EL PAíS › LOS MOMENTOS PREVIOS AL LANZAMIENTO

A la espera de la luz verde

 Por Javier Lewkowicz

Desde Kourou

“Esto sale. Pero ya veo que vamos a una definición por penales”, definieron desde el Invap. El lanzamiento del Arsat-1 tuvo unos cuarenta minutos de nerviosismo, porque las condiciones meteorológicas no estaban dadas. Mientras el CEO de Ariane Space, Stephan Israel, presentador del evento, explicaba que Arsat es un “nuevo amigo” y que Intersat, satélite de los Estados Unidos que maneja DirecTV ya es un “viejo amigo”, la luz verde en la ficha “Meteo” (por meteorología) se volvió roja. Murmullos.

“Bueno, ha surgido algo inesperado. No podemos controlar el clima. Nos quedaremos esperando”, aclaró un empleado de Ariane Space. Se abrió en ese momento una “ventana” de 51 minutos para intentar el lanzamiento. Después de ese momento ya no se podría realizar, porque los satélites, que dan varias vueltas al planeta rápidamente, deben recibir la luz del sol con determinada inclinación. Comenzó la serie de penales.

“¡Qué mala suerte! ¿Viste el día hermoso que era hoy a la mañana?”, decía Luciana, una técnica del Invap. Contó, enseguida, que el despegue anterior, en septiembre, de los satélites de Malasia y Australia, también sufrió demoras por mal tiempo, incluso arrancó el conteo y debió frenarse en tres oportunidades, la última a 16 segundos de comenzar. Finalmente, salió, pero con mucho nerviosismo. Enseguida, otra luz se puso roja, la del Intersat, el satélite norteamericano. “No pasa nada. Y si no es hoy, será mañana, de paso cae 17 de octubre”, se tranquilizaba Norberto Berner, secretario de Comunicaciones. “Los muchachos me preguntaron mucho por qué no salía el 17. ¡Como si nosotros tuviéramos algo con ver con la fecha!”, comentó el funcionario. Guillermina, del Invap, se impacientaba. “Si no sale hoy y se pasa para mañana me mato, ¡voy a tener que cambiar mil vuelos!”

Y entonces se hizo la luz (verde). La cuestión climática mejoró y luego de “resetear” el satélite, también lo hizo la ficha del Intersat. Arrancó a las 18.37 el cronómetro de siete minutos, con algunos “oles” y “vamoooo” de festejo. Cerca del minuto final se abrieron las puertas del Salón Júpiter para presenciar el despegue desde la terraza contigua, con una emoción incontinente en los argentinos.

De diez a cero. Luego, apenas uno o dos segundos más que parecieron eternos. La noche comenzó a iluminarse hasta el punto en el que quedó casi todo blanco. Con un sonido parecido a varias turbinas juntas de fondo, aunque bien a lo lejos, más precisamente a 18 kilómetros de distancia, la luz del despegue se apagaba y los gritos de emoción invadían al grupo. La estela de luz del cohete cruzó todo el cielo hasta que se dejó de ver. De vuelta al salón, todavía festejaban Ignacio Grossi y Ana Caumo, del Invap, y Andrés Rodríguez, de Arsat, dentro de la pecera de operación, con una bandera argentina, al igual que otros colegas, varios entre lágrimas.

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