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Domingo, 11 de mayo de 2008

SANTA FE › LA CAIDA EN LA MATRICULA EN ALGUNAS ESCUELAS DE ROSARIO LLEGA AL 50%

Los miedos que genera la deserción

A partir de un caso puntual de Fisherton "pobre", Rosario/12 analiza el fenómeno en otras escuelas. Lo que dice el ministerio.

 Por Alicia Simeoni

El número de alumnos que componen la matrícula de la Escuela Nº 632 "José María Puig", de República 8050, bajó casi en un 50 por ciento en los últimos tres años. Pero el dato que menciona con preocupación Oscar Lupori, coordinador del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y cooperador de la institución, se repite en otras escuelas rosarinas cuyas autoridades o docentes prefieren no identificarlas por temor al cierre de secciones escolares mientras sostienen la esperanza que niñas y niños regresen a clases. Para Lupori una de las causas que inciden en el desgranamiento y la deserción, tiene que ver con la forma de relación que la escuela establece con los chicos que, rara vez, tiene en cuenta la realidad en la que viven y les hace sentir que "no pueden seguir adelante". La ministra de educación de la provincia Elida Racino sostiene que se trata de un problema complejo que no puede ser abordado sólo por la escuela "que necesita ayuda" y explica la constitución del gabinete social en Rosario con la intervención de cinco ministerios -Educación, Salud, Desarrollo Social, Innovación y Cultura y Trabajo- que junto al municipio se plantean estrategias de abordajes interdisciplinarios desde los grupos familiares.

"De una matrícula cercana a los 800 alumnos, este año hay poco más de 400 chicos en la escuela Nº 632 de la zona conocida como Fisherton Pobre" cuenta a Rosario/12 Oscar Lupori cuando también da el perfil de gran parte de los niños que van a la "José María Puig". Dice que se trata en gran medida de "los hijos de las familias migrantes que en un 90 por ciento llegan de Chaco y en porcentajes menores de Corrientes y Santiago del Estero". En el barrio como conjunto están las villas de emergencia que se conocen como Emaus, Stella Maris, Santa Rosa y la que nació con el nombre de La Bombacha y ahora lo trocó por el significativo de La Esperanza. "Es todo lo que en las asambleas de los años 2002 y 2003 se conoció como Fisherton Pobre" contó Lupori quien también explicó que en una reunión de la asociación cooperadora que integra surgió el dato que marca el brusco descenso de la matrícula. "No se puede pensar que casi 400 alumnos se fueron a otras escuelas; una pequeña parte lo habrá hecho en la estrategia que siempre ensayan los pobres en cuanto a la supervivencia y a la resistencia, cuando piensan que sus hijos tengan una posibilidad, aunque sea un poquito mejor, de la que ellos tuvieron". Sin embargo el resto "habla de desgranamiento y abandono del sistema", dice el coordinador del MEDH.

Desde el lugar de director de una escuela rural en el departamento Constitución, Juan Carlos Di Leo está convencido que en la mayoría de las escuelas urbanas la matrícula está dibujada y se sostiene en la esperanza en cuanto a que quienes lo abandonan retornen al sistema. "Hay muchas chicas y chicos que no están en las escuelas y la calle les ofrece un lugar, en definitiva un no-lugar para el estar, el deambular, jugar en los ciber, tomar una cerveza casi como estadio inmediato del curtir alguna droga". Di Leo dice que el primer presupuesto que la institución escuela plantea a los alumnos "es el tener que demostrar lo que saben, por eso cuesta soportar el 'no puedo aprender a leer, a escribir o a resolver un problema'. El marco con el que se encuentran no tiene que ver con la realidad que viven". Di Leo, en la escuela rural que dirige, tiene alumnos de la zona muy pobre ubicada en las barrancas del Paraná del departamento Constitución. Ellos deciden no ir a las aulas urbanas: "No pueden soportar la exigencia de la excelencia y se quedan en el camino, empiezan a faltar dos, tres días y cuando vuelven ya hay saberes que perdieron. Comienzan entonces a ser líderes de la impertinencia y quienes perturban el proceso de enseñanza-aprendizaje. Son los chicos que están en los bordes, en el costado y en realidad son incluidos pero no integrados. La sociedad cómplice prefiere no ver algunas cosas, genera presión hacia los docentes y hacia los alumnos. Está también el planteo por parte de sectores de padres acerca del porqué se tiene en un grado a un alumno que tiene cinco años más que la edad promedio de quienes lo cursan y otra serie de prejuicios y estigmatizaciones".

Varios maestros de distintas escuelas de la ciudad que brindaron su testimonio a este diario hablaron de la deserción y el desgranamiento escolar con el temor de que "se cierren secciones de grado".

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A veces el marco con el que se encuentran "no tiene que ver con la realidad que viven".
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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