ECONOMíA › EL IMPACTO EN ARGENTINA DEL ESTALLIDO FINANCIERO INTERNACIONAL

Como ver llover debajo del alero

La convulsión en los mercados aviva los fantasmas internos. Página/12 convocó al economista Roberto Frenkel para distinguir fantasía de realidad. “Esta vez estamos vacunados”, afirma. “No hay ninguna razón para salir a comprar dólares”, tranquiliza.

 Por David Cufré

Años y años de historia incorporaron al código genético del argentino medio el temor a una crisis económica de magnitud después de una etapa de relativa prosperidad. A quien le guste jugar con los números tiene motivos adicionales para preocuparse: en las últimas tres décadas hubo un estallido cada seis o siete años. La serie maldita empezó con el Rodrigazo de 1975, siguió con el desbarajuste de 1982, se le sumó la híper de 1989, después vino el efecto Tequila de 1995 y llegó a su máxima expresión con el derrumbe indecoroso de la convertibilidad en 2001. El 2007 encuentra a la economía nacional con una solidez macroeconómica sin igual, con superávit fiscal, externo, reservas record en el Banco Central, recaudación impositiva al alza y crecimiento del PIB del 8 por ciento anual. Y en eso, Wall Street vive su martes negro el 23 de julio pasado y se enciende una luz en el tablero. La tensión financiera en la principal potencia del mundo se prolonga, el virus contagia a Francia, todos los mercados caen, los bonos locales derrapan, el dólar sale de su letargo y entonces la pregunta fatídica se hace inevitable: ¿otra vez sopa?

Página/12 eligió a Roberto Frenkel como terapeuta. El economista fue jefe de asesores del ex ministro Juan Vital Sourrouille. Sus papers circulan por los principales centros académicos internacionales y es titular del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes). Sus palabras llevan tranquilidad. Sostiene que “no hay ninguna razón para salir a comprar dólares”, casi se enoja por la pregunta sobre la situación de los depósitos –”no habrá ningún impacto sobre el sistema bancario”, descarta–, evalúa que la turbulencia financiera no se convertirá en una crisis extendida y, por lo tanto, Argentina no sufrirá ningún revolcón como en el pasado. “Es la gran diferencia con la convertibilidad. Por el lado financiero estamos vacunados, y por el de la economía real, tenemos la ventaja de que el grueso de nuestras exportaciones depende más de la demanda de China e India que del nivel de actividad en Estados Unidos”, resume.

–¿Estamos ante el inicio de una crisis profunda?

–El futuro siempre es incierto, pero no lo creo. No hay temor a una crisis financiera generalizada en Estados Unidos y mucho menos a una crisis global. Por ahora la preocupación es que se produzca una caída en el nivel de actividad de Estados Unidos. Me refiero a un crecimiento más lento, ni siquiera hablamos de recesión.

Frenkel recuerda que los dos últimos episodios de tensión financiera internacional se produjeron en Estados Unidos, en mayo y junio del año pasado, y en China, en febrero último. “Ambos tuvieron una extensión limitada. Esta vez las causas del temblor son más profundas. Hay mucha gente en Estados Unidos que no puede pagar la cuota del crédito que tomó y les conviene más que les ejecuten la casa porque el volumen de su deuda es mayor a la cotización de su propiedad. Son las cosas típicas de cuando estalla una burbuja”, detalla. Por esa razón, concede que los fundamentos del problema en esta oportunidad son más graves, pero insiste: “Las veces anteriores no vi venir una crisis y ahora tampoco”.

Antes de dar sus razones, el economista explica qué es lo que está pasando en Estados Unidos. “Todo empezó por la debilidad del mercado de créditos hipotecarios. La caída en el precio de las propiedades y el aumento del incumplimiento en los pagos rompió la lógica de un negocio que consistía en securitizar las hipotecas, generar bonos atados al pago de esos créditos. A los bancos ese mecanismo les permitía hacerse de liquidez para otorgar nuevos préstamos.” Como las carteras bancarias fueron transformadas en bonos que compraron inversores de todo el mundo, el problema se extendió a los mercados financieros. “El temor a mayores dificultades puede generar una profecía de crisis autocumplida, con restricciones de liquidez para instituciones que no tienen nada que ver con los créditos hipotecarios y ni siquiera invirtieron en esos bonos”, advierte Frenkel. La primera consecuencia a la vista de la convulsión es justamente esa: los mercados están cerrados para la colocación de títulos de deuda, tanto para empresas como para los países.

Sin embargo, Frenkel supone que no habrá profecía autocumplida ni epidemia. Descarga todo su optimismo en dos argumentos centrales. El primero es que Estados Unidos, paradójicamente, se convierte en esta situación en el refugio elegido por los capitales especulativos de la mayor parte del planeta. Los bonos del Tesoro son visualizados como la tabla de salvación hasta que pase el temblor. Ese “vuelo a la calidad” –supuestamente esos títulos son los más seguros del mundo– le da a la Reserva Federal (banca central de aquel país) una cantidad enorme de recursos para socorrer a los bancos en aprietos por la crisis de las hipotecas.

La segunda razón que expone Frenkel para no temer lo peor va añadida a lo anterior: la Reserva Federal cuenta con un margen de maniobra muy amplio para encapsular el problema. A ello le agrega la participación del Banco Central Europeo en el mismo sentido en ese continente. “Pueden seguir inyectando miles de millones de dólares para mantener todo bajo control. Por ahora ni siquiera apelaron a una reducción de las tasas de interés de corto plazo, con lo que podrían amortiguar o revertir la baja del nivel de actividad, porque creen que lograrán estabilizar la situación con lo que están haciendo”, ilustra. “No ven una alarma de crisis”, remarca, y juega el antecedente de 1991, cuando Estados Unidos consiguió con aquellos instrumentos parar la aguda crisis de las empresas tecnológicas.

Frenkel vuelve al concepto de que en este momento el mayor riesgo es la desaceleración de la economía estadounidense.

–Si ellos crecen menos, ¿China lo sufrirá con una caída de sus exportaciones? En tal caso, ¿Argentina a su vez le venderá menos a China?

–No, China tiene un superávit tan alto que le basta con corregir cualquier baja de exportaciones con un mayor impulso de su demanda interna. De hecho, es lo que buscan.

–¿Qué pasará con Brasil?

–Están igual que nosotros, con superávit de cuenta corriente y números fiscales que nadie ve con preocupación. Igual, nadie tiene tantas fortalezas como Argentina. Es probable que Brasil aproveche para subir un poco el tipo de cambio, que está muy apreciado.

El titular del Cedes afirma que Argentina puede mirar la tormenta con tranquilidad, sin temer un cambio en el ciclo de crecimiento. No descarta que si la efervescencia financiera se extiende cuatro o cinco meses –”nadie puede saber cuánto durará”–, la expansión local se resienta, pero sin dramatismos. Las empresas eventualmente pueden demorar proyectos de inversión o suspender emisiones de deuda. En cuanto a las tasas de interés, no espera subas. “El Central ya demostró que puede controlar la suba”, apunta, y confía en que seguirá siendo así.

El economista marca diferencias contundentes respecto de los años noventa, cuando los shocks externos hacían tambalear a la economía. “No dependemos de corrientes de financiamiento externo, como en la convertibilidad, cuando teníamos déficit fiscal y externo”, afirma. En cuanto a las exportaciones, los precios de los commodities agrícolas, base del comercio, no sufrirán una caída porque dependen del consumo asiático, que no se verá alterado por los acontecimientos financieros.

–¿Existe el riesgo de una disparada del dólar?

–No existe. El Banco Central tiene una cantidad de dólares que le permite sostenerlo donde quiera. No hay debilidad externa, ni fiscal, ni necesitamos capitales. No hay ninguna razón para salir a comprar dólares.

–¿Cómo se protegen los pequeños ahorristas ante la caída de los mercados?

–Es que no los afecta. Afecta a quienes tienen bonos, a las AFJP, pero no a los ahorristas.

–¿Puede haber impacto en el sistema bancario local?

–No, para nada. Es la diferencia con la convertibilidad. El Central tiene autonomía para hacer política monetaria. Vea cómo logró bajar rápido la tasa interbancaria. No hay riesgo ni cambiario ni bancario.

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La crisis en el mercado de las hipotecas en Estados Unidos golpea a otros activos financieros.
 

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