SOCIEDAD › EL FUTURO SEGUN SANTIAGO BILINKIS

“Las computadoras serán más inteligentes que los seres humanos”

El economista cree que los hombres vivirán 140 años, que se colonizará Marte por falta de espacio, que la memoria se puede trasplantar.

 Por Mariano Blejman

Si en algo pueden parecerse un economista que estudia tendencias sociales y un científico que piensa cómo será el futuro es en que, por lo general, ninguno de los dos acierta. Santiago Bilinkis es un economista argentino emprendedor (antiguo dueño de OfficeNet) con gran prestigio en el mundo de Internet. Acaba de participar de un programa en Singularity University, dentro de la Nasa, donde se trabaja en las sociedades del mañana. Sin embargo, su escepticismo apologético sobre el futuro de la humanidad lo convierte en un extraño caso de hombre creíble. “Los seres humanos no estamos preparados para los cambios que vienen”, dice, convencido de que el futuro como plantea la Singularity University es inevitable.

De no tratarse de Bilinkis, nadie por estas pampas creería lo que dice. Porque la “data” que “se bajó” de sus tres meses por Singularity University rompe con el ego entero de la humanidad en una hora de conversación. Bilinkis puede decir cual John Connor de Terminator que “los seres humanos serán una subespecie frente a las máquinas”. Pero no pareciera estar dispuesto a luchar contra eso. Incluso habla maravillas sobre la teoría desarrollada por Robert Freitas y propagada por Ralph Merkle, sobre la posible capacidad de la nanotecnología de construir células rojas robóticas autopropulsadas que permitirán a las personas vivir 140 años. Bilinkis dice, por ejemplo, que la NASA está pensando en colonizar Marte como una mera cuestión poblacional (en unos años la especie humana no entrará en la Tierra), que piensan “imprimir” naves en 3D directamente en el espacio exterior, que los médicos serán algo así como “input device” (aparatos para ingresar datos) y que la manipulación genética producirá nuevos razas humanas con “geno-ricos” y “geno-pobres”.

Internados

Aunque Internet sea el mayor aspecto del futuro que puede encontrarse en el presente (ver aparte), hablar sobre su evolución parece un tema mundano después de escuchar a Bilinkis. Sobre todo, cuando él mismo le dijo a Seth Shostak del SETI Institute que “no hay nada tan especial acerca de nuestros cerebros que no pueda ser replicable en un medio distinto” y que las máquinas van a hacer cosas que nosotros “ni siquiera podamos imaginar”. Para Bilinkis, no se trata sólo de “mejorar” la especie humana –como propone Kevin Warwick, un profesor de cibernética de Inglaterra– sino de crear sistemas más complejos que el cerebro: no sólo más veloces, sino más inteligentes. Y todo esto suele afirmarlo en el medio de la dispersión mental, mientras acompaña la conversación en su casa en Palermo Chico al lado de una buena cantidad de merchandising de los Green Bay Packers en el Super Bowl, que acaba de traer de Estados Unidos.

Mientras habla, Bilinkis reflexiona sobre el impacto de Internet en la mente humana. “Vengo sintiendo el impacto enorme que la red está teniendo sobre mi manera de pensar. No en el sentido de mi ideología sino en los mecanismos de mis pensamientos. Siento cierta alteridad con mi propia mente. Ella cambió de una determinada manera pero yo no hice el ‘catch up’ cognitivo para entender lo que está pasando.” Bilinkis se refiere a la incapacidad de concentrarse, aun teniendo a las mentes más brillantes del planeta en frente, como le pasó en Singularity University. “Estábamos todos escuchando a los grandes genios de la humanidad, mientras seguíamos posteando en Twitter, Facebook o leyendo alguna otra cosa”, dice.

Perpleja fascinación

La extraña combinación que pueden ofrecer la perplejidad y la fascinación por el mundo que viene impregna a Bilinkis. La ruptura epistemológica del ser humano sobre lo posible encuentra la felicidad en Singularity University: “Hasta acá, la informática y las tecnologías de la información sólo implicaron celulares más chiquitos y televisores más grandes. La esencia del mundo no es muy distinta que 50 años atrás. Pero cuando empezás a ver las tecnologías de la información metiéndose con la salud, con la información genética, creando micromaquinitas que pueden ir por el torrente sanguíneo creando componentes electrónicos compatibles con nuestra biología para reemplazar parte del cuerpo, cuando se piensa en la tecnología metiéndose en lo que somos, uno se da cuenta de que el mundo puede cambiar más de lo que cambió en los últimos cinco mil años”.

–¿Y cuál es la percepción interna en Singularity?

–En Singularity son tecno-optimistas a ultranza. Yo soy un pesimista. Ellos son apologistas. Tiene un lado buenísimo porque tienen ese entusiasmo a prueba de bala, y tiene un lado complicado porque no ven el lado riesgoso. Yo estaba constantemente saltando de un lado al otro. Me imagino la oportunidad de reemplazar partes de nuestro cuerpo por otras que son bioelectrónicas que funcionen mucho mejor y nos den sentido a nuestra vida o habilidades que jamás tuvimos y, por otro lado, en este mundo hay vacunas que no llegan a quien las necesita. La biotecnología puede producir diferentes razas de humanos. Ya no por referencias exteriores sutiles...

–Geno-ricos o geno-pobres, decía...

–Si como humanidad no somos capaces de generar ciertas cosas que no creo que podamos hacer, vamos a crear un mundo muy jodido. Bastante apocalíptico desde las visiones apocalípticas de la ciencia ficción.

En Singularity University, Bilinkis trabajó durante seis semanas escuchando una serie de charlas “una más sacudidora que la otra”, entre los que estaban el genio de la robótica Dean Kamen; Vint Cerf, el padre de Internet y Dan Barry, uno de los más lúcidos investigadores en inteligencia artificial. Luego tuvo cuatro semanas para montar un proyecto para solucionar los grandes problemas de la humanidad. Tenía que elegir entre el agua potable, la contaminación, la cuestión de la energía, la exploración del espacio y el aumento en la producción de alimentos de manera sustentable. Durante ese tiempo, también tuvo contacto directo con los creadores de Singularity Ray Kurzweil y Peter Diamandis.

La singularidad

El científico Ray Kurzweil, autor del libro The singularity is near (La singularidad está cerca), piensa que en un plazo no mayor a veinte años podremos “decodificar” el software del cerebro. Hecho esto, si la comunidad científica puede “escribir” ese código, entonces puede replicar su comportamiento. No sólo comprender sus acciones y reproducirlas, sino crear un organismo capaz de sentir y pensar. Kurzeil dice que en este mismo período, la industria será capaz de fabricar computadoras con la misma capacidad que el cerebro, y que una computadora pasará el test de Turing –para definir si es inteligente en sentido humano– en el año 2029 (si es que en 2012 no se acaba todo, claro). En unos pocos años, las computadoras serán más inteligentes que los seres humanos, incluso para crear nuevas computadoras que ya no dependerán del ingenio del hombre sino del ingenio de otras computadoras. Debido a los avances en nanotecnología, la raza humana se fusionará con las máquinas y en el año 2045 se producirá la “singularidad” (de allí el nombre de la Universidad). Según Kurzweil, quienes lleguen con vida a ese año... no morirán.

La teoría apologética de Kurzeil ha sido altamente discutida, tanto porque se duda sobre la posibilidad de seguir acelerando la capacidad de los procesadores como porquienes piensan en el ser humano como un objeto inalcanzable. Durante las clases, Bilinkis –admitiendo que era uno de los problemas más lejanos para la Tierra– se acordó de su infancia mientras sucedía la Guerra Fría y decidió trabajar en el área de exploración espacial en la Nasa, tal vez en busca de la perra Laika. Si bien el eje de Singularity está puesto en inteligencia artificial, robótica, nanotecnología, medicina, neurociencia, redes y sistemas computacionales, Bilinkis cree que Internet es el lugar donde todo sucederá y que ya no se puede desconectar. “En una charla sobre Internet of Things (Internet de las cosas), David Orban reflexiona cómo será el mundo cuando cada objeto que usemos esté conectado: el microondas, la heladera, la ropa, las zapatillas, cuando todo lo que hagan los seres humanos sea monitoreado, sea guardado, y cuando los dispositivos se comuniquen entre sí podrán modificar sus comportamientos. ¿Mi manera de verlo? Es promisorio y peligroso”, dice.

Volviendo a esta mundana tierra, Bilinkis dice que si algo está cambiando Internet, las redes sociales y los dispositivos móviles es la capacidad de evaporar cualquier tipo de mito: “Vivimos en un panóptico. Todo queda ampliamente documentado por cámaras de alta resolución. Los mitos, los ovnis, el monstruo del Lago Ness, el Hombre de las Nieves, si existieran ya los hubieran filmado. Esto no era cierto hace cinco años. Pero en el último lustro habría quedado tan extensamente documentado que hoy parecen inverosímiles. Si no hay 38 mil fotos en Flickr, el evento no existe”, sentencia y redobla: “Piense en el tsunami de Japón”.

–Bueno, hay una comunidad boliviana que no tiene contacto con el resto de su país. Habría que ver si se ven en Google Maps...

–Está bien, y en el norte argentino hay gente viviendo en las mismas tierras que 500 años atrás. Hay muchos mundos en este mismo mundo.

–Por otro lado, la privacidad finalmente no era un tema importante para las sociedades modernas. Recuerde el escándalo que se hacía cuando alguien abría una carta. El e-mail da miles de posibilidades de ser abierto, trackeado, y nadie se queja.

–La gente que tiene 40 años, mis amigos, se resiste mucho a que sus fotos estén en la web. A la generación que tiene 20 años le parece ridículo no hacerlo y mi cabeza está con los de 20. Creo que la privacidad es un valor del pasado y hay que aprender a vivir sin él. Cuando veo que algo cambia, me guste o no, me tiro de cabeza al cambio.

Hace unas semanas, Bilinkis se compró un Kindle, el dispositivo de Amazon para leer libros electrónicos. “Estaba leyendo un libro, lo dejé por la mitad, me lo compré digital y decidí no leer más en papel”, dice, mientras señala su biblioteca analógica y dice que ahora será algo así como una pieza de museo. Sin embargo, no se acostumbra: “Me siento super incómodo con el Kindle. Pero quiero estar preparado para cuando esto suceda. Si lo pensamos bien, el libro en papel es un objeto ridículo. Se imprime una vez y queda así. La edición revisada no se puede tocar, tiene cero grado de interactividad, todo eso lo vuelve absolutamente obsoleto como soporte. No la literatura, claro. No la no ficción, no la novela, sí el libro como soporte”.

Es cierto que la nostalgia como modelo de negocio es bastante absurda. Casi ninguna empresa funciona sobre el recuerdo, sino sobre la satisfacción de un deseo. Pero el capitalismo en cualquiera de sus formas promete una buena inversión allí donde pueda generarse una nueva escasez. “Como no voy a frenar el avance, me sumo lo más rápido posible”, dice Bilinkis, quien cree que estas sociedades están subestimando la magnitud de los cambios que vienen. “No se imaginan ni remotamente lo que van a ver dentro de 20 años. En los años ’50, la gente que estaba en la cresta de la computación se equivocó ridículamente sobre el futuro. Decían que en 2004 las computadoras personales iban a ocupar una habitación entera, entre válvulas y transistores. No pudieron imaginar ni remotamente lo que venía. Si yo pregunto qué va a pasar en 50 años con la medicina, nos vamos a equivocar groseramente.”

–Casi como un economista...

–La futurología es otra área donde estamos mal como especie.

Inteligencia artificial

A contrapelo de otras ciencias sobre las que no se esperaban grandes avances, en inteligencia artificial la decepción tiene que ver con la fascinación tecnocrática impulsada por Marvin Minsky, que proponía una inminente capacidad de interpretación de las máquinas. “Se cometió un error contrario en este campo: pensó que las cosas iban a pasar más rápido de lo que terminaron pasando. Hoy hay un desencantamiento con la inteligencia artificial, pero estamos cada día más cerca. Cuando uno habla de máquinas con sentimientos lo miran con ojos desorbitados, pero mejor que nos acostumbremos porque hay cosas que están por suceder.”

Hace poco tiempo, la computadora Watson de IBM compitió en Estados Unidos contra los dos campeones del juego de preguntas y respuestas Jeopardy. Por primera vez, la computadora les ganó respondiendo preguntas de toda índole, talento hasta entonces exclusivo de la raza humana. “Son pequeños hitos de las máquinas”, dice.

–Son grandes golpes a la autoestima del ser humano.

–Si bien no hay inteligencia artificial “general”, hay sistemas expertos en cualquier campo específico haciendo las cosas mejor que cualquier ser humano. Para toda tarea definida se puede diseñar un sistema que lo haga mejor que no-sotros. Todavía no tenemos inteligencia general, pero es cuestión de seguir intentando: 10, 20, 30 años...

Human kindness

¿Qué lugar tendrá la humanidad en el futuro? Como buen economista, ni el propio Bilinkis se anima a usar una oración demasiado asertiva. “Me pone en el terreno más escabroso. Es casi imposible proyectar cómo vamos a vivir con máquinas inteligentes, con sentimientos, partes de nuestros cuerpos no biológicas. En qué sentido seguiremos siendo lo que somos hoy o seremos otra cosa. Hoy tenemos partes electrónicas en nuestro cuerpo –un marcapasos– que no cambia realmente lo que somos, pero ¿cuando uno pueda cambiarse sus sentidos? Ponerse ojos que ven demasiado lejos, escuchar lo que no se escucha o levantar pesos que no se levantan, no seremos la misma cosa que fuimos siempre.”

La curiosidad natural del ser humano por comprenderse, sumada al capitalismo salvaje, pueden ser una combinación fatal. “Aunque algunos pocos pensaban que el acelerador de hadrones podía terminar con el Universo, la comunidad científica siguió igual porque quería entender cómo diablos empezó todo. El asunto es cómo mitigamos los riesgos.” ¿Qué riesgos? Ni siquiera la memoria será una cuestión inherente al ser humano. Bilinkis cuenta otra experiencia que conoció de una compañera en Singularity: la investigadora Rosa Chan está haciendo un doctorado en la University of Southern California. Trabaja con ratas en un laboratorio para replicar el comportamiento de la memoria. Este es el ejemplo: luego de varios días de tener un comportamiento errático, una rata famélica atrapada en una caja aprende que si apreta un botón, recibe la comida. Chan estudió el cerebro, hizo un mapa de la actividad neuronal durante el aprendizaje y modificó de la misma manera el cerebro de otra rata todavía no “enseñada”. El resultado fue asombroso: la rata cuya experiencia cerebral había sido “implantada” supo sin previa preparación que apretando el botón podía acceder a la comida. Transmisión de pensamientos, que le decían en el barrio. El sueño de Matrix hecho realidad.

Twitter: @blejman

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