“Trabajo en el Hospital Borda y fui a todas sus marchas. Vine porque me da mucho dolor ver falta de leyes que nos favorezcan, ya sea para decidir con quién estar, dónde parir, cómo parir, cuándo abortar y por qué”, dice con una hija de cada lado, abrazadas. Su mundo ideal incluye mujeres que no juzguen a otras, “porque una muchas veces ve a una mujer suelta de ropa y piensa mal, te sale pensar que una mujer se fue de la casa y ‘Uy dejó a los hijos’. Me cae re mal el tema de la llamada puta, ¿por qué somos putas? ¿Por qué no podemos tener sexo con quien queramos como los varones? Y hasta si lo queremos pagar, ¿por qué no?”, pregunta y cuenta que en su trabajo había una mujer que sufría muchos golpes y no se animaba a denunciar por miedo a perder su casa. “Por eso sigue viviendo con él. Con ella me vuelvo bipolar: siento lástima, amor, odio. Fue criada para no abandonar su hogar y es muy difícil hacerle entender otra cosa. Leo mucho sobre feminismo, lo soy a pesar de no estar en ningún movimiento. Tuve la suerte de haber sido criada en un hogar de mujeres fuertes y siempre fui muy libre”, dice y se amarra a las nenas: Mailén, de 14, y Evelin, de 11 años. Se van trastabillando, embriagadas de amor.