SOCIEDAD › UNA INVESTIGACION DETERMINO COMO DEBEN VESTIR LOS MEDICOS PARA EVITAR INFECCIONES HOSPITALARIAS

El error de Dr. House

Una guía publicada en EE.UU., elaborada sobre la base de una serie de estudios, establece criterios muy precisos para evitar contagios de un paciente a otro a través de la ropa del profesional. Cuáles son las pautas. Qué pasa en la Argentina. El personaje de Hugh Laurie, ejemplo de lo que no debe hacerse.

 Por Pedro Lipcovich

Esta vez Dr. House se equivoca sin remedio: el traje de calle que usa mientras atiende a pacientes internados no se recomienda para los médicos en servicio; pero tampoco está indicado el atuendo que visten los demás integrantes de su equipo, el clásico guardapolvos con corbata. En Estados Unidos se emitió una guía sobre cómo debe vestir el personal de salud para prevenir la transmisión de infecciones a sus pacientes. Lo principal es que no usen mangas largas: “Brazos desnudos por debajo del codo”. Si bien las corbatas no están absolutamente prohibidas, varias investigaciones muestran que el 70 por ciento de las que usan los médicos están contaminadas con bacterias patógenas. El doctor y la doctora que quieran estar a la moda antiinfecciosa deberían usar el ambo profesional de manga corta, llevar uñas cortas y sin pintar, pelo corto o recogido y, mejor, sin reloj pulsera ni anillos ni collares. Claro que esto depende también de que los pacientes, bien informados, dejen de requerir la tradicional imagen de guardapolvo y corbata y exijan la del doctor que no propaga infecciones. También se proscribe el hábito –frecuente en la Argentina– de que el personal de salud salga a la calle con la ropa de hospital.

La Sociedad de Epidemiología Hospitalaria de Estados Unidos (SHEA) dio a conocer el documento “Vestimenta del personal de salud”, que se acaba de publicar en la revista Infection Control and Hospital Epidemiology. La guía destaca el criterio “Piel desnuda por debajo de los codos”, que implica: “Mangas cortas; sin reloj pulsera; sin joyas ni corbatas durante la práctica clínica”. En las instituciones que sigan requiriendo el uso de guardapolvos, los trabajadores de la salud deberían por lo menos “contar con dos guardapolvos y mantener una alta frecuencia de lavado” y deberían poder “quitarse el guardapolvo, o cualquier ropa de manga larga, antes de entrar en contacto directo con pacientes o su entorno inmediato”. Además, “todo el equipo que se comparta, incluidos los estetoscopios, debe ser limpiado entre paciente y paciente”.

La SHEA efectuó sus recomendaciones tras una completa revisión de los estudios existentes, que muestran “la contaminación de la vestimenta del personal de salud con variedad de patógenos”. Así, “los guardapolvos de médicos y enfermeras pueden actuar como fuentes potenciales de colonización y transmisión de microorganismos. Varios estudios describen su contaminación con Staphylococcus aureus en un rango de 5 a 29 por ciento”, así como pseudomonas y enterobacterias. “La mayor carga bacteriana se encontró en las áreas que más probablemente entran en contacto con el paciente, como las mangas”.

La directiva del uso de mangas cortas ya fue adoptada por el sistema de salud de Gran Bretaña, donde se constató que “promueve una mejor higiene de las manos y los codos”. En cuanto a las corbatas, varios estudios mostraron que pueden estar colonizadas con bacterias patógenas; en tres estudios, “más del 32 por ciento de las corbatas de los médicos desarrollaron cultivos de Staphylococcus aureus, y “más del 70 por ciento de los médicos admitieron no haber limpiado jamás sus corbatas”.

La SHEA también consideró otra cuestión: ¿qué vestimenta requieren los pacientes de un médico confiable? “La mayoría de los estudios muestran que los pacientes prefieren una vestimenta formal”. Sucede que “los pacientes generalmente no perciben que los guardapolvos blancos, la vestimenta formal o las corbatas planteen riesgos de infección”, pero “después de que se les proveyó información sobre la potencial contaminación procedente de las mangas largas y las corbatas, las respuestas cambiaron a una preferencia por mangas cortas o batas de trabajo”.

Norma Peralta –coordinadora del Programa Nacional de Vigilancia de Infecciones Hospitalarias (Vihda)– explicó que las nuevas recomendaciones “forman parte de la inquietud por las infecciones hospitalarias, ante el desarrollo de microorganismos multirresistentes a los antibióticos”, y comentó que los nuevos criterios de indumentaria “vienen a complementar las precauciones consideradas estándar, entre las cuales se destaca la higiene de las manos”.

Alcides Troncoso –profesor de microbiología en la Facultad de Medicina de la UBA– destacó que “particularmente en los bolsillos de los guardapolvos se encontraron colonias de bacterias: llevarse la mano a los bolsillos resulta ser así una maniobra peligrosa. El uso de mangas cortas impide que se contaminen y facilita lavar, entre paciente y paciente, la piel expuesta”. Además, “las mujeres deberían tener el pelo atado y las uñas deben ser cortas y no tener esmalte, porque las uñas pintadas no se higienizan bien”. Y “no se deberían usar relojes ni anillos: se demostró que debajo de un anillo se desarrollan colonias de millones de bacterias”.

No toca botón

Pero el recurso más importante y a la vez el más sencillo contra las infecciones hospitalarias es el lavado de manos: “Está demostrado que, por ejemplo, los virus respiratorios sobreviven hasta una hora en las manos: si un profesional atendió a un paciente con enfermedad respiratoria y no se higieniza las manos contaminadas, va a transmitir la enfermedad al próximo paciente”, advirtió Troncoso. “Lo mejor es el lavado con jabón líquido y secado con aire o toallitas descartables, pero una opción posible es el alcohol en gel. La disposición a higienizarse las manos entre paciente y paciente debería ser del ciento por ciento, porque hoy se sabe que es la medida preventiva más eficaz, pero el lavado tiene escasa adherencia entre el personal de salud”, comentó el profesor de microbiología.

La infección también puede transmitirse en la sala de espera: “En pediatría, la demora de los pacientitos en sala de espera puede llegar a ser de horas, por ejemplo, en época de bronquiolitis, con riesgo de contagio: es más aconsejable que el médico de cabecera vaya a la casa del paciente”, observó Troncoso.

En realidad, la función de prevenir las infecciones intrahospitalarias no sólo concierne a los profesionales de la salud, sino también, por ejemplo, al personal de limpieza: “El comité de vigilancia de infecciones hospitalarias de cada institución (ver nota aparte) debe instruir al personal de limpieza para que sepa que el lugar más contaminado es el botón que se aprieta para la descarga del inodoro: hay que dejar lavandina al 10 por ciento en ese botón, como en el inodoro y en el lavatorio. Otra precaución es no usar el mismo trapo de piso en distintas habitaciones”.

Y la prevención de infecciones no sólo concierne a los hospitales: “En los hogares donde se internan personas de tercera edad, una mala manipulación de alimentos puede causar brotes infecciosos –advirtió Norma Peralta–. También hay riesgo en los lugares de internación psiquiátrica, y sin duda, en las unidades de hemodiálisis, donde los pacientes se someten durante muchas horas semanales a un procedimiento invasivo. En todas estas instituciones debe haber una persona responsable del control de infecciones intrahospitalarias”.

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