de Hitler, Traudl Junge, cuyas memorias inspiraron la película sobre las últimas horas del dictador, falleció en 2002, y otro testigo de esos últimos momentos, su telefonista Rochus Misch, de 88 años, se niega a hablar con la prensa.

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La enfermera Erna Flegel realizó sus confesiones al diario británico The Guardian.
 
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