SOCIEDAD › EL CUESTIONADO RESPONSABLE DE LOS CONTROLES

Con el único mérito de ser de Boca

 Por Gustavo Veiga

Raúl Oscar Ríos cumple con el patrón del dirigente boquense devenido en funcionario macrista. Integra la corte de incondicionales del jefe de Gobierno que dieron el salto desde el club a la administración porteña. Lo hizo sin escalas y por obediencia debida. Andrés Ibarra, Ernesto Petrini, Fabián Horacio Zampone y Jorge Wellington Alves son o han sido otros ejemplos de lo mismo con suerte dispar. Del responsable de la Agencia Gubernamental de Control se sabía poco hasta el trágico derrumbe de Villa Urquiza. Apenas, que integra la comisión directiva de la popular institución deportiva. Es vocal titular y tuvo a su cargo el departamento de Educación Física. Su estrecha relación con Mauricio Macri comenzó a forjarla a mediados de los años ’90, cuando el político procesado por espionaje llegó a la presidencia de Boca, en diciembre de 1995.

Ríos se parece demasiado a Petrini en su cuestionada idoneidad para ejercer un cargo público. Al ex director del Instituto de la Vivienda (IVC) una serie de denuncias por inoperante, combinadas con sospechas de corrupción, lo forzaron a renunciar. Había accedido al organismo gracias a un currículum donde se destacaba su papel como empresario que colocaba futbolistas en mercados no convencionales, como China y Rusia. Al funcionario en problemas por el derrumbe tampoco se le conocen antecedentes de capacitación para el puesto en que lo designaron. Incluso, lo cuestionan puertas adentro del PRO, porque no da el piné para semejante responsabilidad.

Obrero de la industria tabacalera en los años ’60-’70, trabajó en Massalín Particulares. Después de pasar por esa actividad, cambió súbitamente de rubro. Abrió una florería con un compañero y comenzó a venderle al gremio del tabaco coronas y palmas para despedir a los afiliados difuntos. El dato lo aporta un memorioso ex dirigente tabacalero que conoció a Ríos muchos años antes de que se relacionara con Macri. Ya en el club, daría una nueva señal de su versatilidad para incursionar en diferentes rubros. Una fuente boquense le atribuye un paso por la industria del entretenimiento nocturno. “Tenía un boliche”, comentó, sin precisar de qué tipo.

Lo que no puede decirse de Ríos es que sea un improvisado en la dirigencia xeneize. Ni tampoco de su esposa, Liliana Iamurri, la encargada de la Dirección de Gestión Técnica Operativa en la Agencia Gubernamental de Control. Integrante de la Secretaría de la Mujer en Boca –una función afín cumple dentro del PRO– se dedicó a los deportes amateurs. Su esposo encontró la forma de seguir sus inquietudes desde el departamento de Educación Física. Y también como responsable del área de quinchos, un lugar de esparcimiento para los socios vecino a la Bombonera.

Podría afirmarse que Ríos, como funcionario porteño, es un consecuente dirigente deportivo.

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