EL MUNDO › ESCENARIO

Blanca Navidad

 Por Santiago O’Donnell

Ya se acercan las fiestas y –como casi siempre pasa en esta época– nos llegan buenas noticias del frente más caliente de la guerra contra el narcotráfico. Desde San Diego, California, nos informan que un juez federal estadounidense acaba de procesar a Javier Arellano Félix, alias “El tigrillo”, por una serie de delitos que podrían acarrear su pena de muerte. Entre otras cosas, lo acusan de unos 20 asesinatos en ambos lados de la frontera y de cavar un túnel entre un almacén en Tijuana y una bodega en San Diego para introducir toneladas de cocaína, marihuana, heroína y metaanfetamina a los Estados Unidos. “Le hemos cortado la cabeza a la serpiente”, dijo Michael Braun, director de Operaciones de la DEA, la agencia antidroga estadounidense, después de capturarlo en agosto, mientras El tigrillo pescaba en alta mar cerca de la costa mexicana de Baja California. El tigrillo, 36, es el menor y el más pintoresco de los 11 hermanos Arellano Félix que manejan el Cártel de Tijuana.

Llegan más buenas noticias desde Michoacán, el estado de la costa del Golfo de México elegido por el flamante presidente Felipe Calderón para iniciar su ofensiva antidroga. Allí fue donde desembarcaron hace apenas unas semanas cientos de tropas federales para enfrentar al poderoso Cártel del Golfo y a su ejército de sicarios, los temidos Zetas, conformado por ex tropas de elite del ejército mexicano. “Puedo asegurar que los Zetas se han convertido en un mito, ya que la mayoría de sus miembros fueron ejecutados o están detenidos”, declaró esta semana el general y mando único del operativo Michoacán, Manuel García Ruiz. El general aclaró, sin embargo, que hay muchos imitadores que usan el nombre Zetas para intimidar a sus rivales.

Se trata, claro, de dos buenas noticias con patas muy cortas. Con o sin Zetas este año sus colegas batieron todos los records de asesinatos. Si la detención de El tigrillo Arellano Félix significó descabezar a la serpiente, como aseguró el experto de la DEA, entonces no hay dudas de que el narcotráfico en México tiene forma de medusa.

El Cártel de Tijuana no es lo que era y El tigrillo ni siquiera es el jefe del clan familiar. Eduardo y Enedina Arellano Félix han demostrado llevar las riendas del negocio tras la muerte de Ramón, el más violento de los hermanos, en el 2002. Al Tigrillo, más que nada, se lo conoce por su fama de playboy y las fiestas en su yate Doc Holiday.

Su familia, desde hace 15 años, está enfrascada en una guerra sin cuartel con el vecino Cártel de Sinaloa por el control de la ruta del Pacífico, y lleva las de perder. El capo del Cártel de Sinaloa es Joaquín “El chapo” Guzmán, supuestamente el narco más buscado de todo México. El chapo era un ex sicario y traficante al servicio de los Arellano Félix hasta que decidió abrirse a principios de los ’90. El divorcio dejó secuelas. En 1992 El chapo mandó 20 pistoleros a balear una fiesta de los Arellano en Puerto Vallarta. Al año siguiente, para vengarse, los hermanos intentaron emboscar al Chapo en el aeropuerto de Guadalajara. El chapo escapó ileso, pero el cardenal Jesús José Posada Ocampo murió acribillado por el fuego cruzado. Dos meses después, cuando nadie daba dos pesos por la vida del Chapo, fue providencialmente detenido por la policía mexicana y durante ocho años manejó sus negocios desde su celda, al amparo del servicio penitenciario. En el 2001 El chapo escapó de su prisión de máxima seguridad en un carrito de ropa sucia, con una facilidad que no tardó en despertar sospechas de complicidad de las autoridades del penal, o más arriba. Esas sospechas crecieron cuando El chapo empezó a cazar uno a uno a los hermanos Arellano Félix y sus principales lugartenientes, empezando por Ramón, al mismo tiempo que la policía allanaba sus depósitos, detenía a otro hermano, Benjamín, y aumentaba la recompensa por Eduardo y El tigrillo de dos a cinco millones de dólares. El Cártel de Tijuana nunca se recuperó.

Mientras tanto, el crecimiento del Chapo lo llevó a cruzarse con el otro gran cártel mexicano, el del Golfo, liderado por Osiel Cárdenas Guillén y sus Zetas. Hace un par de años el Cártel de Michoacán, llamado Milenio, se alió con El chapo para resistir la ambición de Cárdenas Guillén de controlar toda la costa del Golfo. Así estalló una guerra entre los Zetas y los sicarios de El chapo, llamados “Los pelones”, que dejó un saldo de más de 400 muertos en el estado el año pasado, y que gatilló la intervención federal. Otra vez El chapo pareció beneficiarse con la decisión del gobierno mexicano: su ruta, la del Pacífico, no fue intervenida a pesar de las fotos de las decapitaciones en Acapulco que dieron la vuelta al mundo. El balneario internacional, por el dinero que mueve, es otro escenario clave de la guerra de cárteles.

Los personajes cambian pero la canción sigue siendo la misma. Cuando el legendario narco colombiano Pablo Escobar fue abatido en 1993, el otrora poderoso Cártel de Medellín que él comandaba ya había perdido la pulseada con el Cártel de Cali. Cuando cayeron los hermanos Rodríguez Orejuela dos años después, su Cártel de Cali ya no podía competir con la red de pequeños traficantes agrupados en el llamado Cártel del Valle, a su vez el principal proveedor de los cárteles de Tijuana y luego Sinaloa.

Mientras Estados Unidos invertía millones de dólares en el llamado Plan Colombia, el poder narco se había trasladado a México. Cuando la DEA puso el ojo en las inversiones del Cártel de Juárez en Argentina, Chile y Uruguay en el año 2000, su líder, Amado Carrillo Fuentes, el famoso “Señor de los cielos”, llevaba tres años muerto y su organización estaba en pleno proceso de ser absorbida por el Cártel del Golfo.

Las noticias de detenciones de hampones con apodos coloridos pueden llevar al engaño. La medusa sigue atacando. Según el diario mexicano El Universal, en los primeros 11 meses del 2006 hubo más de 2000 asesinatos en México vinculados al narcotráfico, contra casi 1500 en todo el 2005. Las víctimas incluyen artistas famosos como el cantante Valentín “El gallo de oro” Elizalde, abogados, jueces, alcaldes, policías, empresarios, turistas y niños.

A falta de soluciones de fondo, atacar el síntoma a veces agrava la enfermedad. La caída de los Arellano potenció a sus enemigos. La represión de los Zeta le abrió espacios a sus imitadores.

Más cerca de casa, las decisión de Argentina y Brasil de empezar a controlar el envío a Bolivia de los precursores químicos que se utilizan para fabricar cocaína produjo un efecto boomerang. Los narcos trasladarán sus laboratorios de la selva boliviana a las grandes ciudades de los países vecinos, bien cerca de las fábricas de precursores. Los desechos de esos laboratorios de cocaína se reciclan en forma de paco, un veneno tan barato como adictivo y destructivo, que se extiende como plaga y tiñe de rojo esta blanca Navidad.

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Imagen: AFP
 
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