SOCIEDAD › CARLOS GHERARDI,EXPERTO EN BIOéTICA

El debate pendiente

 Por Pedro Lipcovich

“Ramón Sampedro dijo que la vida es un derecho pero no una obligación y ésta es una frase interesante y profunda”: desde esta cita del célebre español que, internado, cuadripléjico, logró acceder a la eutanasia que las leyes le prohibían, el destacado especialista en bioética Carlos Gherardi se atreve a un debate que, como él mismo señala, falta mucho para que pueda instalarse en la Argentina: el del suicidio asistido. Gherardi empieza por diferenciarlo de la eutanasia, y examina sus posibilidades y dificultades en el ámbito institucional y en la privacidad de la relación médico-paciente. El rigor de su análisis desemboca en la crítica a la medicina actual: “Tenemos médicos en tanto instrumentos de la ciencia, pero carecemos del médico en tanto agente moral”: en esa zona, la de las definiciones morales, se ubica el debate sobre suicidio asistido. Gherardi, además de integrar el comité de bioética de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva, fue director adjunto del Hospital de Clínicas. Es autor de Vida y muerte en terapia intensiva. Estrategias para conocer y participar de las decisiones.

–¿Qué es el suicidio asistido?

–En el suicidio asistido, un paciente con enfermedad terminal e irreversible, o que padezca un sufrimiento extremo que no puede soportar, le solicita al médico un fármaco cuyo efecto es la muerte, y mantiene el tóxico en su poder para ingerirlo cuando él lo decida. Así está autorizado en los estados de Oregon y Washington y también en Suiza.

–¿Qué diferencia tiene con la eutanasia?

–En la eutanasia, tal como se la practica en Holanda y Bélgica, también a pedido del paciente, un integrante del equipo de salud le inyecta directamente el producto. Desde el punto de vista moral, no hay mayor diferencia entre suicidio asistido y eutanasia; la hay desde el punto de vista práctico, ya que en el primer caso es el paciente mismo quien ingiere el fármaco.

–En el célebre caso de Ramón Sampedro, en España, que estaba cuadripléjico y solicitaba morir, ¿se trataba de eutanasia?

–“La vida es un derecho pero no una obligación”, dijo Sampedro poco antes de su muerte: es una frase interesante y profunda. El intentó hacer las cosas legalmente, solicitó la eutanasia: que un tercero le administrara algo, ya que no podía mover los brazos. No pudo hacerlo en España por la vía legal y finalmente consiguió que un grupo de amigos consiguieran cianuro y se lo acercaran. Sampedro no encontraba un motivo para vivir. En la película que después se hizo sobre su vida, hay un diálogo con un sacerdote también cuadripléjico, que intenta convencerlo de que la vida tiene sentido; pero el sentido de la vida es algo subjetivo.

–En lugares donde el suicidio asistido es legal, Sampedro hubiera obtenido fácilmente lo que buscaba...

–Su caso se judicializó. Muchos dicen, y yo creo que estoy entre ellos, que el suicidio asistido o la eutanasia no deberían ser legislados: deberían quedar en la intimidad. Ninguna legislación ni jurisprudencia es mejor que la decisión practicada en la intimidad familiar y con un médico.

–Esa situación se asemeja a la forma como se supone murió Freud: enfermo de cáncer, habría convenido con su médico que, cuando él se lo indicara, le administraría una dosis letal de morfina.

–Exactamente. Pero, si ya era complicado en 1939, mucho más lo es ahora, donde ya nadie tiene “su médico”. Carecemos del médico como agente moral. Los médicos somos instrumentos de la ciencia; pero el ejercicio asistencial de la medicina no es un acto científico.

–Además, en la intimidad familiar que usted mencionó quizá tampoco sería fácil obtener la colaboración de los allegados.

–No es fácil que alguien se involucre en ese acto; y la incitación al suicidio está penalizada. En términos prácticos, es mucho más fácil cuando la persona está internada: un sanatorio está lleno de drogas que, administradas de determinado modo, son tóxicas, pero ya no se cuenta con esa intimidad. También sucede que los médicos, como los pacientes, han perdido el espacio de privacidad y siempre temen que puedan correr algún riesgo.

–¿En qué estado se halla este debate en la Argentina?

–En el tema del derecho a morir hay tres niveles. El primero es el derecho a rechazar el tratamiento: “No quiero que me traten más, quiero morir”. Creo que este nivel en la Argentina ya está aceptado culturalmente, y también legalmente. De todos modos hay problemas: recordemos el caso de la adolescente Melina González, en marzo pasado en el Hospital Garrahan: ella sólo quería que la sedaran para quedar inconsciente antes de morir y se negaron.

–Vamos al segundo nivel del derecho a morir.

–Se refiere al soporte vital, por ejemplo el respirador; una persona está en coma o anestesiado y se plantea si dejarle o retirarle el respirador. En la Argentina estamos discutiendo este nivel: qué hacer para que el paciente grave no quede como rehén de la tecnología.

–Y el nivel último...

–... Es la muerte voluntaria: la eutanasia o el suicidio asistido. Nos falta mucho para esto, y es muy difícil legislar sobre estos temas. La legislación holandesa tiene ya 20 años y sólo Bélgica se plegó. En Estados Unidos, el suicidio asistido se ha votado en muchos estados y sólo se aprobó en dos. En el mundo, la cuestión no termina de resolverse.

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Imagen: Rafael Yohai
 
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