SOCIEDAD › LOS MINEROS QUE TEMIAN METERSE EN LA CAPSULA; LOS QUE QUIEREN SEGUIR TRABAJANDO EN UNA MINA

Historias de antes y después del rescate

Hubo quienes entraron en pánico al momento de ingresar a la jaula que los llevaría a la vida. Cómo fue el reencuentro, contado por familiares. Los que quieren seguir siendo mineros pese al temor que se genera en sus familias.

 Por Emilio Ruchansky

Desde Copiapó

Un día después del rescate aparecieron esos detalles que engrandecen el salvataje. Mario Gómez, el más veterano, de 63, tuvo una crisis de angustia antes de subirse a la cápsula. Les dijo a los rescatistas que tenía problemas de corazón y se iba a morir. Tardaron un buen rato en convencerlo. “Si ya te tenemos estudiado médicamente, te encuentras en perfectas condiciones para subir”, le decían. Quizá por eso, al subir a la superficie, se arrodilló frente a todos y, después de agradecer, unió las manos y rezó, con un rosario blanco colgado.

Es curioso, pero el más joven, Jimmy Sánchez, de 19, también entró en pánico. “Si no te quedai tranquilo te subimos a lo último”, lo retaron. Era el quinto en la lista... y salió a su turno.

El ministro de Salud, Jaime Mañalich, no hizo nombres, pero contó que había mineros con problemas de alcoholismo y de drogas en CNN (aunque luego lo negó a los medios locales). En el campamento corría el chisme que fumaba paco. “El corazón le latía muy rápido en la cabina cuando subía, nos tuvo muy preocupados”, contó uno de los rescatistas.

“Estaba nervioso, muy ansioso, muy angustiado, porque él quería rescatar a su hijo. Pero ahora que ya lo vio, quedó tranquilo.” El relato, en palabras de Roberto Ramírez, cuñado de Alex Vega, resultó de las historias más valientes del rescate. Es que el padre de Alex, José Vega, al enterarse del derrumbe el 5 de agosto pasado en San José, quiso formar parte del equipo de rescate y hasta se cambió de nombre para poder entrar a la mina, sin ser descubierto. El segundo colapso del cerro, a mediados de agosto, lo dejó fuera de carrera. Después, una enfermedad intestinal por la que tuvo operarse y el Campamento Esperanza.

Entre los cientos de abrazos que se televisaron durante las poco más de 22 horas que duró el rescate, sólo uno llamó la atención por lo largo. Fue entre Don Antenor y su hijo, que salió decimotercero, Carlos Barrios, conocido como “Vinchuca” en la comuna de Tierra Amarilla, un pueblo minero cerca de Copiapó. “Fue un abrazo que me nació del alma, todo el mundo lo vio, ambos necesitábamos darnos un abrazo por la falta que nos había hecho. Yo lo quiero harto y él también a mí. Fueran pocas las palabras, pero el abrazo fue tremendo, sólo me dijo: ‘Te quiero, te quiero, te quiero’.”

Para muchos familiares, la pesadilla terminó, aunque ya los angustia la idea de que tengan que volver a trabajar en una mina. “Como padre, le diría que cambiaran de trabajo, que no trabajaran más en la mina. Pero lo van a decidir ellos y si deciden seguir trabajando en la mina, a lo mejor no voy a dormir bien”, confesó Alfonso Avalos, padre de Florencio y Renán Avalos, dos de los rescatados.

Varios de los mineros dijeron que tienen pensado volver a la mina, donde los salarios son relativamente elevados –1000 dólares por mes en San José, unas tres veces el salario mínimo de Chile–, lo que compensa en parte los riesgos implícitos. “El me dijo: yo soy minero y voy a morir minero”, narró Silvia Segovia, hermana de Víctor Segovia, que alimenta la esperanza de que su hermano no vuelva nunca más a una mina. Por ahora los otros aún no han tomado una decisión, pero sus familias desean que cambien de profesión.

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Mario Gómez, el más veterano, tuvo una crisis de angustia antes de subirse a la cápsula. Arriba, rezó.
 
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