EL PAíS › DURO DEBATE POR LOS SUPERPODERES

Gritando y enojados

La sesión en el Senado duró ocho horas y dejó oír durísimos ataques, pese a la mayoría oficial.

Las ocho horas que llevó la aprobación de las “atribuciones especiales”, o superpoderes, como los llama la oposición, fueron un cruce verbal de un voltaje pocas veces visto en la Cámara alta. Las acusaciones fueron de tal dureza que los radicales rompieron su parsimonia y abandonaron el recinto cuando hablaba la primera dama. El enfrentamiento no deja de llamar la atención si se tiene en cuenta la cómoda mayoría que el kirchnerismo tiene en el Senado. Lo que se reflejó cuando llegó el momento de votar la iniciativa de la Rosada. Treinta y siete senadores la apoyaron y sólo seis se opusieron. Para el senador radical Ernesto Sanz, la sesión de ayer “es el comienzo de la campaña electoral del 2007. La está probando a Cristina Fernández de Kirchner como candidata, por eso el Senado se convirtió en el principal escenario”.

El titular de la bancada radical dijo que así se explica que la televisora estatal haya transmitido en directo toda la sesión. Cuando se le recordó que sus palabras también fueron televisadas, Sanz retrucó que “el objetivo era transmitir sus largas intervenciones”. Aun así, admite que la TV tuvo su efecto: “Me llamaron muchos radicales de todo el país para decirme que compartían nuestras palabras. No le voy a decir qué peronistas también me llamaron para no comprometerlos, pero me quedó claro que se sintieron identificados porque dije cosas que le hubiera gustado decir a ellos”.

Para cuando el radical jujeño Gerardo Morales levantó el brazo para decirle a la primera dama “votala vos a la ley”, el oficialismo tenía el quórum justo. Eran las 0.30 y hacía minutos que habían llegado dos senadores, sacados de las camas en las que se reponían de distintas enfermedades, el santacruceño Nicolás Fernández, de rostro desencajado, y la santiagueña María Castro. Algunas ausencias en la bancada mayoritaria no dejaron de llamar la atención. Faltaban, por ejemplo, el chubutense Marcelo Guinle y la salteña Sonia Escudero, que habían reconocido disidencias parciales con el proyecto del Gobierno. En el caso de Escudero, sus asesores habían adelantado que tenía compromisos en el exterior. Algo similar al caso del opositor Rodolfo Terragno, que en el mismo momento en el que se discutía una iniciativa que criticó con dureza, participaba de actividades académicas fuera del país. El único oficialista que defendió su disidencia fue Marcelo López Arias, que apuntó que era necesario que la iniciativa contara con alguna limitación en las atribuciones del jefe de Gabinete. Entre quienes votaron por el rechazo, estuvieron Rubén Giustiniani, del socialismo; Carlos Rossi, del partido vecinalista del cordobés Luis Juez; Ricardo Gómez Diez, del Partido Renovador Salteño alineado con el Pro; la catamarqueña Marita Colombo, del Frente Cívico; el sanjuanino Roberto Basualdo, alineado con Adolfo Rodríguez Saá, y la miembro del bloque mayoritario, la correntina Isabel Viudez.

Viudez había adelantado a los opositores que no se retiraría a pesar de votar en contra, cosa que hubiera hecho caer el quórum y fue evaluada por la oposición hasta el momento de la votación. El oficialismo no estaba inactivo. Jorge Capitanich y Mario Danieli preguntaron a Rossi y Giustiniani si pensaban retirarse con los radicales. Todo, mientras la senadora Fernández de Kirchner cerraba su discurso criticando fuerte al radicalismo por defender a Raúl Alfonsín. “No me vengan a hablar de antipersonalismo. El antipersonalismo era el de (Hipólito) Yrigoyen”, dijo la primera dama, colocando a Alfonsín en la corriente que encabezó Alvear.

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La senadora Kirchner habló larga y ácidamente.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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