EL MUNDO › NO LLEGó A LA PRESIDENCIA, PERO SERá LA NUEVA SECRETARIA DE ESTADO

Hillary en el centro del poder

Ha sido primera dama en Arkansas y en la Casa Blanca durante muchos años, pero los políticos norteamericanos la conocen más por su propia trayectoria. Apoyó la guerra de Irak, pero después reconoció que se había equivocado.

Cuando el presidente electo Barack Obama anunció formalmente que había escogido a la senadora Hillary Rodham Clinton como secretaria de Estado trajo a bordo a su ex rival, contra la que compitió largo tiempo en las primarias demócratas. Aunque Hillary Clinton no será la primera presidenta de Estados Unidos, será un voz clave en la nueva administración.

Nació en 1947, en el seno de una familia de clase media en Chicago, hija del empresario textil Hugh Rodham y su esposa Dorothy, ama de casa.

En su juventud siguió la línea conservadora de su ambiente familiar y llegó a ser la presidenta de la organización estudiantil republicana de la universidad Wellesley College. Pero la lucha en pro de los derechos civiles la impulsó hacia los demócratas durante sus años en la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale, donde fue una estudiante brillante y conoció a un hombre sureño que sería su marido, Bill Clinton. Se casaron en 1975, aunque en un gesto de independencia mantuvo su apellido de soltera, Rodham, tras el nombre de pila.

Fue la primera mujer socia del bufete de abogados Rose, un bastión de influencia política y económica de Arkansas, y figuró dos veces en la lista del National Law Journal de los 100 mejores letrados del país. Se especializó en leyes de propiedad intelectual y trabajó ad honorem en la defensa de los niños. Al mismo tiempo, desempeñó las tareas de primera dama en Arkansas durante los doce años en que que su marido fue gobernador del Estado. Durante su campaña presidencial, Bill Clinton decía que eligiéndolo a él recibirían a “dos por el precio de uno” o “compre uno, el otro es gratis”. En enero de 1993 se mudó a Washington acompañando a Clinton en su papel de primera dama en la Casa Blanca.

Durante los ocho años que estuvo en la Casa Blanca, las tareas de Clinton no se redujeron a la caridad y las visitas formales –ya había dicho que no iba a dedicarse a “hacer galletas y servir el té”– sino que aspiró a cambiar políticas federales. Viajó a 79 países durante ese tiempo y fue anfitriona de varias conferencias en la Casa Blanca, incluyendo “El cuidado de los niños”, “El aprendizaje y el desarrollo en la primera infancia”, “Niños y adolescentes”. Fue una de las figuras relevantes a fines de la década de 1990 que hablaron contra el trato que recibían las mujeres afganas por parte de los talibán. Ayudó a crear Vital Voices, una iniciativa internacional patrocinada por Estados Unidos para promover la participación de la mujer en los procesos políticos de sus países.

Hillary es una luchadora nata, con ambición y empeño para romper los límites impuestos a las mujeres. Es conocida como una mujer inteligente, calculadora, atenta a la letra chica y firme. Lo demostró en las elecciones primarias de su partido, las más prolongadas de la historia reciente, principalmente por su negativa a rendirse. Encontró su voz verdadera, de hecho, en la recta final, cuando con el grito de guerra de “Lucharé por ustedes” logró victorias sorprendentes en estados grandes, como Ohio, Texas o Pensilvania. Su promesa tuvo eco entre los electores porque Clinton ya era conocida en asuntos como la reforma del sistema de salud, la educación y los derechos de la mujer y de los niños. Hillary no pudo decir lo mismo en las primarias de este año, pues los 18 millones de votos que recibió no alcanzaron para otorgarle la candidatura demócrata.

Aun así, abrió una brecha en la mentalidad tradicionalista del país, de tal forma que la elección de una mujer presidenta en Estados Unidos parece ahora sólo cuestión de tiempo. En comparación, en la última década, la dirección del Departamento de Estado estuvo ocupada por dos mujeres –-Condoleezza Rice y Madeleine Albright– y tan sólo un hombre, Colin Powell.

En asuntos exteriores, Clinton se ha situado en el centro del Partido Demócrata. En el Senado, donde entró en 2001 como senadora por Nueva York, votó a favor de la invasión de Irak, por ejemplo, aunque posteriormente dijo lamentarlo.

Durante la campaña, acusó a Obama de ingenuidad en política exterior y criticó su disposición a reunirse con el líder cubano, Fidel Castro; con el de Venezuela, Hugo Chávez, y con los presidentes de Corea del Norte, Siria e Irán. Como secretaria de Estado, si es confirmada por el Senado, Clinton podría tener que preparar esos encuentros.

La principal objeción a su presencia en el futuro gobierno de Obama ha sido su independencia y sus ambiciones políticas. Eso es algo que Hillary Clinton no puede negar, pues han marcado su carácter desde joven. Durante las primarias Bill dio un respaldo incansable a la candidatura de su esposa. Ahora, con la Secretaría de Estado, los Clinton vuelven al poder.

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Hillary y Obama, después de la confrontación, en el mismo equipo.
 
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