EL PAíS › ERDOGAN, EUROPEISTA Y DEFENSOR DEL ISLAM

Las dos caras del premier

 Por Fernando Cibeira

Desde Ankara

Mientras Cristina Kirchner estaba reunida con el presidente Abdullah Gul, los canales informativos turcos transmitían en directo el discurso que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan –con quien ella se reuniría un par de horas más tarde– daba en un acto en Estambul, donde volvía a la carga con sus últimas controvertidas iniciativas con las que, a tono con las leyes islámicas, restringió aun más el acceso al alcohol y criticó algunos programas de televisión. En un país siempre en tensión por su mayoría musulmana y la decisión de mantener al Estado laico, la oposición de centroizquierda salió a acusarlo de seguir una agenda secreta que busca instalar el fascismo.

El debate ya se inscribe en la campaña electoral para las elecciones legislativas que se celebrarán en junio. Erdogan lleva más de ocho años como primer ministro y, sin embargo, continúa siendo el político más popular de Turquía, aunque el centroizquierda tiene chances de conseguir el gobierno con una buena elección y formando alianzas con otros partidos. En Erdogan conviven un islamismo nacionalista moderado y el afán pro-occidental de acceder al fin a la Unión Europea. Días atrás sacó un decreto que prohíbe la venta de alcohol a menores de 24 años –aumentando la edad mínima–, igual que en algunos eventos sociales y en los restaurantes que se encuentren cerca de las autopistas. En la misma línea, criticó duramente una serie televisiva que mostraba al sultán Soleiman “el Magnífico” con su harén de mujeres y bebiendo. Hasta los diarios habitualmente favorables al gobierno salieron a criticar “la ola conservadora” que se ve venir tras esos gestos, considerando que pone en riesgo la democracia.

No es la primera vez que se da un debate así en la Turquía de Erdogan. Luego de su triunfo en las elecciones de 2007 se sintió con la suficiente fuerza para reimplantar la posibilidad de que las jóvenes turcas fueran a estudiar con pañuelo en la cabeza, tal como lo lucía su esposa en todos los actos públicos. “Quiere cambiar el día a día de la gente. Es un gobierno que va a dirigir el país al fascismo”, sostuvo recientemente Kemal Kilicdaroglu, del secular y progresista Partido Republicano del Pueblo.

Es una de las caras del premier. La otra es su afán europeísta. El fin de semana pasado sacó una furiosa columna de opinión en la revista Newsweek asegurando que la Unión Europea “necesita a Turquía”, cuyo ingreso a la Zona Euro está trabado desde 2005. “La Turquía de hoy es diferente. Ya no somos un país que esperaría en la puerta de la UE suplicando”, lanzó desde el artículo.

Gracias a esa doble condición de islámico y pro-occidental, Erdogan busca un escenario internacional como mediador entre ambos mundos. Así, luego del 11-S, creó con el español José Luis Rodríguez Zapatero la Alianza de las Civilizaciones, un foro para alentar esos contactos. Luego, junto a Lula, ideó esa frustrada iniciativa para que Irán enriquezca su uranio a través de Turquía. Y, por estas horas, su canciller se encuentra en el Líbano reunido con los líderes de Hezbolá para buscarle una salida a la crisis que hizo caer el gobierno, por lo que no pudo ayer reunirse con el canciller argentino, Héctor Timerman.

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