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Recuerdos de frontera

Paso tiene todas las características de una ciudad de frontera que para nada son ajenas a sus problemas ni a su historia. Los libreños convivieron durante la dictadura con casi todas las fuerzas de seguridad: el Ejército, la Gendarmería, la Prefectura, la Policía Federal y la correntina. Durante todos esos años, cada una de ellas tenía su propio servicio de Inteligencia funcionando a pleno. Por eso, no pocos de sus lugareños pasaron a ser reclutados por los “servicios”. Una situación que la repercusión nacional de la causa sobre el ex centro clandestino de detención empezó a generar algunas sospechas entre ellos mismos.
Antes que terminara la dictadura, el paso fronterizo se convirtió en uno de los lugares predilectos para pasar a Brasil en busca de los novedosos televisores a color. “Había porteños para hacer dulce”, cuentan los libreños sobre esas épocas. Con la llegada de la democracia, por el paso internacional también vio colas de hasta una docena de micros diarios con gente que pugnaba por llegar hasta Uruguayana para pedirle sanaciones al manosanta brasileño Garrincha, “que la plata que juntaba la volvía a dejar en el casino de Paso de los Libres cada noche”, insisten los lugareños que aseguraron verlo muy seguido frente a la ruleta.
Pero con Garrincha volvieron a colarse los recuerdos de la dictadura. El secretario general de la Asamblea Permanente por los derechos humanos de Brasil, Yair Kristche, aseguró en la casa de La Polaca que el “Turco Julián”, uno de los servicios de Inteligencia que estuvo en la zona, era uno de los guardaespaldas de Garrincha, y Uruguayana su refugio hasta poco antes de caer preso.

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