EL PAíS › LAS IDEAS Y EL ESTILO DE LUIS PALAU, EL PREDICADOR DEL SPANGLISH

Ser siervos, y prosperar

Discípulo de Billy Graham, encontró un nicho envidiable, el de predicarles a los hispanos de EE.UU. ese evangelismo de la prosperidad capitalista, el del ascenso espiritual y material. Sus festivales en el Obelisco permitieron observar en funcionamiento a sus “células” de “doce siervos” y el espectacular merchandising.

 Por Sandra Russo

El sol todavía cae en picada sobre el enorme escenario montado en la 9 de Julio cuando Luis Palau, un rato antes de lo anunciado y con apenas una cuadra y media de audiencia acalorada, sale al escenario a hablarle al público infantil. Como todo el mundo sabe, el público infantil es más difícil de conquistar que el adulto. “¿Quién es el rey más superpoderoso de todo el mundo?”, pregunta Palau ante un auditorio que parece preferir seguir viendo payasos y bailarines y que no vitoreó su salida escénica. “¿Quién es el rey más todopoderoso de todo el mundo?”, repite. Si hay algo de lo que Luis Palau no se cansa, es de repetir las cosas. El público infantil y hasta los padres del público infantil titubean ante la pregunta. “Jesús”, dicen algunos. “Dios”, dicen otros. “¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Es Dios!” despliega su técnica el predicador. “¿A ver, los varones? ¡Dios! ¿A ver las nenas? ¡Dios!” No hay mucho entusiasmo. Es que al entusiasmo de Palau cuesta empardarlo. Parece conectado a un motor de energía permanente, autoseducido por sus dotes de orador multitudinario.

Palau tuvo el viernes y ayer en el corazón de Buenos Aires, que le fue incomprensiblemente concedido, a la otra cara de la sociedad que lo mima y le compra rifas en cenas en las que los políticos se rinden ante el poder de convocatoria del pastor. El, que abiertamente busca y recibe la complacencia de los poderosos, tuvo en el centro porteño a los clásicos fieles evangelistas. Pobres que buscan calma y consuelo. “Aquí, esta misma tarde, hoy, 14 de marzo, en Buenos Aires, puede presentarse Jesús en tu vida y cambiarla”, repitió varias veces. “¿Quién quiere que Jesús entre en su corazón?” Esa pregunta es más fácil, y se levantan unas cuantas manos y manitos.

Así, a modo de formulario para ser completado entre Palau y la gente, el pastor habló de Dios, de su hijo Jesús, de la cruz, del pecado. “¡Jesús vino a pagar nuestros pecados! ¿De cuánto pecado nos libró Jesús?” Otra vez el neutro lo traiciona. La pregunta es rebuscada. “¡De todo pecado!” se apura a completar él mismo, para que no decaiga.

Los pibitos de cuatro o cinco años que tienen vinchas de “Jesús te ama” piden helado y Coca. Las púberes andan con remeras de Vico C, el puertorriqueño que desde hace unos años acerca al público del reaggetón al culto. Tremendo desafío. Asexuar el reaggetón.

–¿Por qué le dicen “el filósofo” a Vico C? –le pregunto a Nancy, de dieciséis, que está con una amiga y tiene puesta una remera con la cara del cantante.

–No sé –me dice.

–Por las letras –contesta la amiga.

–¿Cómo son las letras?

–Habla de Jesús. No dice suciedades.

Sobre Carlos Pellegrini, un grupito de adolescentes hip hoperos se amucha para rapear casi en secreto. Uno lleva el ritmo y otro improvisa. Hay que agacharse junto a ellos para alcanzar a escuchar algo. Lo que se escucha no es estrictamente religioso. “Me voy a fumar un porrazo.” Se ríen. Vinieron con su iglesia, como todos. Hace poco que forman parte. Aunque ya está Palau hablando en el escenario, ellos siguen en la suya. Miriam, que lleva puesto un chaleco naranja que reza “Amigos del Festival”, comenta: “Son chicos. Todavía no son siervos”.

La célula

Miriam me acerca un folleto del festival. En él se lee, en tipografía bien grande, un incoherente “Entrada gratis”, tratándose de un acto callejero. El folleto guarda la gran promesa de Palau. “Tu vida puede cambiar hoy mismo.” El pastor sabe que en las cenas en las que vende rifas a precio de oro o cosecha relaciones con actuales o futuros líderes políticos están los pocos. Y que los muchos son estos otros, éstos a los que les gustaría “cambiar la vida, salir de este enredo, huir de todos, alejarse, viajar a otro país, empezar de nuevo”. El trae la solución, que obviamente no es ni huir ni viajar ni alejarse, sino “recibir a Jesús ¡ahora mismo!”

–Yo prosperé –dice Miriam.

Esa es la primera razón que enuncia para explicar su condición de líder en su iglesia evangélica de La Matanza. Como todos los que forman parte de la organización esta tarde, Miriam fue designada por su propio pastor para hacer su tarea. Cada pastor interesado en vincularse con el festival se contactó con la gente de Palau y así, a través del aporte de decenas de Iglesias, bajaron las directivas primero a los pastores, después a los líderes y por último a los miembros de las células.

–¿Las células?

–Cada líder tiene a cargo doce personas. Eso es su célula.

–¿Por qué doce?

–Como los apóstoles.

–Ah. ¿Y qué hace falta para ser líder?

–Que te elija tu pastor.

–¿Y a vos por qué te eligió?

–Porque soy siervo.

La historia de Miriam es aproximativa a muchas historias más surgidas del malestar y la pobreza. Se acercó a una Iglesia evangélica hace quince años, cuando estaba pensando en suicidarse. Un mal matrimonio y una constante melancolía no le daban ganas de vivir. Dice que encontró a Jesús y fue un consuelo, pero que recién hace cinco años que es “siervo”. Debe entenderse por “siervo” la entrega acrítica a Jesús, intermediada por su pastor.

Miriam convenció a su marido para que la acompañara, con la esperanza de que dejara de pegarle. Dios la escuchó, dice. Su marido hoy no está en el Obelisco. Hace mucho calor. El no es siervo. Pero ya no le pega.

–Y prosperé –dice ella.

Y esto es muy importante, explica, porque antes la plata no rendía. El pastor los ayuda a organizarse con los gastos mensuales. Los embarca en sueños compartidos, como comprarse una heladera nueva a fin de año. Me despido de Miriam comprendiendo perfectamente la diferencia entre estar pensando en suicidarse y estar planeando la compra de una heladera. Por eso Miriam es sierva. Su vida cambió.

Fidelidad, clase, pecado

Palau ahora está en el escenario gritando que recibió a Jesús a los doce años. Ahora tiene 71. Entre sus doce y sus 71, pasó una vida entera construyendo este enorme edificio religioso y virtual que lo propone como el pastor evangélico del spanglish. Discípulo de Billy Graham, ha esquivado los escándalos sexuales que derribaron a los más importantes pastores electrónicos norteamericanos y ha hecho, como ellos, de la fidelidad conyugal un estandarte básico.

Palau ve en el divorcio un pecado. Palau ve el pecado, en rigor, en cualquier parte que se aleje del núcleo fundamental que propone a sus seguidores: sexo matrimonial, y matrimonio a toda costa y cualquier precio (en uno de los micros de radio que vende a emisoras evangélicas de todo el mundo, el pastor le habla a la “mujer maltratada” y le pide que aguante).

En la página oficial de su Iglesia, cada integrante caracterizado de la organización es presentado con su foto y sus principales datos. Uno de ellos es con quién está casado y cuántos hijos tiene. Son fichas sin posibilidad de cambios. Otro de los rubros repetidos de los micros de radio es “¿Con quién me caso?” o “¿Cómo sé con quién casarme?” Un joven feligrés le pedía consejo, porque quería casarse con una chica a la que sus padres consideraban por debajo de su nivel. Palau le contestaba que analizara, antes de enojarse con sus padres, si estar con ella en público no le daría vergüenza.

Porque en el mundo de Palau se trata de ir siempre para arriba y nunca para abajo, y eso no sólo incluye lo espiritual, qué va, sino además lo material. El pastor tiene prédica capitalista. Parece que el Jesús que recibió no es exactamente el que echaba a los mercaderes de los templos, sino otro, que celebra la riqueza si sopla en su dirección, y que ataja con la promesa de la vida eterna a los que en ésta no les ha tocado casi nada.

En el mundo de Palau hay números, muchos números. Se presenta a sí mismo como alguien que “entra en la historia moderna como uno de los contados hombres que le hablaron a más personas en todo el mundo”. Es escuchado, dice, por unos 800 millones de personas en 112 países a través de sus micros de radio y televisión. Ha reunido, dice, a 22 millones de personas en sus festivales. Ha escrito decenas de libros electrónicos y decenas de libros “disponibles en tu kiosco más cercano”, finaliza el folleto. No sin enfatizar con signos de admiración: “Adquirilo hoy”.

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