EL PAíS

Nadie sabe mucho, poquito, ¿nada?

 Por M. W.

El paradero de Jorge Julio López continúa siendo una incógnita. Los encargados de buscarlo dicen estar moviendo cielo y tierra pero los resultados son, hasta el cierre de esta nota, irrisorios.

“No desechamos ninguna pista”, confía uno de los más importantes responsables de la pesquisa. “Todas las denuncias se investigan. Hay personas que llaman y exigen hablar con una alta autoridad, sea León Arslanian o el propio gobernador. A nadie se le dice que no. El gobernador ha visitado cantidades de personas, nunca se sabe quién puede fantasear o aportar algo esencial. Algunos comentan hechos que luego se comprueba que no tenían nada que ver. Uno sencillamente exigió la presencia de Felipe para sugerirle que hicieran una batida en Punta Lara. No es que supiera nada, tenía una corazonada”, sacude la cabeza. “Hemos dado vuelta a sospechosos, puesto miles de policías en la calle, no se extrañe que en esta movida desentrañemos otros crímenes, de cualquier otra naturaleza”, dice, jurando que no bromea.

Pero no hay certezas sobre el testigo ausente. Sus familiares, que eligieron el silencio, hablaron a principios de la semana con el gobernador y le pidieron que mediara una entrevista con el Presidente. Solá habló con Néstor Kirchner, quien recibió a los parientes al día siguiente.

En el gobierno nacional priman la mesura y la incertidumbre. Son pocos los funcionarios políticos o de seguridad que consideren que la existencia de una célula terrorista de derecha sea la hipótesis más posible, pero no la desdeñan. Según ellos, tras tantos días de búsqueda y tareas de inteligencia es casi irreal que no surja ningún elemento tangible, ninguna red, ninguna trama imaginable. Un recuerdo del pasado aviva su lectura: a los pocos días del asesinato de José Luis Cabezas se manejaba una hipótesis bastante certera acerca de los móviles del crimen y de la organización que lo ejecutó. Este diario la publicó a los tres días, en nota firmada por Raúl Kollmann. Ahora, a casi tres semanas vista, no hay ni atisbos de un relato verosímil.

A la vez, cualquier ciudadano común (el cronista por ejemplo) puede recelar de la competencia de las fuerzas de seguridad, sobre todo si algunos colegas podrían estar implicados. Todo modo, dicen en provincia, ninguna pista se relega, ningún curso de investigación se obtura.

En los gobiernos nacional y provincial se avizora como crecientemente factible un futuro temido: que López no aparezca y no se conozca el porqué. La incerteza podría ser un designio de un grupo perverso, una prolongación de los efectos aterrorizantes y disciplinatorios de la desaparición de personas, ese delito que ahora, a la chita callando, se quiere desincriminar.

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Imagen: Bernardino Avila
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