EL MUNDO › TRAS LA REVUELTA, LA CAPITAL AMANECIO SITIADA POR TANQUES CHINOS

El Tíbet es tierra arrasada

Después de la peor represión desde 1989, el gobierno tibetano denunció al menos cien muertes, los turistas inundaron el aeropuerto, la capital se llenó de piquetes militares y el gobierno chino anunció la llegada de la antorcha olímpica.

Lhasa, la capital del Tíbet, era ayer una ciudad fantasma. Nadie caminaba por las calles o salía de su casa, excepto que fuera un militar chino armado como para ir a la guerra. Debido a la censura de Beijing y al estado de sitio que domina la ciudad desde ayer a la noche, poco se sabe de lo que está pasando allí. Los turistas que ayer inundaron desesperados el aeropuerto de Lhasa para escapar en el primer vuelo posible dijeron que todas las calles están bloqueadas por tanques militares y que nadie puede salir de su casa. Desde el exilio en Nueva Delhi, el gobierno tibetano denunció que la represión del viernes, la peor desde la revuelta de 1989, habría dejado al menos cien muertos y pidió la mediación de la ONU. El gobierno chino, en cambio, reconoció ayer solamente diez víctimas y adelantó que la antorcha olímpica pasará por el Tíbet en dos semanas. Anoche las columnas de humo seguían elevándose sobre el corazón histórico tibetano y epicentro de las protestas de esta semana, el templo Jokang. Los negocios y los locales de los chinos de la etnia han estado totalmente destrozados y algunos eran apenas escombros. Las pocas imágenes que logran colarse a la prensa muestran la zona invadida por tanques y tropas chinas, mientras el resto de la ciudad parece desierta. Durante la mañana se habían registrado algunas manifestaciones aisladas, pero rápidamente fueron reprimidas. Anoche sólo se habían registrado protestas aisladas. Ante esta aparente calma, el viceprocurador general chino, Sun Qian, aseguró que la situación en Lhasa está volviendo a la normalidad. Ayer, fuentes diplomáticas europeas y estadounidenses dijeron que no había razón para recomendar a sus ciudadanos no viajar al Tíbet. Desde Lhasa, algunos vecinos que lograron comunicarse con familiares, amigos o periodistas en el exterior aseguraron que las tropas de Beijing están revisando las casas en busca de los monjes que lideraron las protestas de esta semana por el 49º aniversario del exilio obligado de su máximo líder, el Dalai Lama. En solidaridad con ellos, cientos de monjes tibetanos exiliados marcharon el viernes y ayer en la capital de Nepal, Katmandú. Anoche, Beijing había desplegado tropas en la frontera entre Nepal y Tíbet. Incluso en el noroeste de China, en la provincia de Gansu, cientos de sus compañeros y de militantes protibetanos marcharon en protesta por la represión de Beijing. “Tenemos la confirmación de manifestaciones en el monasterio Labrang, en Xiahe, donde las fuerzas de seguridad intervinieron con gases lacrimógenos”, denunció Kate Saunders de la Campaña Internacional por el Tíbet. “Según nuestras fuentes, hubo hasta cinco mil personas en esa demostración pacífica”, agregó. Según Saunders, aunque la represión más cruda se vivió el viernes, los monjes tibetanos ya venían siendo perseguidos desde el martes pasado. El día anterior varios monjes habían convocado la primera de una serie de protestas por el aniversario del exilio del Dalai Lama. Este tipo de manifestaciones son bastante comunes en Lhasa y el resto del país. A pesar de los argumentos de Beijing sobre su derecho ancestral sobre la región, los tibetanos siguen sin reconocerse como parte de China y demandan la vuelta de su líder y su gobierno. Pero la marcha del 10 de marzo no terminó como las otras protestas. La represión china –tan usual como las manifestaciones– dejó 15 monjes detenidos y también uno muerto. La imagen del hombre en su toga, sin armas y todo desangrado, provocó una reacción entre el resto de los tibetanos, quienes tienen un sumo respeto por los monjes budistas. Primero decenas de monjes protestaron y las fuerzas de seguridad chinas empezaron a cerrar templos. Después, siguiendo su filosofía pacifista, salieron a marchar en las calles. El enfrentamiento fue escalando y sumando gente hasta los cruentos enfrentamientos que sorprendieron al mundo entero. Según testigos, lo que empezó siendo una protesta contra la ocupación y el exilio del Dalai Lama pronto se convirtió en un reclamo más amplio. “Hicimos saber el descontento general que existe por la falta de empleo, la imparable subida de precios, especialmente en cuanto a la medicina”, aseguró una mujer que no quiso dar su nombre.

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Soldados chinos controlan las calles de Lhasa, capital del Tíbet, después de la revuelta.
 
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