EL MUNDO › NICOLAS MADURO, CANDIDATO DEL PSUV

Un militante de toda la vida

 Por Mercedes López San Miguel

Desde Caracas

Cuando se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en diciembre de 2011, en Caracas, el entonces canciller de ese país, Nicolás Maduro, declaró con el tono solemne que lo caracteriza: “Casi 200 años después la región encuentra el verdadero rumbo de una patria unida, el sueño de los libertadores”. El bloque regional se formaba con 33 países, sin la participación de Estados Unidos ni Canadá y revestía un sello antiimperialista. Maduro, quien tuvo una militancia de izquierda y simpatía hacia Cuba desde su temprana juventud, cumplía exitosamente con un objetivo en su misión de consolidar la unidad latinoamericana.

“Maduro es un militante revolucionario de toda su vida”, así lo describió Iván Padilla Bravo, ex guerrillero que como ex viceministro de Cultura del gobierno de Chávez coincidió en algunos viajes como en uno a Moscú con el que fuera canciller del proceso bolivariano. Hoy Padilla dirige el semanario Todosadentro y recuerda que supo del hoy candidato oficialista cuando él, bastante mayor, era preso político.

Maduro, de 50 años, donde más creció como político fue con el proceso bolivariano que lideró Hugo Chávez. Cuando era joven participó en la Liga Socialista, en los años setenta. En los noventa se destacó como dirigente sindical y luego fue militante del Movimiento Bolivariano 200, el primer partido fundado por Chávez y génesis del hoy Partido Socialista Unido de Venezuela.

Su formación no fue universitaria: la obtuvo en el barrio popular El Valle, en la zona sur de Caracas y a través de su militancia. Fue chofer de colectivo de la red de transporte público de la capital venezolana, donde ganó experiencia sindical. “Es un hombre de arraigo popular –señaló Padilla Bravo–, su condición de obrero, de conductor de bus lo identifica con la clase trabajadora. No tiene miedo de decir que viene de esa clase, Maduro encarna a los que nunca tuvieron nada.”

Maduro conoció a Chávez cuando éste estaba preso tras el fallido golpe de 1992. Su mujer, Cillia Flores, era la abogada defensora del teniente coronel. Desde entonces, Maduro fue un incondicional.

Chávez ganó las elecciones en 1998 y un año después Maduro fue miembro de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Constitución vigente hoy. Fue presidente del Legislativo por unos pocos meses y en 2006 Chávez lo designó canciller, puesto en el que se mantuvo hasta avanzada la enfermedad del presidente, para luego asumir la vicepresidencia. De retórica antiimperialista, contra el gran capital y las transnacionales, el ministro de Exteriores hizo alianzas con Irán, Rusia y China y participó de la consolidación de los bloques regionales ALBA y Unasur, así como del ingreso de Venezuela al Mercosur.

Durante el tratamiento del cáncer que realizó Chávez en Cuba, Maduro fue una de las pocas personas que estuvieron cerca del mandatario, quien solía recordarle su pasado como chofer. “Mira a dónde va Nicolás, el autobusero. Nicolás era chofer de autobús en el Metro y cómo se han burlado de él, la burguesía se burla.” El líder venezolano lo designó su heredero político antes de viajar por última vez a La Habana, para una nueva intervención quirúrgica. En caso de que a él le pasara algo, le pidió a los venezolanos que elijan a Maduro para continuar con la revolución.

Durante esta campaña, consciente del valor de la familia en su país, Maduro apareció reiteradas veces con su esposa Cillia, un peso pesado del Partido Socialista Unido de Venezuela y diez años mayor que él, a la que define como “primera combatiente”, con su hijo y sus nietos.

Impregnado de altas dosis de misticismo, Maduro creyó ver en un pájaro la encarnación de su mentor y fue blanco de las críticas opositoras. El candidato no se lo tomó a mal y empezó a silbar imitando a un pajarito y en el cierre de campaña salió al escenario con dos aves posadas en sus hombros.

El leal a Chávez tuvo que rectificar haber insinuado que su rival Capriles era gay. Padilla Bravo afirmó que es parte del peso de la resistencia a la diversidad del latinoamericano. “No creo que Nicolás tenga un espíritu discriminador, de rechazar al otro, sin embargo digo que esos cambios culturales son los más difíciles de lograr, pero que tanto hacen falta.”

Chávez, que se proclamaba socialista y feminista, descubrió cualidades en Maduro como para designarlo su delfín. Dijo en una oportunidad que era uno de los jóvenes líderes con más capacidad para continuar su legado “con su mano firme, con su mirada, con su corazón de hombre de pueblo, con el reconocimiento internacional que se ha ganado”. El desafío para el discípulo es no sólo ganar, sino ejercer un liderazgo más allá de la huella que dejó su mentor en catorce años de gobierno.

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