EL PAíS

Dos miradas sociales, después de la gran marcha

MARIA DEL CARMEN VERDU *.
“Un discurso del miedo”

No polemizamos con familiares de víctimas, pero sí sobre lo que se propone. La mayoría de los reclamos de la marcha del jueves están redactados de una forma políticamente correcta, pero es fácil advertir que son los mismos del manodurismo más clásico y todos son fácilmente rebatibles. En este sentido, nacional e internacionalmente está comprobado que penas más duras no disminuyen la criminalidad. Hay que buscar soluciones a las causas de los problemas. La prevención de los secuestros no pasa por un uniforme a rayas para los presos, ni tenerlos engrillados ni ponerlos a cavar zanjas al costado de la ruta. En el discurso de Blumberg se notó una doctrina sobre la inseguridad que es la que reemplazó a la Doctrina de Seguridad Nacional del Proceso. Este discurso de más represión opera en el miedo de la clase media, se la manipula, se le dice que para no ser asesinada se debe reprimir; es la visión de siempre, que nunca se centra en la prevención. Por otro lado, la condición social de la víctima tiene su rebote social particular, un determinado espacio en la sociedad y una repercusión específica en los medios de comunicación, y en determinados formadores de opinión, que nunca tuvieron víctimas de una clase social más baja. Por último, en el centro de esta visión de mano dura está la clase media, que en la zona norte del Gran Buenos Aires es la misma que subvencionaba los escuadrones de la muerte de San Fernando y Don Torcuato que asesinaban a los chicos de las villas.

Abogada y titular de Correpi.



RODOLFO GOMEZ *.
“Falta inversión social”

La seguridad debe estar dentro de una discusión mucho más amplia, que incluya al rol del Estado, la prevención, la cuestión social, el trabajo, la educación. El Estado debe definir si le importan los chicos. Si dice que sí, debemos asumir todos que bajar la edad de imputabilidad no sirve para nada. Primero debemos trabajar en la educación, en evitar que los chicos sólo vayan a la escuela para comer. Tampoco se puede hablar de justicia si en los hospitales la gente va para morirse, en lugar de curarse. No se puede disminuir los índices de inseguridad si hay miles de padres que no tienen trabajo y que no pueden darles un plato de comida a sus hijos. En realidad, hay que hacer inversión social: en España se destina un millón de euros para un centro de rehabilitación con 26 profesionales y sólo diez chicos, es un presupuesto similar al que el Gobierno destina para todos los institutos de Buenos Aires. Así no hay prevención posible. Si de verdad queremos seguridad, debemos empezar hablando de la policía. Los que nos metemos en los barrios sabemos que sigue habiendo desarmaderos, que todos saben dónde se vende droga, quiénes roban y, sobre todo, que en todos estos hechos está metida la policía. Debemos exigir que la Justicia sea pareja para todos y no que haya un tratamiento para los chicos de clase media y otro para los humildes. Si un pibe pasa todos los semáforos en rojo en una Ferrari es un chico que quiso jugar un rato: si es un pibe humilde seguro lo pintan como un drogadicto.

* Director de un instituto de menores de régimen abierto.

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