EL MUNDO › VIOLENTA JORNADA DE ATAQUES INTERSECTARIOS EN IRAK

Incitando a una guerra civil

El atentado contra la Mezquita Dorada en Samarra, un santuario de la mayoría chiíta, provocó la represalia contra al menos sesenta templos de la minoría sunnita. Murieron once clérigos.

 Por Patrick Cockburn *

Irak dio un paso letal hacia la desintegración y la guerra civil ayer después de un devastador ataque a uno de los lugares más santos del país. La destrucción del domo dorado del santuario chiíta en Samarra desató una ronda de sangrientas represalias sectarias en la que hasta sesenta mezquitas sunnitas fueron atacadas y muchos resultaron muertos y heridos. El ataque con explosivos enfureció a la mayoría de la población chiíta, que considera el lugar de la misma manera que los católicos romanos a San Pedro en Roma. En muchas formas la guerra civil ya comenzó en Irak. La mayoría de los miles de cuerpos que llegan mensualmente a la morgue en Bagdad es de gente asesinada por motivos sectarios. Ya no es seguro para ninguna de las tres principales comunidades –los sunnitas, los chiítas árabes y los kurdos– visitar las partes del país que no son propias.

Desde Estados Unidos ya se comenzó a barajar la posibilidad de que la red Al Qaida esté detrás del atentado a la Mezquita Dorada. A pesar de que no tienen pruebas, el coordinador del Departamento de Estado para Irak, James Jeffrey, aseguró ayer que la Casa Blanca cree “que esto puede llevarlos al movimiento Al Qaida”. Esta versión remite a los ataques contra las gigantes estatuas Buda en Afganistán, que no obstante los primeros rumores, finalmente se conoció que fue obra de esa organización terrorista. El ataque a la Mezquita Dorada en Samarra al norte de Bagdad tuvo lugar a las 6.55 de ayer, cuando hombres vestidos con uniformes de policía ataron a los guardias y pusieron explosivos. Fue el tercer y más devastador ataque a los chiítas en Irak en tres días. Un coche bomba había matado a 22 personas en un distrito chiíta en Bagdad anteayer. El día anterior, 12 murieron cuando un atacante suicida se inmoló en un ómnibus en el bastión chiíta de Khadamiyah, al oeste de Bagdad. El presidente Jalal Talabani advirtió: “Nos enfrentamos a una importante conspiración que está apuntando a la unidad de Irak”.

Había pocas señales de estabilidad ayer. Algunas de las cincuenta mezquitas o bien fueron incendiadas, o explotadas o tomadas en Bagdad solamente. Por lo menos tres clérigos sunnitas se encontraban entre los once que se informó que habían muerto en la nación. Milicianos armados del Ejército Mehdi que apoyan al clérigo radical nacionalista Muqtada al Sadr tomaron posiciones ayer en las calles de Bagdad y en las ciudades chiítas del sur.

Uno de sus asistentes dijo: “Si el gobierno iraquí no hace su trabajo para defender al pueblo iraquí, nosotros estamos listos para hacerlo”. A medida que la noticia sobre los choques sectarios y las manifestaciones se difundía, la gente en Bagdad corrió a sus casas antes de que oscureciera y algunos comenzaron a acopiar comida. En Najaf, otra ciudad sagrada chiíta, los manifestantes cantaban: “¡Alcémonos, chiítas! ¡Venguémonos!”. El santuario contiene las tumbas de los imanes de los siglos X y XI, Ali a-Hadi que murió en 868 a.C. y su hijo, Hassan Ali al Askari, que murió en 874 a.C. Su hijo, el último de los 12 imanes chiítas, Mohammed al Mahdi, desapareció y se lo conoce como el “imán oculto”. Los chiítas creen que todavía está vivo y que traerá justicia a la humanidad.

El santuario es muy difícil de defender. La mayoría de la gente en Samarra es sunnita y en 2004 la ciudad fue tomada por extremistas islámicos antes de ser recapturada por los estadounidenses. Tiene grandes portones desde la pared exterior hacia el patio que hombres armados podrían asaltar con facilidad. Los guardias del santuario, que podrían detectar a un único hombre con bomba, evidentemente no lograron detener a una unidad de hombres armados, decididos y vestidos de policías. En uno de los actos de represalia más serios los manifestantes chiítas en Basora incendiaron un famoso santuario sunnita en las afueras de esa sureña ciudad. Alberga la tumba de Talha bin-Obeid-Allah, un compañero del profeta Mahoma. El grado del daño no se conoce aún. Irak siempre ha estado dividido por etnias. El régimen de Saddam Hussein era básicamente árabe sunnita, aunque son sólo el 20 por ciento de la población, mientras que los chiítas estaban políticamente marginados. La fricción entre los chiítas y los sunnitas aumentó desde la invasión de Estados Unidos, cuando los sunnitas resistieron la ocupación mientras los chiítas exigían elecciones que iban a ganar porque son la mayoría de la población. La elección parlamentaria del 15 de diciembre confirmó el dominio político chiíta, ya que su coalición ganó 128 de las 275 bancas.

El líder clerical influyente chiíta, Gran Ayatola Ali al Sistani, pidió una semana de luto, prohibió ataques a las mezquitas sunnitas y le pidió a la gente que protestara pacíficamente. Una declaración de la oficina de Sistani decía: “Les pedimos a los creyentes que expresen su protesta a través de medios pacíficos. No debieran dejar que su dolor y el shock los lleve a tomar acciones que sirven a los enemigos que han estado trabajando para llevar a Irak a una lucha sectaria”. En el pasado, los llamados de Sistani para calmar han sido oídos a pesar de una larga serie de atrocidades cometidas por los terroristas suicidas contra los chiítas, que comenzaron en agosto de 2003 y dejaron varios miles de muertos. La resistencia antiestadounidense ha interferido cada vez más en el camino de los Salafi, puristas sunnitas islámicos que exigen una vuelta a las supuestas formas del Islam primitivo. Ven a los chiítas como herejes que merecen la muerte como los cristianos iraquíes y los soldados estadounidenses. En los últimos dos años y medio hubo repetidos ataques sobre las iglesias iraquíes cristianas.

Hay señales que la paciencia de los chiítas se está acabando. Los escuadrones de la muerte, cuyo objetivo son los sunnitas, operan en Bagdad. Los sunnitas están especialmente aterrorizados de los comandos de las brigadas de la policía, unidades paramilitares controladas por el Ministerio del Interior. La gente arrestada por los comandos a menudo es enviada a la morgue varios días después con marcas de tortura en sus cuerpos y sus manos todavía esposadas detrás de la espalda. El embajador de Estados Unidos, Zilmay Khalilzad, ha estado tratando de poner fin al control chiíta en el Ministerio de Interior, que tiene más hombre bajo las armas que el Ministerio de Defensa. Las prolongadas negociaciones para formar un nuevo gobierno destaca la dificultad que los chiítas, los kurdos y los sunnitas están teniendo para alcanzar un acuerdo que mantenga unido a Irak. Los kurdos siempre han demandado cierto grado de autonomía bajo un sistema federal que les daría una cuasi independencia. Según la Constitución aprobada por los kurdos y los chiítas en un referéndum en octubre pasado, las nueve provincias chiítas del sur se convertirían en un cantón ampliamente independiente de Bagdad. Un ministro iraquí se lamentaba por la posibilidad de que “el gobierno iraquí termine como una colección de edificios en la Zona Verde”.

A pesar de que Estados Unidos y los kurdos están pidiendo un gobierno de unidad nacional, los líderes chiítas sospechan que es una maniobra de la Casa Blanca para mantenerlos fuera del poder. Hace tiempo que Washington está preocupado de que el resultado de su invasión y el derrocamiento de Saddam Hussein sea una República Islámica dominada por los chiítas muy cercanos a Irán. Al mismo tiempo, hay signos de un creciente sentimiento antiestadounidense entre los chiítas en tanto ven a los norteamericanos aliándose cada vez más con los sunnitas. Al tiempo que la noticia del ataque a la Mezquita Dorada se expandía ayer, miles de jóvenes marchaban gritando slogans antiestadounidenses a lo largo de la ciudad de Sadr, el mayor barrio bajo chiíta con una población de dos millones.

La extensión de la represalias chiítas también dependerán del gobierno iraní, que se ha expresado enfurecido por lo sucedido. Muchos de los peregrinos que van a Samarra son de Irán, a pesar de enfrentar el peligro de ser secuestrados o asesinados en el camino. Irán ha sido el principal beneficiario del derrocamiento de Saddam Hussein y tiene gran influencia dentro de Irak, particularmente entre los religiosos chiítas. El líder supremo iraní, el ayatola Ali Jamenei, instó a los chiítas a no buscar venganza contra los sunnitas, explicando que existen definitivamente complots “para forzar a los chiítas a atacar las mezquitas y otra propiedades respetadas por los sunnitas”. Por el contrario, el ayatola Jamenei acusó a los servicios de inteligencia de Estados Unidos y de Israel de estar detrás de los ataques en Samarra.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère y Laura Carpineta.

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Tras el ataque a la Mezquita Dorada, miles de jóvenes marcharon con slogans antiestadounidenses por la ciudad chiíta de Sadr.
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