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Carlos Menem sembró vientos y ayer obtuvo la respectiva cosecha de tempestades. Luego de que el ex presidente le dijera a un diario chileno que Eduardo Duhalde era un “inepto” y que consideraba “pésimo” su plan económico, el Gobierno preparó una respuesta a tono. Medida en el caso de Duhalde quien habló elípticamente de los comentarios “desestabilizadores” contra su gestión. En cambio, conforme a la estrategia delineada por la Rosada, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, sí se refirió a Menem y a sus declaraciones “desafortunadas”, según las calificó. “No aceptamos presiones de ninguna naturaleza”, expresó el funcionario. La jornada estuvo marcada por los cruces entre menemistas y duhaldistas en las segundas líneas y la incómoda situación en la que quedó el ministro de Turismo y Deportes, Daniel Scioli, un incondicional del ex presidente que participa del Gobierno.
Obviamente que el clima en la Rosada contra Menem era el peor. En Gobierno ubicaban al ex presidente como una de las caras de los lobbies empresariales que buscaban desestabilizar y venían ejerciendo presiones para que se dé marcha atrás con las reformas económicas. La acusación tiene base en algunos datos concretos.
Se sabe que antes de dar esa entrevista al diario El Mercurio, Menem conversó sobre el nuevo paquete económico con empresarios locales como Gregorio Pérez Companc, con empresarios extranjeros como el director de Repsol YPF, el español Alfonso Cortina, más un puñado de banqueros, todos enojados por las medidas anunciadas por Duhalde, tal como reveló ayer Página/12. Luego de esos contactos, el ex presidente tomó impulso y atacó al actual gobierno, no sólo por el enfrentamiento histórico que mantienen, sino también por haber optado por la devaluación cuando él desde hace tiempo propone la dolarización.
En defensa de Menem salió de nuevo su sobrino, Adrián Menem, quien se cruzó por radio con la diputada duhaldista Mabel Müller. Adrián Menem insistió con algo que había dicho su tío, acerca de que los saqueos que provocaron la caída de Fernando de la Rúa fueron manejados desde la provincia de Buenos Aires, en referencia a Duhalde, Carlos Ruckauf y hasta a Raúl Alfonsín.
“Es sospechoso que la violencia se haya terminado de un día para el otro”, deslizó el diputado Menem. “Adriancito”, lo cruzó Müller, “yo te recuerdo que dejó de haber violencia después de 30 muertos. Lo que hicimos en la Asamblea Legislativa fue para aportar a la pacificación del país, para ver cómo empezamos a reconstruir entre todos juntos esta Argentina totalmente destruida”, agregó la diputada duhaldista. Y dijo que lo del ex presidente tenían que ver con “su afán de protagonismo”.
Adrián Menem adelantó que el menemismo no apoyará en el Congreso todos los proyectos que envíe el Ejecutivo sino sólo “las leyes que le hagan bien al país y sean beneficiosas para la gente. No votaremos aquellas medidas que a nuestro entender sean volver al pasado”. A lo que Müller respondió que “cualquier argentino bien nacido se queda a poner el hombro en el país en un momento de crisis y, de última, si tiene que estar en el exterior para acompañar a su nueva esposa que cierre la boca”.
El tema fue elegantemente esquivado por el vocero Eduardo Amadeo, quien habló de la operación desestabilizadora que sufría el Gobierno. Pero cuando le preguntaron por las declaraciones de Menem o por la situación de Scioli respondió: “No voy a hacer ningún comentario ni hablar de ningún tema que no sea el de esta conferencia de prensa”. La conferencia era por los nombramientos de los ministros de Salud y de Desarrollo Social.
Quien asumió la voz del Gobierno fue Capitanich, ya que Duhalde resolvió que no le respondería directamente al ex presidente. El jefe de Gabinete calificó las expresiones como “desafortunadas” en un momento que se necesita “reflexión y calma”. “Es necesario que todos los argentinos, sin excepción, colaboren con el país aportando ideas y evitando declaraciones que puedan conspirar con la imagen de la Argentina”, fue el mensaje que le envió Capitanich a Menem.