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Pou no se considera culpable de la crisis y sabe cómo solucionarla

El ex presidente del Banco Central, alineado en el menemismo, anda con sed de venganza. Ayer habló ante una convención de banqueros, se desentendió de las causas de la crisis del sistema y propuso las reglas para renovarlo.

 Por Claudio Zlotnik

Tras el colapso del sistema financiero, dos ex presidentes del Banco Central, Pedro Pou y Javier González Fraga, presentaron, en forma separada, sendas propuestas para refundar el sector bancario. Lo hicieron ayer durante un congreso organizado por la Federación Iberoamericana de Bancos (Fibafin). El banquero menemista comenzó su exposición con un recuerdo hacia Fernando de la Rúa, que tuvo un evidente tufillo revanchista: “Ha pasado un año y medio desde que el ex presidente dispusiera mi remoción como presidente del Central por mala conducta y ésta es la primera oportunidad que tengo para hablar con la comunidad de la banca sobre estos momentos poco felices”, señaló.
Pou y González Fraga disertaron alrededor de una hora cada uno. Doscientos banqueros escucharon con atención. Para ellos, era la oportunidad de conocer las propuestas de dos referentes del sistema. Los mayores aplausos se los llevó Pou. Parecieron creerle al banquero cuando dijo que sus errores como titular del BCRA no fueron la causa de la crisis sistémica.
El mismo hombre que durante los años 90 digitó la concentración y extranjerización de la banca, hoy admite un error que en su nueva propuesta pretende zanjar: los bancos sólo prestarán en dólares a aquellas empresas o personas que ganen en divisas, de manera de evitar el denominado “descalce de monedas”. Si facturan en pesos, sólo podrán tomar créditos en pesos. Un esquema diferente del que propició desde su sillón de Reconquista 229.
La propuesta central del economista del CEMA presume la banca dividida en dos: una parte dedicada a las operaciones transaccionales y la otra, a las inversiones. Incluso, propone dejar de llamar “depósitos” a los ahorros bancarios sino “inversiones a plazo”, de manera tal de dar idea del riesgo que se corre colocando plata en un banco. En ese orden, propuso reglamentar un eventual corralón a futuro: dijo que deberían reprogramarse los depósitos a plazo toda vez que una corrida esfumara la mitad de los requisitos mínimos de liquidez que los bancos inmovilizan en el BCRA.
En su defensa del sector, reclamó que además de las compensaciones estatales que deberían recibir los bancos por la pesificación asimétrica, los amparos y la eliminación del CER a ciertos créditos, las entidades financieras perciban una capitalización de 5000 a 7500 millones de dólares por parte de los organismos multilaterales. Sería la forma de hacerlos solventes tras la crisis.
Para diferenciarse del hombre del CEMA, González Fraga inició su exposición con críticas al sistema bancario de los ‘90. Reveló que los préstamos que más se expandieron durante esa época fueron los destinados al Estado nacional y a las provincias, y los hipotecarios. “No hubo crédito a los sectores productivos. Los bancos prefirieron prestarles a los sectores que no tenían competencia: era más rentable un shopping o un barrio cerrado que una fábrica. Esa es la esencia por la que se derrumbó la convertibilidad”, disparó el experto. Respecto de la instauración del corralito, manifestó que “era más barato cerrar 10 o 15 bancos que imponer las severas restricciones”, apuntó.
González Fraga pronosticó que aún quedan fusiones por concretarse en el sistema financiero, y advirtió que habrá que “repensar” la banca pública. Tanto González Fraga como Pou rechazaron la implementación de un sistema bancario off shore (que opere desde el extranjero con bancos internacionales) ya que obstaculizaría el otorgamiento de crédito. “No habrá evolución de los bancos sin un acompañamiento al sector productivo”, insistió.
Los dos ex presidentes del Central reclamaron una entidad independiente del poder político. En ese sentido, Pou fue más allá: directamente propuso modificar la forma en que se nominan a los directores del BCRA. En vez de proponerlos el Ejecutivo, con anuencia del Congreso, debería ser propuestade la propia autoridad monetaria. Tal práctica, justificada en el argumento de independencia del BCRA, recuerda las metodologías que solían emplear ciertos sindicatos burócratas en los ‘60 y los ‘70 para perpetuarse en el poder.

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Aldo Pignanelli, presidente del Banco Central, se confunde en un abrazo con Pedro Pou.
 
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