SOCIEDAD › UN MONUMENTO, UN SHOW EN LA FUENTE MUSICAL Y UN LIBRO DE PRóXIMA APARICIóN

Al rescate del Piazzolla marplatense

El trabajo del periodista Marcelo Gobello apunta a resaltar la relación de “amor intenso” que existió entre el célebre bandoneonista y la ciudad donde nació. Allí debutó en el bar de su padre y compartió conciertos con Aníbal Troilo.

 Por Carlos Rodríguez

Desde Mar del Plata

En la famosa manzana 115 de esta ciudad, que fue demolida en el año 2000, está desde entonces la Plaza del Milenio. Allí, frente al Casino Central y a metros de la fuente de las aguas danzantes, desde fines del año pasado quedó emplazado el monumento a Astor Piazzolla, el marplatense más famoso en el mundo que, sin embargo, siempre tuvo –según cuentan las leyendas urbanas– una relación cambiante con los habitantes de su ciudad natal. “Siempre se hizo la película de que Piazzolla no quería a su ciudad, cuando era todo lo contrario. El amaba a Mar del Plata, aunque alguna vez se haya enojado porque en algún concierto que dio aquí, con el octeto electrónico, no tuvo la repercusión que él hubiera querido. El amaba a su ciudad y hay miles de testimonios que lo certifican, como las fotos que tiene compartiendo asados y sentado en la playa con otros grandes como Aníbal Troilo, Francisco Fiorentino o el violinista Enrique Mario Francini, a los que él traía de Buenos Aires cada vez que podía.”

El que habla con Página/12 es el periodista local Marcelo Gobello, quien formó parte de la redacción de la mítica revista Cerdos y Peces. Gobello es autor de una treintena de libros, dos de ellos dedicados a Los Redonditos de Ricota y a Los Ramones. Ahora viene trabajando en una obra destinada a resaltar esa relación “de amor intenso” que hubo entre Piazzolla y la ciudad que lo vio nacer, el 11 de marzo de 1921. Casi sin necesidad de preguntas, Gobello despliega una catarata de información, avalada con audios, fotos, recortes de diarios y viejos programas de conciertos brindados por Piazzolla que demuestran esa fuerte relación entre el bandoneonista que innovó el tango y la ciudad de Mar del Plata.

“Es simple demostrarlo: Piazzolla no era el prototipo del porteño, ése al que le gusta la noche, las charlas de café. Las reuniones con sus amigos eran a partir de los asados cerca del mar, la pesca, el vóley en la playa. El era un marplatense medio salvaje, adorador del mar, que además fue un gran nadador desde chico. Su padre, Vicente Piazzolla, Nonino, se preocupó en enseñarle a nadar para superar un problema que tuvo, desde niño, en una de sus piernas.” Gobello ha reunido un material documental abrumador, del que sobresalen los programas de dos conciertos que dio en esta ciudad, en el teatro Refasí, en 1970, y en La Botonera, en el primero de los casos junto con el Gordo Troilo. Después de esa actuación, los dos grabaron juntos, en dúo de bandoneones, “Volver” y “El motivo”.

Los textos publicados en relación con esos conciertos tienen una diversidad notoria. En uno de ellos, el periodista Miguel Angel Merellano exalta la figura de Pia-zzolla, recordando que “no por nada” recibió “la herencia del bandoneón del Gordo Troilo”. En el otro, un aviso publicado en un diario local invita a los padres a que lleven a los niños gratis a presenciar la actuación, dado que la misma se produjo un 6 de enero, como un regalo de los Reyes. Ese día, Gobello, quien se confiesa “muy cholulo”, tuvo su premio: un programa firmado de puño y letra por Piazzolla. Si bien Astor nació en Mar del Plata, de muy niño se mudó a Nueva York con sus padres. Luego regresó a la Argentina, se dice que a Buenos Aires, pero Gobello afirma en su libro de próxima aparición que en realidad “vino a Mar del Plata, donde cursó el tercer grado”. Para certificarlo tiene los recortes de una nota en la revista Gente, que reunió a Astor con su maestra de entonces, Rosita Mattalia.

En Mar del Plata empezó su relación directa con el tango, a partir del impacto que produjo en él escuchar al sexteto de Elvino Vardaro, quien luego fue el violinista de uno de los quintetos formados por Astor Piazzolla. Una de sus primeras orquestas fue el Quinteto Azul, cuando tenía 17 años. “Los padres de Piazzolla no eran italianos como muchos creen. Los dos nacieron acá, en Mar del Plata. Los abuelos de Astor eran italianos”, insiste Gobello para demostrar el arraigo familiar que Astor tenía con la ciudad, donde está sepultado su padre, a quien dedicó su tango más famoso: “Adiós, Nonino”.

El debut de Piazzolla había sido en el bar que tenía su padre en Alberti 1555, de Mar del Plata. Era la cervecería Nueva York y Astor formaba parte de un terceto de bandoneón, contrabajo y piano. Su llegada a Buenos Aires fue a partir de su amistad con Miguel Caló y Héctor Stamponi. Tenía apenas 18 años cuando se incorporó a la orquesta de Aníbal Troilo, donde fue primer bandoneón y arreglador. Gobello recuerda palabras del violinista Fernando Suárez Paz sobre el rechazo que generó Piazzolla entre algunos cultores del tango tradicional: “El hecho de que Astor tuviera mayor suceso después de muerto y que en vida su música fuera atacada es muy de los argentinos. Ocurrió con un sinfín de artistas. Finalmente, el tiempo es el encargado de aclarar malos entendidos y marcar quiénes son los valiosos”.

En eso parecen estar Gobello y la ciudad, en su reivindicación y exaltación de la figura del Piazzolla-marplatense. Por decisión del Concejo Deliberante local, el aeropuerto de Mar del Plata se llama Astor Piazzolla, como el de Liverpool John Lennon, el de Nueva Orleans Louis Armstrong y el de Salzburgo Wolfgang Amadeus Mozart. Ahora, además del monumento frente al Casino Central, la fuente musical de la Plaza del Milenio tendrá un show de aguas con música del gran bandoneonista y un libro sobre la relación que tuvo con su ciudad natal, escrito por Gobello, con prólogo de su tío abuelo, José Gobello, y el auspicio y el apoyo institucional de la Fundación Astor Piazzolla.

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Una foto familiar de Astor Piazzolla, con arena en las manos en lugar del bandoneón.
 
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