SOCIEDAD › EN LA PRECUMBRE, LOS PAISES NO NECESARIAMENTE SE DIVIDEN ENTRE EMISORES Y NO EMISORES DE CARBONO

Los buenos, los malos, y no tanto

Si los países ricos eran los que cargaban con la responsabilidad absoluta de la emisión de carbono, ahora se reparte de otro modo. Algunos de esos países aparecen a la cabeza de los creadores de prevenciones. Otros son identificados por sus malas políticas.

 Por Cledis Candelaresi

Desde Barcelona

Yvo de Boer, la máxima jerarquía de la ONU en la Convención sobre Cambio Climático, admitió ayer ante periodistas latinoamericanos uno de los obstáculos para llegar a un acuerdo internacional para disminuir la contaminación, al tiempo que ratificó una condición para cerrarlo. Uno: los países desarrollados aún no presentan un compromiso firme para reducir las emisiones de carbono, imprescindible para avanzar en un nuevo documento. Dos: las naciones subdesarrolladas sufren el problema, pero también son parte de la solución, es decir, también tienen que involucrarse en proyectos depuradores. Word Wildlife Fund (WWF), reconocida como una de las ONG ambientalistas más serias, presentó un trabajo que ilustra la complejidad del mapa mundial en este contexto, donde las naciones asumen roles distintos según se lo mire. La organización, de la que es parte la Fundación Vida Silvestre en la Argentina, descubre que grandes contaminadores como Alemania, México, los Estados Unidos o China son también los que en los últimos tiempos invirtieron en las soluciones más eficientes para cuidar el medio ambiente.

Hasta ahora, los malos son los países ricos, principales responsables del efecto invernadero, obligados a emitir menos y a contribuir con recursos para auxiliar a los pobres a adaptarse (a los cambios productivos que exigen las nuevas condiciones climáticas) o a mitigar (emitir menos CO2). El resto de las naciones integra la troupe de los buenos, que deben recibir ese auxilio sin estar sujetos a condición alguna. Pero el actual debate por un acuerdo que sustituya el protocolo de Kioto empezó a alterar ese encuadre tan lineal.

Oficiosamente, los países que según ese protocolo al 2012 están obligados a recortar sus emisiones en un 5 por ciento respecto de 1990, ya hicieron saber oficiosamente que ampliarían esa meta hasta un 30 por ciento, en el caso de Europa, o 7 respecto al 2003, los Estados Unidos (siempre y cuando Barack Obama tenga el respaldo de su Parlamento). Pero como la intrincada negociación de más de 190 países es un juego de ajedrez delicado, en la mesa de negociación ninguno quiso asumir hasta ahora un compromiso en firme a la espera de que lo haga el otro.

En las rondas de Barcelona, tampoco queda muy claro qué harán las grandes economías emergentes como China o Brasil, que aunque según Kioto están en el segmento de los que deben recibir ayuda, ya hay consenso firme de que en un nuevo acuerdo también tendrán que aportar a la descontaminación de alguna manera. Contribución que, según WWF, ya hicieron en parte.

Esa ONG, identificada por el logo del oso panda, distinguió las decisiones económicas que resultaron más amigables con el medio ambiente, destacando que una economía libre en carbono no tiene por qué estar reñida con los negocios. El ranking ubica en primer lugar a Alemania, por su programa para aumentar la eficiencia energética en edificios –construidos con otros parámetros técnicos– y por el estímulo a la producción de energías renovables que otorga el gobierno germano, garantizándole a los productores un precio determinado por veinte años.

Estados Unidos también está destacado por su buen comportamiento verde debido al programa para aislar térmicamente edificios de hogares modestos, así como por las desgravaciones impositivas que el Estado otorga a los generadores de energías renovables. México, uno de los principales contaminadores del mundo subdesarrollado, ingresa al cuadro de honor por su régimen de tránsito rápido para autobuses, lo que recorta la emisión de carbono; Brasil por sus “acciones para reducir las emisiones procedentes de la deforestación del Amazonas, como la creación de nuevas áreas protegidas y políticas para prevenir la tala ilegal de madera”.

El orden de mérito incluye a España, por su obligación de instalar energía solar en los nuevos edificios, apuntalada por préstamos blandos y otros estímulos. A Japón por su etiquetado que diferencia a coches y artefactos domésticos energéticamente según su eficiencia energética, o al Reino Unido por obligar a los proveedores de energía a tomar medidas para hacer más racional el uso doméstico.

Finalmente, la buena nota también vale para China, cuya creciente actividad industrial la pone en el top de las naciones generadoras de gases que exacerban el efecto invernadero. Pero según reconoce WWF, los chinos hacen los deberes al imponer un objetivo de reducción obligatorio a más de mil empresas energéticamente intensivas que operan en su territorio (paradójicamente, muchas de esas industrias son filiales de firmas de trasnacionales cuya matriz está en el mundo desarrollado. A efectos de un acuerdo por el cambio climático, en el otro bando).

Sin embargo, esos esfuerzos reconocidos por los ambientalistas del osito es sólo el principio. “Los países industrializados tienen un margen de cinco años para adoptar acciones drásticas que conduzcan a un futuro económico sostenible”, sentencia el trabajo, que también identifica a las políticas “malas para el clima”. Entre ellas, las ayudas a la producción del carbón, los incentivos a la energía nuclear, un trato preferencial a las industrias intensiva

s en energía, al transporte de vehículos y al sector de la aviación. Argentina podría destacarse cómoda en este otro ranking.

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Un grupo de activistas de Greenpeace realizó un simulacro de desastre climático como protesta.
 
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