SOCIEDAD › EL NOBEL DE MEDICINA FUE ENTREGADO A UN CIENTíFICO QUE HABíA MUERTO TRES DíAS ANTES

El premio que llegó demasiado tarde

El canadiense Ralph Steinman fue reconocido por un descubrimiento en el sistema inmunitario. El Comité no sabía que había muerto el viernes. Por avances en la misma área también fueron galardonados un estadounidense y un francés.

 Por Pedro Lipcovich

“Tal vez estas células tan raras, que acabo de descubrir, sirvan para que el organismo aprenda cuáles son los microbios que lo atacan y así pueda destruirlos”, pensó, un día de 1973, el investigador canadiense Ralph Steinman. “Tal vez estos receptores pequeñísimos, que encontramos en las membranas de ciertas células del sistema inmunitario, sirvan para que el organismo, aun antes de saber cuáles son los microbios que lo invaden, pueda enfrentarlos”, pensaron, en la década de 1990, el estadounidense Bruce Beutler y el francés Jules Hoffman. Los tres acertaron y, por eso, les ha sido otorgado el premio Nobel de Medicina. Los hallazgos de Beutler y Hoffman corresponden a la investigación de la respuesta inmunitaria innata, inscripta en los genes. Los de Steinman se refieren a la respuesta inmunitaria llamada adaptativa, gracias a la cual el organismo responde con anticuerpos y otras armas defensivas que, a lo largo de su vida, se forjan en su experiencia frente a distintos gérmenes. Estos avances en la comprensión de los mecanismos inmunitarios se traducen en investigaciones sobre vacunas, sobre alergias y enfermedades autoinmunes e incluso sobre el cáncer. Steinman no podrá recibir su recompensa porque murió hace tres días: la Academia Sueca se enteró cuando ya había anunciado el premio.

Las células que describió Steinman se llaman “dendríticas”, a partir del término griego que significa “árbol”, ya que presentan numerosísimas ramificaciones (no hay que confundirlas con las “dendritas” presentes en células del sistema nervioso). La superficie de estas células está provista de una variedad de receptores capaces de reconocer diversos antígenos provenientes de bacterias, de virus, de hongos. Una vez que registró la presencia del microbio invasor, la célula dendrítica se desplaza hacia un ganglio linfático. Allí se acantonan otras células inmunitarias llamadas linfocitos T. En el ganglio, la célula dendrítica les “presenta” lo que han registrado sus receptores. Con esa información precisa, los linfocitos producen los anticuerpos, sustancias que atacarán precisamente a esos microbios y sólo a ellos.

El Comité Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo reconoció a Ralph Steinman por “su descubrimiento de la célula dendrítica y de su rol en la inmunidad adaptativa”. El científico había nacido en Montreal en 1943 y se recibió de médico en Harvard, Estados Unidos. Desde 1973, “especuló sobre la importancia de las células dendríticas. Sus hallazgos fueron inicialmente recibidos con escepticismo, pero sus trabajos posteriores demostraron que esas células tienen una capacidad única de activar el sistema inmunológico”, fundamentó el Comité.

Por su parte, Jules Hoffman, a principios de los ’90, estudiando las moscas de la fruta, descubrió que cuando, en las membranas de sus células inmunitarias, les desactivaba unos receptores llamados Toll, cualquier microbio podía contra ellas. Pocos años después, Bruce Beutler encontró que lo mismo, con los mismos receptores, sucedía en ratones. Y es también así en los seres humanos. Con el tiempo se identificaron unos diez receptores Toll, especializados en distintos microorganismos. La aptitud de estos mecanismos viene de nacimiento: el receptor Toll de salmonellas no necesita haber conocido ninguna salmonella para dar su señal de alarma. La inmunidad innata constituye una primera línea de defensa, que actúa durante las dos semanas que la inmunidad adaptativa –esa que inventa un anticuerpo para cada microbio– necesita para ponerse a punto.

El Comité Nobel premió a Hoffman y Beutler “por sus descubrimientos relacionados con la activación de la inmunidad innata” y destacó que, junto con Steinman, “abrieron nuevas vías para la prevención y tratamiento de las infecciones, el cáncer y las enfermedades inflamatorias”. Ambos se repartirán la mitad del premio, dotado con 1,48 millón de dólares. La otra mitad será para los herederos de Steinman, fallecido el 30 de septiembre (ver aparte).

Al recibir la noticia del premio, tanto Hoffman –de 70 años– como Beutler –de 53– recordaron al padre. Papá Hoffman “era profesor de ciencias en escuelas secundarias y toda su vida coleccionó insectos: me trasmitió su pasión por este grupo excepcionalmente diverso e importante de animales”. El padre de Beutler era investigador en medicina; lo recibió en su laboratorio cuando el futuro Nobel tenía 14 años y lo estimuló a estudiar medicina cuando, a los 18, ya había hecho estudios universitarios de biología: “Fue un excelente consejo”, dice Beutler.

Alejandro Castello –profesor de inmunología en la Universidad Nacional de Quilmes– subrayó que “a partir del estudio de la inmunidad innata, que impulsaron Hoffman y Beutler, se investiga la posibilidad de inducir en el sistema inmune distintos tipos de respuesta: por una parte su activación, mediante la producción de más y mejores vacunas; por otra parte su regulación, para el tratamiento de enfermedades autoinmunes y alérgicas”.

José Mordoh –jefe de cancerología de la Fundación Leloir y del Centro de Investigaciones de la Fundación Cáncer– señaló que “las investigaciones de Steinman tienen ya una aplicación directa, en fase de ensayos clínicos en Estados Unidos: es la vacuna terapéutica contra el cáncer de próstata en base a células dendríticas. Por nuestra parte, en el Instituto Fleming efectuamos ensayos de vacunas antitumorales basadas en estas células”. El investigador recordó que “Steinman estuvo en la Argentina en 2002, en un congreso, y teníamos una relación muy estrecha con él. Su muerte es una pérdida enorme”.

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Tras una reunión de urgencia, el Comité decidió entregar el premio a los familiares de Ralph Steinman (que aparecen en la foto).
Imagen: EFE
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