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Domingo, 23 de diciembre de 2007

DEPORTES › HOMENAJE. TODAS LAS GLORIAS ROJINEGRAS RINDIERON TRIBUTO A JORGE BERNARDO GRIFFA

Al gran maestro de las inferiores

La celebración futbolítica se hizo en la academia Griffa de Granadero Baigorria. Y por supuesto, hubo fútbol y reencuentros.

 Por Alejo Diz

Se habían convocados hombres de gloria, todos jugadores que pasaron por la salita del Maestro y que tras sus lecciones dieron la vuelta alguna olímpica con los colores rojo y negro como guardapolvo. Enredados entre dos generaciones estaban los talentos de José Yudica contra los pibes revolucionarios de Marcelo Bielsa; todos unidos por un mismo mensaje, el fundado por Jorge Bernardo Griffa, allá por la década del `70 y que se extendió cruzando los '80 y recorriendo parte de los '90. Muy lejos del parque Independencia, pero muy cerca del corazón de los hinchas, jugadores campeones con Ñuls en 1988 y 1990 le rindieron tributo al creador del concepto de divisiones inferiores. Y que mejor escenario que parados, sí ya mucho sólo parados, en el verde césped corriendo, o mirando en algunos casos, la pelota ante la atenta mirada del hombre más significativo de la historia deportiva de los leprosos.

El encuentro.

"Estoy emocionado", musitó, entre sonrisas, Jorge Griffa mientras detrás suyo se dibujaba el peregrinar de autos que buscaban el acceso a su predio. Eran las 16.15, restaban casi una hora para el inicio del evento y las tribunas montadas alrededor de la cancha principal estaban colmada de hinchas, ansiosos ellos por ver de nuevo a las glorias jugando con la rojinegra sobre el pecho. Ajeno a todo el clima festivo se la veía a Luciana Aymar, la mejora jugadora de hockey sobre césped del mundo, incómoda ante el cariño del público futbolero.

Los jugadores llegaron todos juntos, agitando un clima estudiantil, con Ricardo Lunari y Gerardo Martino marcando el ánimo de la tarde. La gente estaba desde temprano, pero todo se demoró más de lo esperado por imposición de la televisión. En ese lapso algunos jugadores tomaron contacto con los hinchas, ávidos por hacerse de una foto con cada ídolo. "Hola, ¿cómo andás? Pronto nos vamos a ver en el buffet del club", le aseguró Dezotti a una mujer que pugnaba por el reencuentro con el Galgo apostada detrás de las vallas.

Pero ingresar todos al vestuario, rápidamente se separaron: de un lado los campeones del '88, con José Yudica ahora con perfil más bajo, y del otro los campeones de '91, quienes no gozaron de la presencia de Marcelo Bielsa, a pesar de la promesa del Loco. A los jugadores del ochenta, en cambio, sufrieron la repentina ausencia de Gabriel Batistuta, que avisó en la mañana que no aparecería por un accidente sufrido por un obrero en su estancia de Reconquista.

El juego

Salieron todos juntos. Quienes cargaban aire ochentoso lucían la rojinegra. Los "pibes" del Loco debieron conformarse con la blanca alternativa. Y en el medio de ellos el árbitro que dirigió la final en la Bombonera entre Boca y Ñuls: Francisco Lamolina, que si bien ostentó una casaca fosforescente amarilla, su figura no iba a pasar desapercibida. "Lamolina botón, Lamolina botón, sos un hijo....", bramaron, con tono más cercano a la broma que a la intimidación, los cinco mil hinchas repartidos en las tribunas. Y Pancho respondió con sonrisa para luego continuar en lo suyo: "Siga, siga", le espetó al Negro Zamora al reclamar una infracción de Fabián Basualdo, tal cual patentizara en sus años de profesionalismo.

Pero antes de que la pelota pasara un rato entre los pies de los jugadores, Griffa recibió el homenaje de los futbolistas por medio de Gerardo Martino, quien tomó el micrófono y le habló al público. "En todo orden de la vida es necesario sembrar con esfuerzo, trabajo, honradez y perseverancia. Bajo este lema Jorge Griffa trabajó durante años en las inferiores de Ñuls y su cosecha arrojó jugadores como los que hoy están presentes. Por eso lo consideramos el maestro de todos nosotros. En honor a su incesante docencia en el fútbol hoy queremos rendirle homenaje haciendo lo que sabemos, o mejor dicho, haciendo lo que alguna vez supimos hacer: jugar al fútbol".

Imágenes retro.

Entonces llegó el momento de jugar con las nostalgia, de recordar lo pasado con imágenes vívidas del presente, de ver, en definitiva, otra vez a los campeones dentro de una cancha. Los años fueron agrandando la dimensión de los logros deportivos obtenidos por los que corrían detrás de la pelota, pero esos mismos años también fueron inflando el vientre de muchos de los que ahora veían en la pelota un objeto mucho más difícil de alcanzar.

De un lado se pararon Tognarelli, Theyler, Sensini, Basualdo, Pautasso, Balbo, Martino, Cozzoni, Bianco (un colado), Ramos y Dezotti. Del otro estaban Panchirolli, Ragio, Garfagnoli, Darío Franco, Pochettino, Zamora, Fullana, Gabrich (otro con boleto especial), Grioni, Lunari y Stachiotti.

El juego se abrió con un toque de Cozzoni, uno de los más queridos por la gente. "Chancha, chanchaaa", le coreaban cada vez que tocaba la pelota y debía renegar con una cintura desdibujada por culpa de las dietas ya no tan estrictas. Males parecidos aquejaban al Negro Zamora, algo más lento, pero de picardía intacta. Pero todos parecían recordar las palabras de Yudica y Bielsa de aquellos años. Si los hijos del Piojo apostaban más al toque que a la velocidad y los prodigios del Loco se animaron con presionar en el medio por algún rato.

Dezotti tiraba piques sorprendentes para a un Ramos con porte más frágil que cuando dominaba las áreas, o para Cozzoni, de tanto talento como inmovilidad. La balanza la inclinaba Gabrich, aún con andar de tanque, que en una aprovechó una macana de Pautasso --quiso salir jugando, como si alguna vez lo lograra en el profesionalismo-- para marcar con tiro cruzado y en otra un pase de Lunari para tocar sobre el segundo. Del otro lado, la respuestas venían del talento de Martino --"Va a volver, va a volver, el Tata va a volver", prometían los hinchas"-- para asistir a Balbo y luego a Giovagnoli, ambos autores de respectivos goles. Pero claro, había una generación más grande que la otra. Y a los más veteranos, a los cuales en el segundo tiempo se le sumó Yudica con los cortos puestos y solvente disciplina táctica, se les abrió la victoria con otro gol de Giovagnoli para anotar el definitivo 3 a 2. Hubo vuelta olímpica e invasión de cancha. Y todos juntos, hoy como en el ayer, saltaron al grito de "dale campeón".

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El Tata Martino leyó unas emotivas palabras para el profe Griffa que lo escucha atento.
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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