SOCIEDAD › EFECTOS DE LA CRISIS Y DE UNA VIDA LABORAL COMPETITIVA EN LAS ENFERMEDADES CORONARIAS

La bolsa o la vida

Una investigación revela que entre los 40 y los 45 años, por cada cuatro infartos que sufren hombres, se produce uno en mujeres. El modelo de “masculinidad hegemónica” y el mandato social de los varones de mantener una situación de poder son los principales factores de riesgo. Las pérdidas financieras y el miedo a quedarse sin empleo aumentan la vulnerabilidad.

 Por Mariana Carbajal

La crisis financiera mundial y su impacto en el país pueden tener consecuencias graves de las que todavía no se habla mucho: “Probablemente estemos en un momento de aumento de la vulnerabilidad coronaria en varones, fundamentalmente en aquellos que estén ligados a desempeños de alguna de las actividades que más efectos negativos han tenido: los varones del sector financiero, los que han invertido y no saben bien cómo les ha ido, los que trabajan en las AFJP, y frente a un fenómeno de una posible recesión el año que viene, es esperable un efecto dominó. La crisis de los ’90 tuvo un impacto muy alto en la salud de los varones, y aunque en menor medida, también en mujeres”, alerta Débora Tajer, psicoanalista, investigadora y especialista en salud pública y género. Tajer acaba de defender su tesis doctoral y está preparando la publicación de un libro sobre cómo influye la trayectoria laboral, las características de personalidad y los estilos y condiciones de vida en la “construcción” del riesgo de sufrir un infarto agudo de miocardio o una angina inestable en varones y en mujeres, las formas más agudas de la enfermedad coronaria. En una charla con PáginaI12, Tajer adelantó las principales conclusiones de su estudio y dio cuenta de los perfiles más vulnerables –en unos y otras– para ir tomando nota y poder bajar algunos cambios a tiempo.

Las enfermedades cardiovasculares constituyen la principal causa de muerte en la Argentina, con un 32 por ciento del total de defunciones en varones y 36,3 por ciento en mujeres, según estadísticas del Indec publicadas en 2007. El infarto y la angina inestable son dos de los rostros más letales de estas patologías y afectan en forma diferencial a varones y mujeres. Entre los 40 y los 45 años, por cada cuatro episodios que sufren hombres, hay uno que se produce en mujeres. Se sabe que el tabaquismo, la hipertensión, la diabetes, el colesterol alto y el alcohol en exceso son factores dañinos. Pero hay otros, también riesgosos, sobre los que se habla poco y nada, que tienen que ver con aspectos psicosociales. Sobre estos últimos indagó Tajer.

–¿Por qué el infarto y la angina inestable son más frecuentes en varones que en mujeres?

–Hay algo de la construcción de la masculinidad tal como la conocemos, ligada al ejercicio del poder: en los estudios de género la llamamos la masculinidad hegemónica. Esto se da porque todavía hay una asimetría jerárquica muy fuerte entre varones y mujeres, por la cual ellos tienen más permiso social, más privilegios, pero también más carga social con respecto a lo que tiene que ver con las esferas del poder. La enfermedad coronaria está relacionada con los costos del sostenimiento de esa hegemonía. El riesgo de que se desencadene un fenómeno agudo, un infarto o una angina inestable tiene que ver con una amenaza a la situación que un sujeto tiene o imagina que tiene. Y en este sentido, la amenaza de la pérdida de trabajo, la amenaza de perder lo acumulado, de dejar de ser quien se es, son factores de vulnerabilidad coronaria muy grandes.

Las mujeres también se enferman y mueren de patologías cardiovasculares. Después de los 75 años, fallecen más ellas que ellos por esa causa. Pero los cuadros que las afectan con mayor frecuencia son distintos. Hay más mujeres con angina de pecho crónica y con accidente cerebrovascular que hombres (ver aparte).

Sanguijuelas

Tajer es profesora adjunta de la Cátedra de Introducción a los Estudios de Género de la Facultad Psicología de la UBA y directora de Investigación de Proyectos UBACyT en el campo de Género, Subjetividad y Salud, entre otros títulos. Desarrolló su investigación de campo durante seis años, desde 1998 al 2003, en el Instituto de Investigaciones de la Facultad de Psicología de la UBA. En ese lapso estudió a mujeres y varones con problemas coronarios, de distintos sectores sociales, y los comparó con personas de similares características sociodemográficas que no los habían tenido. En total, fueron 118 casos, indagados con entrevistas en profundidad. La investigación se completó con entrevistas a especialistas (cardiólogos/as, psicoanalistas y epidemiólogos). Y a su vez, se cruzó esa información con los abordajes y estudios psicoanalíticos y epidemiológicos de las enfermedades coronarias. “Lo que encontramos fueron las diferencias por género y sector social en la construcción del riesgo psicosocial–coronario”, destacó Tajer.

Para la investigación, se entrevistaron 84 varones entre 35 y 55 años: 21 coronarios de sector bajo/medio bajo y otros 21 de sector medio/medio-alto y se los comparó con la misma cantidad de varones que no habían tenido problemas coronarios. Los primeros eran pacientes del Hospital Santojanni, en el límite sudoeste de la ciudad de Buenos Aires; los del segundo grupo, de las clínicas privadas Bazterrica y La Providencia, ubicadas en el centro y norte del territorio porteño.

La mayoría de los coronarios del sector más acomodado trabajaba entre 10 y 14 horas diarias y tenía un grado de responsabilidad en su lugar de desempeño laboral muy alto: o eran únicos responsables, los que tenían la mayor jerarquía o la compartía con una socia o un socio. Además, la mayoría prefería trabajar solo, salvo que ellos dirigieran. Sus esposas trabajaban y en un número “altamente significativo” tenían una jerarquía o tipo de empleo en situación de paridad con sus maridos, aunque con menor carga horaria.

Tajer encontró que a los varones no coronarios les encanta estar con amigos y les gusta formar parte de grupos; en cambio, a los coronarios no. “Algunos te lo dicen claramente: hacer amigos es perder el tiempo. Ese ya es un candidato”, apuntó Tajer. El que tiene que ser el rico del barrio o la más o el más exitoso del grupo son los más vulnerables a este tipo de cuadros, agregó. Otra persona con riesgo es aquella a la que no le gusta ir de vacaciones, la gente que tiene dificultad con el tiempo libre: son indicadores también de vulnerabilidad a la enfermedad coronaria. Tajer bautizó a algunas de las esposas de coronarios de mucha plata como “parásitas” o “sanguijuelas”: “Son mujeres que aspiran a un alto status de vida sin importarles el costo en el otro de sus propias aspiraciones. Y en la combinatoria, les extraen la sangre a ellos, que son muy trabajadores”, describió. Identificarlas, dice Tajer, es parte de la disminución del riesgo.

–¿Ellos mueren?

–Ellos a veces mueren; a los que sobreviven y se dan cuenta, el hecho de sacárselas de encima les da mejor pronóstico. Le cuento un ejemplo donde se ve claramente por qué estos hombres son “víctimas” perfectas de una pareja abusadora: un coronario tenía una cuñada que estaba por adoptar un chico, ella estaba sola pero tenía su trabajo. Y él estaba pensando que seguro tenía que mantener a ese chico. Tienen una idea de que se tienen que hace cargo de todo en su familia, y entonces, son fácilmente víctimas de gente aprovechadora.

De todas formas, “la literatura publicada sobre el tema coincide en que los casados (más allá de cómo era su matrimonio) son un grupo de mejor evolución cardiovascular y menor tasa de eventos cardiovasculares futuros que los solteros, separados, divorciados y viudos”, advirtió Melina Huerin, integrante del Consejo de Prevención y Epidemiología de la Sociedad Argentina de Cardiología y jefa de Rehabilitación Cardiovascular del Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento.

Solos, no

A Tajer le llamó la atención en el grupo de pacientes de clínicas privadas la coexistencia por una parte de un no registro de la gravedad de lo que estaba ocurriendo en su cuerpo: varios de ellos continuaron trabajando pese al dolor o se tiraron a descansar pero sin acudir al médico. La reflexión post diagnóstico en ellos fue que “un infarto era algo que les podía pasar”.

“La situación que describen es que estaban al borde de explotar y conscientes por su pertenencia de género (masculino) de que el modo de estallido podría ser un infarto. Pero al mismo tiempo, por su modo de subjetivación, que forma parte de su vulnerabilidad coronaria, se piensan ‘excepcionales’, por lo tanto era algo de lo que ellos iban a ‘zafar’ por ser ‘ellos’, más allá de que se encuentran en una situación límite”, señaló la investigadora.

Los relatos acerca de por qué el evento les ocurrió en ese momento refieren –en su mayoría– a una mezcla de factores: exceso de cigarrillo por gran ansiedad, nervios, colesterol, estrés, malas condiciones de trabajo y haberse venido abajo (pérdida de su casa, de situación económico-social, de ahorros). “Estas situaciones son expresadas como promoviendo en ellos sensaciones de impotencia frente a no poder asumir sus responsabilidades y tareas como proveedores familiares. Lo cual les impide sentirse valiosos vía la realización en el trabajo, que resulta muy importante en la conformación de la autoestima de los varones tradicionales, ligada a la valorización de sí mismos, en tanto puedan ser proveedores económicos de la unidad familiar”, agregó Tajer. Y sugirió una campaña de prevención apelando al slogan: “Solas o solos, no”.

–¿Qué condiciones ayudarían a prevenir estos cuadros en varones?

–Es muy complejo, porque es parte del sistema. Estos varones que tienen riesgo coronario son socialmente muy valorados: nadie antes de esta crisis le habría dicho a un financista “no te dediques a lo que te estás dedicando” o a un directivo de Lehman Brothers “mirá qué mal que te va”, sino “qué envidia que me da tu empleo”. El cuidado de la salud de estas personas va en contra de la valoración social. Al mismo tiempo vemos que muchas de las propuestas que les hacen para prevenir este tipo de riesgos coronarios son actividades dentro del mercado: que hagan actividad física y compren para ello unas zapatillas carísimas, que paren y paguen un spa, que también son muy caros. Estamos luchando contra los molinos de viento. En términos particulares un buen mensaje sería: “No piensen que son lo que tienen”. El modelo del logro y la ambición puede ser contraproducente para su propia salud.

–Tenga menos y viva más podría decir una campaña pública de concientización sobre el riesgo coronario dirigida varones de sectores medios y altos.

–Lo que pasa es que hay gente que dice: “Yo prefiero pasar la vida bomba y a mil, menos años”. Ese es el estilo de vida que quieren tener. Tienen poca conciencia de esta situación. Nadie les dice: “¿Qué estás eligiendo? ¿Vivir pocos años muy bien, o vivir más tranquilo más años?”.

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