EL MUNDO › ALAN GARCIA, EN CUYO MANDATO SE GESTO UNA CRISIS INAUDITA

El candidato del pasado que le pesa

 Por C.N.
Desde Lima

Su carrera política ha sido tan meteórica como polémica. A los 36 años se convirtió en el presidente más joven en la historia de Perú. Fue en 1985, cuando ganó las elecciones en primera vuelta con poco más del 50 por ciento de los votos. Con él llegó al poder por primera vez la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), partido socialdemócrata fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre en 1923. En 1978, a los 29 años, García se había convertido en el más joven de los miembros de la Asamblea Constituyente convocada por la dictadura militar como un paso previo al retorno de la democracia, y en 1980 en diputado por Lima.

García llegó a la presidencia en medio de un respaldo popular pocas veces visto en la historia del país. Estrenó su gobierno limitando el pago de la deuda externa, pero su llamado a los otros países de la región para sumar esfuerzos en busca de una negociación conjunta con el FMI no fue escuchado y García se terminó quedando solo en su pelea con los organismos financieros internacionales. La consecuencia fue que los créditos dejaron de fluir al país. El gobierno de García perdió la guerra por la estatización de la banca y comenzó a hundirse en una acelerada crisis económica, un proceso que dejó al país con un 7000 por ciento de inflación, y una expansión del terrorismo de Sendero Luminoso. Pasados cinco años, abandonó la presidencia en medio de una grave crisis y acusaciones de corrupción y violaciones a los derechos humanos. Durante su gestión, más de 300 presos acusados de pertenecer a Sendero Luminoso fueron muertos en dos penales de Lima durante la represión de un motín, en un hecho conocido como “la matanza de los penales”, ocurrido en 1986. Se demostró que la mayor parte de ellos fueron ejecutados de modo sumario. Además de este hecho, ocurrieron numerosos casos de violaciones a los derechos humanos cometidas por los militares durante el combate contra el senderismo, especialmente en los poblados de los Andes.

Tras abandonar el poder, el Congreso enjuició políticamente a García por los cargos de corrupción y por ser el responsable de “la matanza de los penales”. Con el apoyo de la bancada fujimorista, García logró salvar los cargos de violaciones a los derechos humanos, pero el Congreso aprobó su juzgamiento por corrupción. Tras el golpe, Fujimori ordenó la detención del ex presidente en 1992. Alertado a tiempo, García logró huir y los siguientes ocho años los pasaría en el exilio entre Bogotá y París. Tras la caída de Fujimori, en noviembre de 2000, García retornó a Perú y se postuló a la presidencia, después que la Corte Suprema declarara prescriptos los cargos por corrupción en su contra. García logró en tres meses trepar hasta el 25 por ciento de aprobación, para competir en la segunda vuelta con Alejandro Toledo, siendo éste el vencedor.

En estas elecciones, García se presentó como una alternativa ubicada “entre la derecha de Lourdes Flores y el extremismo de Ollanta Humala” y ofreció un cambio moderado al modelo neoliberal, dándole mayores prerrogativas al Estado para controlar las tarifas de los servicios públicos, restituir derechos laborales y promover desde el Estado a las microempresas y el crédito a los campesinos.

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