El gobierno de China anunció el fin de semana que flexibilizará la política cambiaria permitiendo una leve apreciación contra el dólar, y los conflictuados mercados financieros festejaron tímidamente ayer la reclamada medida. La cotización del yuan, la moneda del país oriental, subió ayer 0,35 por ciento y se ubicó en el mayor nivel en 5 años contra el dólar. Las principales Bolsas europeas cerraron con alzas reducidas y Wall Street terminó sin modificaciones. En Buenos Aires, la plaza financiera no operó por el feriado y retomará hoy las actividades.

“La moneda china no es un asunto que la comunidad internacional deba discutir”, habían afirmado las autoridades financieras del país asiático, sin embargo decidieron anunciar en la previa de la próxima cumbre del G-20 en Toronto, Canadá, una gradual flexibilización de su política cambiaria permitiendo la apreciación de su moneda. La decisión, reclamada en parte por el gobierno de Estados Unidos, afecta la competitividad de algunas de sus exportaciones en favor del resto de los países cuyos bienes compiten con los orientales. En esa disputa entre potencias globales, las abultadas tenencias de títulos del tesoro norteamericano en las carteras de inversión de las instituciones chinas juegan un rol central.

Sin embargo, la decisión de las autoridades chinas no alcanzó para impulsar las operaciones en Wall Street. Aunque comenzaron la jornada al alza, el índice Dow Jones cerró con una caída de 0,1 por ciento y el Nasdaq terminó con una merma de 0,9 por ciento. En Europa los anuncios chinos tuvieron una mejor recepción y a pesar de la nueva caída en la cotización de la moneda común, que cedió nuevamente hasta 1,23 dólares, las plazas bursátiles mostraron en su mayoría resultados positivos. La Bolsa de Madrid subió 1,0 por ciento, en París el alza fue del 1,33 por ciento, en Frankfurt recuperó 1,22 y Londres creció 0,9 por ciento. Por su parte, la plaza de San Pablo trepó 0,6 por ciento.

Mientras tanto, los países europeos comienzan a delinear la agenda conjunta que pretenden llevar a la reunión del G-20 los próximos 26 y 27 de junio. En medio de la deslegitimación por los recesivos ajustes fiscales y reformas de los sistemas de seguridad social que pretenden aplicar en sus países el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, intentan poner sobre la mesa de discusión la necesidad de crear un impuesto global a los bancos y operaciones de los distintos mercados financieros.

Según advierten los mandatarios europeos, la iniciativa busca “garantizar una contribución equitativa e incitar a la prevención de los riesgos sistémicos”, en un escenario donde “las turbulencias recientes muestran que queda mucho por hacer para asegurar la estabilidad financiera”. Más allá de la relevancia de la propuesta, que existe con distintas variantes desde mediados de los setenta, la iniciativa parece estar encaminada a alcanzar el mismo destino infructuoso que la discusión acerca de los paraísos fiscales en las anteriores cumbres del G-20 en Londres y Pittsburgh.