EL PAíS

El presidente inesperado

Semblanzas de Néstor Kirchner en la pluma de quienes compartieron trabajo y militancia

Por Daniel Scioli *

Una ausencia muy presente

A Néstor lo vi muchas veces mezclarse entre la gente, ir al encuentro de los que lo esperaban, fascinados, en humildes rincones de la provincia. Yo estaba con él y aseguro que se lo veía a gusto, eso era genuino. Había una energía que cargaba el ambiente.

Pienso que, como los grandes, supo fijar una mirada que adelantaba a su tiempo. Interpretó como nadie los cambios económicos y sociales a nivel global y que hoy son noticia en el mundo entero. Supo apostar a la economía real por sobre la especulación financiera y preparar así a la Argentina para los nuevos desafíos que se avecinaban.

Retribuyó el respaldo popular recuperando la política como la única herramienta que permite a los hombres canalizar pacífica y eficazmente los conflictos de la sociedad.

Néstor se entregó en cuerpo y alma a una causa y, cuando eso pasa, el efecto es multiplicador y hoy vemos cómo se recreó en los jóvenes la vocación política y participativa.

Su gobierno renovó la máxima autoridad judicial del país y hoy la calidad institucional de esta Corte es indiscutible. Fue muy enfático en la profundización de la política de derechos humanos.

Recuperó el orgullo soberano nacional con sus acciones de desendeudamiento y negoció una reestructuración de la deuda externa por 81.836 millones de dólares con una quita del 65 por ciento aceptada por más del 75 por ciento de los acreedores. Hubo superávit gemelos fiscal y comercial, por primera vez en la historia argentina.

El país desarrolló la potencia exportadora de la agroindustria con márgenes de rentabilidad inéditos. Apuntaló decididamente el proceso de reindustrialización y, en el período 2003-2007, la industria argentina creció a un promedio anual del 10,3 por ciento en términos del Indice de Volumen Físico (IVF). Esto ayudó en la generación de empleo de calidad y durante su presidencia, el salario mínimo aumento casi el 400 por ciento, la pobreza se redujo a la mitad –del 47 al 23 por ciento– y la indigencia, que pasaba el 20 por ciento, era menor a 8 por ciento al concluir su mandato.

Con la Ley de Financiamiento Educativo buscó garantizar un aumento progresivo de la inversión total en educación, ciencia y tecnología hasta alcanzar el 6 por ciento del Producto Bruto Interno en el año 2010. Al final de su mandato, el presupuesto educativo se había triplicado con respecto a 2003 y con el Plan Nacional 700 escuelas se desarrolló la infraestructura y se llevan construidas ya 1450 escuelas.

Su tenacidad, su talento y su sobrehumana capacidad de trabajo le valieron el reconocimiento no sólo en la Argentina, sino también en el mundo, principalmente en nuestro continente, donde desde la Unasur trabajó por la paz, el diálogo entre los países y por la democracia.

Quise honrar con lealtad y patriotismo su confianza. En 2003 me eligió como su compañero de fórmula en esas inciertas presidenciales, me propuso acompañarlo como su vicepresidente en el Partido Justicialista y también en 2007 –cuando junto a Cristina Fernández de Kirchner alentó y respaldó mi candidatura como gobernador de la provincia de Buenos Aires– y nuevamente en 2009 cuando había que defender este proyecto, mientras algunos desertaban o miraban desde afuera para diferenciarse o “autopreservarse” egoístamente.

Estoy orgulloso de haber estado a su lado. Y estoy seguro de que hubiera sido también el camino en 2011.

Si hay algo que aprendí en la intensa experiencia de trabajar durante más de siete años junto a Néstor fue el valor de ser leal a las convicciones propias, en especial en las circunstancias más difíciles y complejas.

A lo largo de este tiempo alcanzamos logros y superamos adversidades que hicieron más fuertes nuestro vínculo de afecto y respeto desde el punto de vista humano e institucional.

Su recuerdo nos alienta a seguir dando cada día más de nosotros hasta que la transformación sea total y cambie la vida de todos para bien y para siempre.

Néstor se metió en el corazón del pueblo argentino. Y esa gratitud se continuó en fuerza porque hoy está Cristina, su compañera de toda la vida, de su lucha y de sus sueños.

Tanto esfuerzo valió la pena. Gracias Néstor. 

* Gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Por Juan Cabandié *

Es Ella

Tuve el privilegio de conocer a Néstor, de compartir momentos inolvidables, de jugar a la pelota con él, de aprender de él; aunque estoy seguro de que aprendí mucho menos de lo que Néstor me enseñó.

Durante la campaña presidencial de 2002, vi una entrevista donde le preguntaban a Néstor acerca de la adopción de niños por parejas del mismo sexo. El aquel entonces candidato, que no superaba los cuatro puntos en las encuestas, respondió con sorprendente soltura: “Si los adoptantes le van a dar amor, ¿qué problema hay?”. Ocho años después, se sancionaba la ley de matrimonio igualitario. En ese entonces, me generó sorpresa la respuesta de un candidato al que veía tímidamente como una opción válida contra el viejo noventismo, pero que sabía que no gozaba de grandes chances. Bajo ese endeble concepto me inmiscuí en el apoyo, como un simple adherente a la posibilidad del Presidente patagónico. Luego escuché con gran atención el discurso inaugural. Néstor hablaba de que era hijo de las Madres y las Abuelas, de la generación diezmada, de una Argentina normal. Se veía en el Congreso a presidentes que, por esos años, uno no acostumbraba a ver por estas tierras. Chávez, Fidel, Lula. También creí ver a Estela de Carlotto muy cerca de la familia del flamante presidente; y fue mucha la sorpresa de que la Abuela a la que yo había acudido pocos meses antes para conocer mi identidad –que hasta ese momento no tenía, era solamente una firme sospecha– estuviera en ese lugar. Lo anecdótico fue descubrir meses más tarde, ya con mi identidad, que no se trataba de Estela, a pesar de la similitud de sus cabellos, sino de la madre de Cristina, Ofelia.

Las primeras palabras con Néstor fueron en una reunión en su despacho, luego del acto de la ex ESMA, a la que asistimos con Abuelas, Madres y Nietos. Néstor recibía y saludaba a cada uno de los invitados. Me tocó entrar último y Néstor me dijo: “Alicia (Kirchner) me habló muy bien de vos”. No fueron palabras de una tremenda épica para plasmar en un libro, pero para mí fueron palabras de amor, de protección, de cuidado. Eso es lo que sentí todas las veces que estuve con Néstor.

Durante los largos días de búsqueda de mi identidad, durante el 2003, tuve un temeroso llamado de alguien al que no veía ni hablaba hacía siete años, el apropiador. Esta persona sabía que yo estaba con dudas sobre mi origen. Especuló y quiso intervenir o interrumpir el camino de la verdad. Me preguntó quién sabía de mis dudas. Con temor, pero con absoluta firmeza, le espeté, elevando la voz: “Lo saben Estela de Carlotto y Néstor Kirchner”. Yo no conocía al presidente, pero fue una mentira piadosa para cubrirme. Necesitaba la protección de alguien, ante la impunidad de la máquina del mal que tanto daño causó a nuestro pueblo. No me equivoqué, Néstor me cuidó. Y lo sigue haciendo.

Tengo el privilegio de haber tenido una relación intensa con Néstor, pero que no deja afuera a ninguno de nuestra generación, hayan hablado con él o no. El fue mucho más que una gran referencia, fue nuestro protector, el padre de todos nosotros. Desde el recuerdo, la emoción y la memoria, me atribuyo que fui como un hijo para Néstor, y con mayor firmeza aseguro que Néstor fue el papá que nunca pude tener. Varias veces repitió en mi presencia que mis papás tenían 17 y 19 años respectivamente. Lo hacía para caracterizar las atrocidades cometidas por la sangrienta dictadura, lo hizo para explicarle a un funcionario despistado lo que significó esa época. Aunque también creo que lo hacía para decirme entre líneas, “Juan, Cristina y yo los vamos a cuidar”. Así fue con Néstor, y así es en la actualidad con Cristina.

A dos años del 27 de octubre, podemos aseverar que ese día pasó a la inmortalidad, como sucede con los grandes de la historia. Esta idea no pretende ser usada mecánicamente conformando un discurso de repetición permanente y constante, llegando al estatus de frases hechas y comúnmente utilizadas ante hechos similares. Por lo contrario, creo con ímpetu que las ideas superan a las personas, que los ejemplos, los hechos concretos y las acciones perduran, se eternizan en los pueblos, cuando se los hace bien. Esa es parte de la explicación de por qué miles y miles de jóvenes de distintos puntos del país nacen al interés político a instancias de Néstor y Cristina. Los jóvenes son el grupo etario más combativo ante las injusticias. Los jóvenes son los más permeables a los cambios, los menos atados a los compromisos preexistentes de negociaciones dudosas donde se bajan las convicciones. Néstor fue joven, fue transgresor, fue revolucionario para nuestra época y apuntó con su mira al horizonte, diciendo “Cambio es el nombre del futuro”.

Entrada la madrugada de una noche de invierno de 2010, luego de una sobremesa, con algunos compañeros de La Cámpora, pudimos escuchar de su boca una promesa autocumplida en la actualidad. Néstor dijo que no quería ser el último de lo viejo sino el primero de lo nuevo. Son muchas las veces que pienso acerca de la felicidad que debe tener, de ver las acciones transformadoras de Cristina, sus debates, su tarea ejemplar. Son muchas las veces que pienso que nosotros estamos cumpliendo ese legado de lo nuevo. De algo estoy muy orgulloso, colectivamente estamos cumpliendo la tarea encomendada, lo que antes hacia él. Estamos cuidando a Cristina.

Es ella, es ella..., decía infinidad de veces. Lo sabía desde hace muchos años. Era ella, la del 55 por ciento, la de YPF, la de la ley de medios, la del matrimonio igualitario, la del Código Civil y Penal, la de la ley del Peón Rural, la de la ley de tierras, la que va a liberar nuestra patria. Indiscutiblemente, Néstor tenía razón. Es Ella.

Gracias Néstor, Fuerza Cristina.

* Presidente del bloque de legisladores porteños del Frente para la Victoria.

Por Carlos Tomada *

Marcó el rumbo

Valor y valores. Sensibilidad. Proyección social. Y solvencia política. En estas convicciones está basado el legado ideológico de Néstor Kirchner. Porque en sintonía con el poema de Joaquín Arieta que tanto lo conmovía, Néstor trazó el camino, marcó el rumbo, emocionó nuestras almas y cumplió con su deber de hombre.

Lo hizo con ideales, pero con los pies sobre la tierra. Y en forma concreta ¿alguien podía imaginar hace diez años que en la Argentina íbamos a discutir la distribución del ingreso, del conocimiento y de la palabra como lo estamos haciendo hoy?

Primero revalorizó el trabajo. Confrontó para romper la exclusión y fomentar la inclusión. Dejó atrás la lógica del ajuste permanente e impulsó el tránsito para crecer. Desde abajo hacia arriba. Contradiciendo las nefastas teorías del derrame que sólo nos inundaron de decadencia. O fortaleciendo el debate para la igualdad. Construyendo un proyecto que tiene su matriz en el peronismo y su identidad en la justicia social. Con la contundencia de los hechos: más de doce millones de argentinos tienen hoy derechos que no tenían antes del 25 de mayo de 2003.

Muchísimas iniciativas, leyes y logros definen la figura de este hombre que desde la presidencia hizo mucho más de lo que prometió. Basta con escuchar los cánticos de la militancia. Esos que dicen que Néstor no se murió. Que vive en el pueblo. En los jóvenes que se acercaron a la política por (para) escucharlo. En las conquistas que hay que defender. Pero también en el resentimiento que exponen quienes representan los intereses antipopulares. En las banderas de Perón y Evita. En la tarea militante de cada día. En la gestión de todos los días. En las políticas que hoy se profundizan. Y en el proyecto que él inició y que, desde hace cinco años, con la misma firmeza y vocación, lleva adelante Cristina.

* Ministro de Trabajo de la Nación.

Por Horacio R. González *

La política

La República Argentina atraviesa una etapa de grandes transformaciones, iniciada en 2003 por Néstor Kirchner, ubicando a la política en el centro de las grandes realizaciones.

Con Néstor Kirchner se reanudan en la patria las políticas que permitieron a nuestro pueblo un crecimiento material y social, recreando la autoestima y un compromiso que se ha consolidado con la inclusión de aquellos sectores postergados de nuestra comunidad.

Decía el general Perón: “El deber de todo gobernante es servir a la Nación y a su pueblo con realizaciones efectivas”. Néstor Kirchner cumplió sin dudarlo con esta premisa, como valor irrenunciable de un hombre de bien al servicio de una causa, que es la causa del pueblo argentino.

El Estado peronista, como nos mostrara su fundador, no es solamente el Estado liberal. Es, además, el conjunto de las organizaciones de la comunidad.

Néstor Kirchner entendió y nos mostró un sistema de participación en la toma de decisiones. Sistema que no es como piensan los liberales, para quienes participar significa que el hombre esté presente, oiga y hable. El nos invitó a integrar el sistema de participación donde participar es decidir de verdad.

En los encuentros que mantuve con él, conocí a un hombre preocupado y ocupado por la Argentina. Un verdadero estadista, apasionado en proyectar políticas de Estado para los futuros veinte años.

Néstor Kirchner fue un conductor con la capacidad de transformar la realidad y que supo, como nadie hasta entonces, marcarnos el camino por donde debíamos transitar en pos de una Nación justa y soberana.

Nuestra reunión y nuestra unidad es lo que hace que el enemigo se divida.

Unidos y organizados, acompañando en esta etapa de profundización de una Argentina con inclusión, conducida por nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cumpliremos con esa promesa no escrita, entre la militancia y Néstor, que dejara su vida por defender los grandes intereses nacionales, y demostrarnos que la Argentina es el hogar de todos.

* Presidente de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires.

Por Martín Sabbatella*

El ejemplo de un militante

Hace dos años despertábamos con una de las peores noticias que podíamos recibir. Fallecía el ex presidente Néstor Carlos Kirchner, el dirigente más popular, audaz y transformador de los últimos tiempos. Su irreverencia, su tosudez, su humor, su carisma y su capacidad de acción política dejaban paso demasiado temprano a un dolor agudo y profundo, que se extendía a lo largo de todo el país y se hacía más hondo nada menos que en la Presidenta de todos los argentinos y las argentinas, su compañera Cristina Fernández de Kirchner.

Corrían tiempos duros, con la perspectiva de comicios presidenciales en menos de un año y una oposición envalentonada en recuperarle al establishment los privilegios perdidos. Pero esos dolorosos días de duelo, con todo un pueblo expresando una angustia que excedía cualquier cálculo, fueron muestra cabal de lo que Néstor y Cristina habían logrado construir en pocos años a fuerza de audacia, convicciones y militancia. Posiblemente, la miopía y la soberbia les hayan impedido a más de un necio comprender el significado último del llanto de ese pueblo o la potencia y la fortaleza de esa Presidenta que, abrazada a sus dos hijos, agradecía a cada uno de los que entrábamos a darle el último adiós a su compañero de la vida. “Si hasta el cielo se ha puesto a llorar”, dijo uno parafraseando el tango, mientras corría al lado de los autos oficiales camino al Aeroparque.

Kirchner merecía ese llanto colectivo de quienes lo queríamos y el silencio –aunque fuera forzado y por pocos días– de quienes lo habían denostado. Hizo todo lo que hay que hacer y más, para ser querido de ese modo tan intenso y ser respetado por su pueblo como uno de los grandes presidentes de Argentina. Desafió poderes y modales; pero no cualquiera, ni por puro capricho. Se enfrentó, con la perseverancia del convencido y la paciencia del que quiere ganar sin dar ventajas, a quienes resistían la recuperación de derechos humanos esenciales, a través del desmantelamiento de la matriz de desigualdad impuesta en la dictadura y consagrada en los ’90.

Con Néstor y Cristina, los argentinos y argentinas recuperamos el valor de la palabra política y la importancia de lo público como algo de todos y no de unos pocos; volvimos a creer que la justicia, la producción, el desarrollo, el trabajo, la distribución de la riqueza, la inclusión y la integración eran horizontes posibles y no meras utopías que, en el mejor de los casos, debíamos soñar sin conseguir. Que cada uno de esos valores se traducía en políticas públicas y en resultados concretos, tangibles, que transformaron para siempre la vida de millones de personas.

A dos años de esa dolorosa despedida, Néstor vive en el corazón de su pueblo. Su ejemplo cala fuerte en la vida de los argentinos y argentinas y orienta el día a día de quienes formamos parte del proyecto nacional, popular y democrático que conduce Cristina. Es el ejemplo de un militante que llegó a presidente de la Nación con la decisión de no dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Y que cumplió con creces ese mandato. El ejemplo de un hombre simple y franco, que estuvo junto a su pueblo y que dedicó sus mejores horas a construir una Patria más justa, más solidaria, más democrática; una casa grande en la que la felicidad no fuera un privilegio, en la que los derechos no fueran un lujo y en la que el amor y la solidaridad primaran sobre el odio y el desprecio.

Ese hombre, su alegría, su compromiso y su energía transformadora están y estarán presentes para siempre en el pueblo argentino.

* Frente Nuevo Encuentro. Presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca).

Por Julián Andrés Domínguez *

El presidente militante

Como San Martín, como Rosas, como Yrigoyen, como Perón, Néstor Kirchner marcó un antes y un después en la historia argentina. Fue el que recuperó la esencia del peronismo como herramienta de cambio incluyente. El que retomó los estandartes de los grandes principios de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social. El que reivindicó la Política, con mayúscula, como vocación de servicio.

Antes de Néstor la sociedad descreía de la política, y los jóvenes se movilizaban para expresar su desconfianza en la dirigencia argentina. El presidente Kirchner rescató los valores de la política como instrumento de transformación de la realidad del pueblo. Hecho que facilitó que los jóvenes se movilicen convocados por un proyecto que no sólo les permite soñar con un futuro mejor, sino vivir en un presente mejor.

El presidente Kirchner llegó con la convicción de que para salir de la ciénaga en que se encontraba el país había que subvertir el orden establecido. Enunciarlo es fácil, decía Perón, lo difícil es llevarlo adelante. Y vaya si Néstor supo llevarlo adelante. Tuvo el coraje y la inteligencia de llevarlo adelante.

Se enfrentó al monopolio comunicativo que dominó el país por décadas y que ponía a la democracia y a los elegidos por ella de rodillas, y que aún hoy sigue resistiéndose a acatar las leyes votadas por los representantes del pueblo. Puso fin a la privatización de la seguridad social. Anuló las leyes que impedían que la Verdad y la Justicia alcanzaran a los genocidas de la dictadura. Terminó con la sumisión incondicional a los organismos internacionales de crédito, y así nos devolvió la independencia económica. Encabezó el no al ALCA en Mar del Plata, y así nos devolvió la dignidad y la soberanía política.

El presidente lo hizo prácticamente desde cero, con lo nuevo. Por eso tantos jóvenes se sienten identificados con Néstor. Por eso los que añoran el viejo orden se resisten a ampliar los derechos de los jóvenes. Pero, ¿cómo despojar a los jóvenes de la representación de lo nuevo?, si son la marcha peregrina de un sueño de país propio, originario, del ser argentino. Con nuestros errores y aciertos, con nuestras desilusiones y nuestras convicciones, pero nuestro, argentino del aquí y ahora.

Si la juventud fue reincorporada a la política a partir de 2003, son las organizaciones juveniles las que encarnan los signos de esta época. De eso se trata el trasvasamiento generacional, el sueño de Perón que Néstor forjó y que Cristina está cumpliendo.

Hoy se cumplen dos años desde que el compañero presidente Néstor Kirchner nos dejó. Su pérdida nos sigue doliendo, pero no nos perturba. En lo personal, lo recuerdo como el que reconcilió la palabra con la acción y como responsable de que el peronismo siga siendo en la sociedad argentina la opción de lucha por los más pobres, por la democracia, por la Argentina, por la Nación y por la Patria.

Por todo esto, en la certeza de que a nuestros hijos gracias a Néstor les vamos a dejar un país mejor del que recibimos de nuestros padres, por lo que resta por hacer, Néstor estará siempre en la memoria y gratitud del pueblo argentino, y será la bandera que nos oriente el camino a seguir.

* Presidente de la Cámara de Diputados de la Nación.

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