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Domingo, 15 de mayo de 2016

CINE > SE ESTRENó CAPTAIN AMERICA: CIVIL WAR, LA MEJOR PELíCULA DE SUPERHéROES DE MARVEL

COMPAREMOS MITOLOGÍAS

 Por Marcelo Figueras

De chico me preguntaba cómo era posible que los griegos de la Antigüedad –tan listos y elegantes, ellos–, se tomasen en serio esa plétora de dioses: Zeus, Apolo, Atenea y el resto del panteón. Admito que eran más coloridos, y por ende entretenidos, que el dios de los monoteísmos. Su moral era laxa y no estaba peleada con la idea del placer; en ese sentido, tenían menos contraindicaciones. Pero me costaba asumir que alguien creyese honestamente que, cualquier día de esos, podía encontrar a su hermana revolcándose con Zeus.

En mi ignorancia de entonces, tan distinta de la actual, se me escapaba la noción de que aquellos griegos se habían permitido evolucionar durante siglos. A la credulidad de los orígenes le había sucedido una evaluación del universo más rigurosa. Y, al volverse vetusto, el panteón dejó de ser el coto de los sacerdotes para que se lo reapropiasen filósofos y poetas. Para los filósofos, pasó a encarnar la ignorancia misma. (En el diálogo Teeteto, Platón decía que se trataba de “un parloteo de mujeres viejas”.) Para los poetas y narradores, se convirtió en un filón. Porque, aunque nadie creyese que su existencia era real –preservándose, así, de la eventualidad de una Inquisición Griega–, las historias de las que eran protagonistas expresaban bien los dilemas de nuestra existencia.

Desde que las películas de superhéroes coparon el cine, sospecho que los griegos algo ingenuos de los comienzos se nos parecen mucho. No hay diferencias radicales entre el panteón clásico y el modo en que hoy fungen las canteras Marvel y DC: producen las historias que entretienen a las mayorías, estimulan la imaginación (cierta clase de imaginación, al menos), aleccionan para que nos superemos y establecen penalidades respecto de algunos –ay, muy pocos– comportamientos. Como aquellos dioses, los superhéroes son estridentes y proclives a generar catástrofes, tienden a salvarnos a pesar de nuestra necedad y por eso los castigamos, o al menos disfrutamos viéndolos sufrir. Nuestros dioses (Thor), semidioses (Mujer Maravilla, Capitán América) y héroes (Batman, Iron Man) cuentan con una tecnología superior, pero pierden con los griegos en un aspecto clave: son castos, los cual los vuelve ñoños. El virtual desconocimiento de la dimensión del goce deforma su visión de la existencia; parecen prepúberes que no han leído más que a Ayn Rand (descripción que también puede aplicarse a parte de la dirigencia política de Estados Unidos) y, así, no encuentran otra vía para autoafirmarse y canalizar su energía que la violencia.

Yo ya estoy grande pero el género, al menos a priori, me sigue atrayendo. Me preocupa, sí, que estemos embarcados en una parábola inversa a la de los griegos. A medida que hicieron pie más firme en este mundo, aquellos reemplazaron a los dioses olímpicos por los humanos héroes. En cambio nosotros estamos renunciando al modelo original, donde los héroes eran trabajadores independientes que colaboraban con la Justicia (en el amplio rango que va de Holmes a Philip Marlowe, aunque con máscaras), para abrazar un paradigma más propio de una sociedad primitiva: estamos indefensos ante un universo caprichoso y cruel y no nos queda otra que encomendarnos a la voluntad de seres superiores. Cada vez que estornudan mueren miles de personas, lo cual los emparenta con el Yahvé del Antiguo Testamento; y aún así, seguimos invocando su “protección”.

Captain America: Civil War, de los hermanos Joe y Anthony Russo (¿habría que atribuir su comprensión del mecanismo del panteón a la ascendencia mediterránea?), supone la apoteosis del género en su versión cinematográfica. En primer lugar, porque lo hace todo bien: es una película hecha y derecha, en oposición a una versión hipertrofiada de Titanes en el ring (como Batman versus Superman); tiene acción inteligible; una razonable intriga; actuaciones en vez de poses heroicas; sentido del humor; y una ligereza que se agradece, no porque sea esencial al género –a mí me gusta la vena dark, y hasta trágica–, sino porque últimamente estos films confunden gravitas con hinchazón. (Cada vez se parecen más a versiones de Los nibelungos filmadas por Ed Wood.)

Los Russo entendieron que Civil War marca una apoteosis, después de la cual, por definición, no queda otro remedio que una caída. Plantean un conflicto que finge tener un cariz político: si existiesen seres de un poder semejante, ¿deberían someterse a control o preservar un margen de independencia, para no ser utilizados por un poder al que nadie supervisa? (Una línea que anticipó Alan Moore en Watchmen, cuando se preguntaba: ¿Quién vigila a los que nos vigilan?, aún relevante en este mundo donde las democracias han sido o están siendo usurpadas por poderes inconfesables.)

Pero el verdadero conflicto que expresan los Russo y sus guionistas (Christopher Markus, Stephen McFeely) es narrativo: ¿qué hacemos con el género? ¿Lo conservamos tal como está o lo dejamos en libertad para que se estrelle o se reinvente? Bajo la vigilancia de la Marvel y su casa matriz Disney, los Russo respetan las reglas durante la mayor parte del film. Pero sus deseos profundos parecen verse expresados por un villano: el Zemo que interpreta Daniel Brühl.

Zemo –un personaje diferente al Barón Zemo de los cómics– no es un villano operático, al estilo del Joker o Calavera Roja. Civil War lo pinta como un hombre común, de inteligencia práctica, que comprende que no puede competir con los superhéroes en poder de fuego y uniformes vistosos. Por eso asume que lo único que cabe hacer es preparar el terreno, acomodarse a un costado y dejar que los superhéroes (y con ellos, el género y su primacía sobre el cine mundial) se revienten entre sí.

Los Russo se saben prisioneros del sistema, como uno de los bandos de héroes que se enfrentan en Civil War: aquel liderado por Iron Man. La Marvel ya los enganchó para dirigir los films siguientes de la saga, llamada Avengers: Infinity War. Pero no han resignado del todo su independencia, como el otro team de héroes, liderado por el Capitán América: hace cinco días se anunció su asociación con China para producir un film que se llamará, significativamente, The Hero’s Awakening. O sea, El despertar del héroe.

Si el héroe y su género no despiertan el público los dejará atrás, como hicieron los griegos con su Olimpo. Mientras tanto, Civil War seguirá funcionando como el non plus ultra del género. Una versión cómic de La caída de los dioses, donde sobrevive un hombre lúcido a quien se confunde con un villano y renace la esperanza en un género mejor.

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