EL PAíS › OPINION

Diez puntos

 Por Sergio Urribarri *

Como millones de compatriotas, estoy convencido de que la Argentina ha tenido enormes avances sociales, económicos y educativos que hoy nos abren un nuevo y gran futuro. Y por ese futuro somos responsables.

Lo primero es asegurar que el próximo recambio presidencial no signifique una vuelta atrás en los logros más importantes de los últimos doce años.

¿Por qué? Porque son la base para acometer ese gran futuro que tiene la Argentina toda vez que consiga hacer foco en los temas realmente relevantes: energía, producción de alimentos, reinventar el país federal con oportunidades en todas las regiones, consolidar bien nuestra política de intereses internacionales y, la más importante de todas, repensar y relanzar nuestra educación.

Esos son los trazos en los que Argentina debe centrar su acción para convertirse definitivamente en un país de oportunidades, justo, equilibrado y próspero para todos los argentinos.

Dar un impulso a la educación de calidad.

Hay que llamar la atención en toda la Argentina sobre la importancia de una educación de calidad para todos. Y para eso hay que lanzar y sostener el desafío de reconstruir un sistema tan prestigioso como el que nos distinguiera en el mundo hasta el siglo pasado.

Hoy, luego del extraordinario impulso dado por Néstor y Cristina a la infraestructura, a la tecnología y al financiamiento educativo, ese objetivo de calidad está mucho más cerca y sería un enorme error y una falta de compromiso patriótico no hacer ahora un esfuerzo para profundizar la calidad, garantizando los principios básicos de igualdad, gratuidad, universalidad, laicidad, como lo pensaron los fundadores de nuestra patria. No queremos una educación de primera y otra de segunda. La escuela privada debe ser una opción y no una presión para los padres que sienten que ahí está la mejor educación para sus hijos.

Es claro que el de la calidad educativa es un proyecto muy difícil. Pero digo que si encontramos las herramientas que la garanticen será más fácil. Y los alumnos deben contar con programas exigentes, bien diseñados, llevados adelante por docentes formados y preparados para ese objetivo.

En esa educación que imagino, no debería haber problemas en pagarles bien a los docentes, ya que serán los mejores. En ese sentido, sigo con interés las reformas a la educación que está haciendo Correa en Ecuador. Particularmente sobre el punto de capacitación docente, ya que tener buenos maestros es lo que en definitiva garantiza tener buenos alumnos y, por ende, una educación de calidad.

Hace poco le conté a la Presidenta mi idea de generar una Universidad Nacional de la Educación. Pienso en un sistema educativo donde los docentes tengan título universitario. Y donde los docentes de esa universidad sean los mejores docentes del mundo que podamos conseguir.

Y pienso en esa universidad de la educación extendida y organizada en todo el país como el núcleo que irradie los vientos de cambio y de calidad que nuestro país necesita en ese campo. Esos cambios también deben lograr impactar en la organización de la escuela argentina.

Todo pensando en dar un mejor soporte a ese milagro de transferir conocimientos, valores y experiencias que ocurre todos los días en las aulas de nuestro país. Siento que la educación debe encontrar el inicio de una espiral virtuosa que luego resulte indetenible. La exigencia en la escuela aparece así como una necesidad y como una obligación.

Y yo creo además que es un verdadero acto de amor para con nuestros jóvenes. Como dice James C. Hunter, la medida del amor no es el sentimiento, sino el tamaño del sacrificio que se está dispuesto a hacer por el otro. Y ese sacrificio de la Argentina por sus jóvenes es llevar desde 2016 a diez puntos del PBI el presupuesto para financiar lo que llamo el Esfuerzo Nacional por la Educación de Calidad para Todos.

* Gobernador de la provincia de Entre Ríos.

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