EL PAíS › ALEIDA GUEVARA MARCH

Recuerdo de la hija

 Por Alicia Simeoni

Aleida Guevara March inauguró el encuentro de las cátedras internacionales Ernesto Che Guevara, participó y habló en muchísimos espacios que se armaron en la ciudad para celebrar los 80 años del nacimiento de su padre. Entre una actividad y otra también dialogó con PáginaI12.

–¿Tiene idea de que la mayoría de los rosarinos no conocen el pensamiento de su padre?

–Sí, claro, pero son importantes estos encuentros porque permiten trabajar para que la gente tenga la posibilidad de conocer su pensamiento y su obra. Es como dejar una semilla. Y lo mismo con la escultura. Muchos van a comenzar a preguntarse quién era y qué hizo. Aun desde la piedra o el bronce papá puede seguir siendo útil porque hizo bien la obra de su vida. Hombres, mujeres, jóvenes se preguntarán y se enterarán de algo. Si después quieren conocerlo más, ya será algo personal.

–¿Cómo ha sido para cada uno de ustedes ser los hijos del Che?

–Esa respuesta debe darla cada uno porque somos personas que en la individualidad lo vivieron de distinta manera. Para mí fue sin problemas. Mi mamá ha sido la base de esta educación. Si hoy yo soy una mujer socialmente útil no es por ser la hija del Che, es porque me eduqué en mi pueblo, junto a mi pueblo y con mi madre. Aprendimos a vivir tranquilamente sabiendo que hay cosas que nos ofrecen por ser los hijos del Che y otras que nos ganamos por nosotros mismos.

–Siempre tiene presente la terrible llaga de los argentinos con sus 30.000 desaparecidos. Ustedes estuvieron mucho tiempo sin saber dónde estaba el cuerpo de su padre.

–No sabíamos dónde estaba pero sí que había muerto. Esa es la diferencia. En los primeros tiempos hasta retrataron su cadáver y jalaban de su cabello. Aquí, creo que es otro el trauma. La gente no sabía qué había pasado con sus familiares pero no había una certeza y por ello la expresión es desaparecidos. Eso es lo más duro para una madre, te desgarra por completo. Y qué de las Abuelas, que les llevaron a sus hijos y aun sus nietos y muchos años después se los encuentran viviendo con otra gente.

–¿Cuándo fue la última vez que lo vio?

–Tal como él era, no lo tengo registrado en mi memoria. Tengo imágenes de una mano que jala la mía y quien me va diciendo cómo me tengo que comportar como hermana mayor. Hoy sé que era mi papá, pero no tengo siquiera la imagen del rostro. Casi no veía a papi. Se iba muy tempranito para el Ministerio de Industrias. A veces lo acompañaba, pero después llegaba tardísimo, cuando yo ya estaba durmiendo. O en un trabajo voluntario, un domingo, papi me levantaba a las 5 de la mañana.

–¿Cómo cree que se expresaría Ernesto Guevara sobre los cientos de miles de litros de leche que se tiran en estos días en la Argentina?

–No tiene por qué ser el Che quien lo diga. Es vergonzoso, no tiene justificación. ¿Cómo es posible que haya quien tira leche cuando hay un niño necesitándola. ¿Qué clase de ser humano es? Lo único que le importa es su maldito bolsillo.

-¿Cuál es la fuente de conocimiento de los detalles de la vida del Che, la más familiar y cotidiana que tuvieron sus hijos?

–Una fuente importantísima es mi madre, pero también están sus amigos. Quien preside la delegación que vino a Rosario es Rogelio Acevedo. El se formó al lado de mi papá y tenía 16 años cuando entró en el ejército rebelde y a partir de ese momento fue un subordinado suyo hasta que papi se fue de Cuba.

–¿Qué importancia tienen las cátedras internacionales sobre la obra del Che?

–La Cátedra del Che en el marco de la Universidad Nacional de Rosario resultará un instrumento útil para difundir su pensamiento en cuanto a la justicia social, la dignidad de las personas y el verdadero sentido de la paz. Si trabaja realmente bien creo que será muy importante. Está en un lugar donde se forman nuevos hombres y mujeres, donde se forman profesionales que pueden tener una manera de pensar diferente en el futuro y para las nuevas generaciones.

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Imagen: Sandra Cartasso
 
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