EL PAíS › KIRCHNER LE TIRA REDES A MOYANO

Operativo rescate

Tras la batalla de San Vicente, el mandatario trabaja para evitar la caída del titular de la CGT. Ya le hizo saber que deberá cambiar su estilo de conducción para neutralizar nuevos costos políticos a la Casa Rosada. Los contactos de sindicalistas y funcionarios. Los reproches. La postura de Duhalde.

 Por Diego Schurman

Aunque pueda resultar rimbombante y hasta exagerado, algunos habitantes de la Casa Rosada ya lo caratularon como Operativo Rescate. Es el que impulsa Néstor Kirchner para evitar la caída de Hugo Moyano tras la batalla campal de San Vicente. Eso sí, se puso en marcha con el mayor sigilo y a cuentagotas, porque la ayuda del Presidente viene condicionada a un cambio de conducta del camionero, tan víctima como responsable de los incidentes durante el traslado de los restos de Perón. “La mejor manera de colaborar es no desestabilizarlo y recordarle que es hora de modificar algunas actitudes patoteriles”, dijo a Página/12 uno de los funcionarios que más horas comparte con el mandatario.

Fue el propio Moyano el que apeló a la caridad oficial luego de percibir cómo la pelea entre camioneros y albañiles había deteriorado su autoridad. “Le pegaron a la CGT para pegarle a Kirchner”, dijo en la semana, acaso para fortalecer una sociedad que veía en riesgo. El sindicalista fue uno de los paladines de la teoría conspirativa que poco después asumiría el Presidente en el acto de José C. Paz.

Aunque hay interés en supuestos responsables intelectuales de los disturbios, en la Casa Rosada evalúan los incidentes con un ábaco en mano. Puede ser una exageración, pero un funcionario llegó a comparar el costo electoral de la batalla de San Vicente con el que produjo el cajón de Herminio en 1983.

–Se viene un año de elecciones y estos tipos vuelven a asociar al peronismo con una parte de la historia que nos avergüenza –razonaron muy cerca del Presidente.

Kirchner había avisado. Vale la pena recordar lo que Página/12 publicó el domingo pasado sobre las condiciones que impuso para ir a San Vicente. “Kirchner se comprometió a asistir sólo una vez que Hugo Moyano le garantizara que no habría exaltación del cadáver del General ni peleas de cartel.” Este último requisito no se cumplió.

La CGT supo rápidamente del enojo oficial. Pero en medio de tanta tensión, Julio Piumato se tranquilizó al encontrar en Carlos Zannini un funcionario indulgente. El secretario de Legal y Técnica le dijo al dirigente gremial moyanista que no cree en las casualidades y apuntó hacia el duhaldismo. Kirchner y los sindicalistas entonaron durante toda la semana la misma melodía.

Puertas adentro, los ánimos trasuntan caldeados. “Va a haber un poco de frialdad con la CGT, el Presidente quedó recaliente –jugó a los climas un estratega de la Rosada–. Pero no le vamos a soltar la mano. Ninguno de nosotros está imaginando a Moyano en la vereda de enfrente”, reconoció sin ambages.

Hay cierta tendencia a las comparaciones históricas, y eso se vio en las crónicas de esta semana. Predominó la búsqueda de equivalencias entre Ezeiza del ’73 y los incidentes del martes. Como mínimo, resultó forzado: aquella disputa entre la izquierda y la derecha peronista poco tuvo que ver con la pelea intestina del sindicalismo ortodoxo.

En la Casa Rosada no apelaron al archivo para entender el presente sino que se valieron del más absoluto pragmatismo para avizorar el futuro.

–¿Si sale Moyano quién va de titular de la CGT? ¿Barrionuevo? ¿Los gordos? Por favor, dejemos la cosas como están –fue la manera más gráfica de explicar la paciencia oficial con el líder camionero.

Barrionuevo y los “gordos” fueron al menemismo lo que Moyano es al kirchnerismo. Por eso el Presidente les desconfía.

Far West

El rescate del camionero no vendrá de la mano de gestos ampulosos o discursos grandilocuentes. Se hará manteniendo la agenda de siempre pero exigiendo un cambio de “lógica” en el comportamiento del sindicalista. “El matón que disparó era de su gremio. Esa inclinación a las acciones patoteriles no va más. Una cosa es defender el derecho de los trabajadores, otra es creerse que está en el Far West”, dijo un hombre que suele asesorar al Presidente.

La idea de remozar el estilo de Moyano también se escuchó en boca de Andrés Rodríguez. El dirigente estatal fue otro que buscó línea en el Gobierno. Llamó a Alberto Fernández, a quien conoce de sus andanzas en el peronismo porteño. El jefe de Gabinete y el sindicalista tienen un discurso calcado y se entienden como pocos.

Julio De Vido también prestó sus oídos a la CGT. El ministro de Planificación no obra con perfidia cuando de sindicalistas se trata. Y hay una versión, que en la Rosada se obstinan en desmentir, sobre una conversación entre Moyano y Kirchner. Como fuera, el nombre de Eduardo Duhalde predominó en ese cúmulo de contactos con la Rosada. Al ex presidente le apuntaron en masa a la hora de identificar al autor intelectual de los incidentes.

Puede que prevalezca cierta linealidad en el análisis, pero al menos resulta verosímil: la seccional La Plata de la Uocra, que comanda Juan “Pata” Medina, tiene la suficiente autonomía como para haber respaldado a Chiche Duhalde cuando el gremio a nivel nacional se inclinó por Cristina Kirchner. Medina y sus albañiles fueron quienes libraron la batalla con los camioneros por el dominio territorial en el acto de San Vicente.

“No inventen nada, está todo en la tele”, hizo llegar el reproche Eduardo Duhalde, por estas horas abocado a terminar un libro sobre sus memorias. El ex presidente y Chiche siguieron la batalla por televisión desde su casa de Guernica.

“Es un tema de barrabravas. No hay que darle vueltas al asunto. Nadie conspira. Fue un grupo de la Uocra de La Plata que responde al Pata Medina”, consignó.

–¿Y Medina no le responde?

–Esa es otra falsedad. Medina es una manija suelta. Nos volvía locos cuando estábamos en el Gobierno. Nos apretaba. El estuvo el 25 en la Plaza de Mayo. Kirchner y el Negro Moyano señalan al duhaldismo para eludir sus responsabilidades y no dejar al descubierto que no pueden conducir a desbocados. Lo que pasó en San Vicente es lo que pasaría en una cancha sin policías. Es como dejar la seguridad de un River-Boca en manos de el Rafa Di Zeo.

La ausencia de policías en la quinta le sirvió a Aníbal Fernández para castigar a Felipe Solá. Hubo en esa crítica tanto de sentido común como de interés: el ministro del Interior quiere suceder al gobernador en el cargo pero éste ya trabaja para que la Justicia habilite su reelección.

Sobre la embestida contra Moyano, en la CGT lucubran diversas teorías. Una ubica el interés de un multimedios, aparentemente disgustado por el respaldo que el sindicalista brindó a los trabajadores durante un conflicto gremial. Otra hipótesis pone el acento en los grupos económicos alterados con la incidencia del camionero en el Parlamento a través de su asesor legal, el ahora diputado Héctor Recalde.

En reuniones fuera de protocolo, Carlos Tomada debió explicar a los CEO de varias firmas que las leyes de Recalde no son las del Gobierno. No obstante, el ministro de Trabajo también les dejó en claro que no hay forma de volver al festival de contratos basura y otras normas flexibles que fueron un distintivo de la década pasada. El recelo empresario con Moyano quedó patentado en Córdoba, durante la convención de la Unión Industrial Argentina, donde Tomada debió reiterar en público lo que ya les venía diciendo en privado.

El funcionario sabe como pocos el sosiego que significa la alianza oficial con Moyano, en especial cuando, a principios de año, el aumento del 19 por ciento logrado por los camioneros sirvió como techo para las paritarias de otros gremios, evitando así que se dispare la inflación.

Una garantía

La CGT abonó la idea de un complot del establishment internacional, con epicentro en Estados Unidos, probablemente con menos convencimiento que interés por desviar la atención sobre las responsabilidades. Kirchner debió achicar el paño en La Pampa y salió a pedir una autocrítica a quienes protagonizaron un papelón tan grande que hasta fue consignado por los principales diarios del mundo.

“Cuando el Presidente habló de la irresponsabilidad, habló de todos. Nunca más puede suceder esto, estos tipos son una máquina de hacer cagadas”, se rindió al lenguaje coloquial un ladero K.

–Pero el Gobierno los apoya.

–Moyano tiene dos responsabilidades: no haber previsto el kilombo y no haber controlado a su tropa. Pero ojo, que también es víctima y nosotros vamos a colaborar para que no se lo coman.

La defensa del Gobierno a Moyano es también una autoprotección. Un testigo escuchó en el palco de San Vicente cómo Eduardo Camaño decía que la batalla campal era el principio de una feroz interna que iba a tener su continuidad en la próxima reunión del PJ. No es otra cosa que la histórica pelea intestina para ver qué precandidato peronista se queda con el aparato. Evidentemente, Camaño, quien respalda a Roberto Lavagna desde la agrupación El General, quiere llevar agua para su molino.

El gesto más elocuente de ayuda a Moyano se vislumbró el jueves en Mar del Plata. A menos de 48 horas de los incidentes, el secretario de Transporte, Ricardo Jaime, se fotografió con el camionero en un plenario gremial celebrado en Mar del Plata. “A eso me refiero cuando me preguntan cómo lo vamos a ayudar. Esa reunión estaba programada de antes y no se nos pasó por la cabeza suspenderla. Si hubiéramos hecho lo contrario estaríamos facilitando su caída. Eso nunca”, contó un ministro a este diario.

Está claro que no es únicamente un tema de empatía. Kirchner ha incorporado al moyanismo dentro de su estructura de Gobierno, garantizándose mucho más que la paz social: hace tiempo que los sindicalistas de ese sector, con Moyano a la cabeza, pregonan la reelección del Presidente.

La continuidad de la actual gestión sería también la de sus hombres. Juan Rinaldi, abogado del gremio de camioneros, está al frente de la Administración de Programas Especiales (APE), que maneja un presupuesto de 350 millones de pesos. Jorge González es el número dos de Transporte y quien da curso a créditos blandos para que los empresarios de camiones puedan renovar sus flotas. Son apenas dos ejemplos.

A veces Moyano no delega en terceros esa relación con el gobierno K. Como cuando se sumó al grupo de accionistas del ramal ferroviario Belgrano Cargas. Toda una contradicción para quien venía fustigando a los sindicalistas-empresarios. En esa concesión, que paradójicamente lo convirtió en patrón de sus representados, comparte voz y voto con Franco Macri y Omar Maturano, un ex “gordo” de la CGT reconvertido al kirchnerismo. ¿Hace falta explicar por qué?

La sociedad Kirchner-Moyano se trasluce en el porcentaje que el camionero se queda del impuesto al gasoil supuestamente para capacitar a los afiliados de su gremio. Y también en otra suma millonaria que por ley debería ser utilizada para devolver aportes patronales. Jaime fue mentor de esa caja.

Y hay más. Políticamente hablando, el Gobierno le da protagonismo a Moyano para desplazar de escena a los piqueteros duros o al sindicalismo de izquierda, como el de la ciudad santacruceña de Las Heras, cuya protesta culminó con la muerte de un policía.

Por estas horas, el camionero tenía pensado convocar a una reunión de consejo directivo para que la dirigencia sindical cierre filas detrás de su figura. Algunos sugieren esperar unos días hasta que se calmen las aguas. Excusas para postergar el encuentro sobran: muchos dirigentes partirán esta semana a una cumbre internacional en Viena. Moyano así se daría tiempo para acordar con Kirchner los pasos a seguir.

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El líder de la CGT, Hugo Moyano, trata de atajar las piedras en el acto del martes.
Imagen: DyN
 
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