EL MUNDO › PARA LA CANCILLER ALEMANA, LAS ELECCIONES DE HOY SERAN APENAS UN TRAMITE

Camino despejado para Mamá Merkel

La campaña fue aburrida porque Merkel, de la Unión Cristiano-Demócrata (CDU, centroderecha), está muy segura de ganar y Frank Walter Steinmeier, el candidato del Partido Socialdemócrata (SPD, centroizquierda), está muy seguro de perder.

 Por Matti Steinitz

Desde Berlín

Hoy se termina una de las campañas electorales más aburridas en la historia de la República Federal Alemania. Aburrida porque fue una campaña en la cual los candidatos principales aparentemente no estaban con ganas de pelear: la canciller Angela Merkel, de la Unión Cristiano-Demócrata (CDU, centroderecha), porque está muy segura de ganar y Frank Walter Steinmeier, el candidato del Partido Socialdemócrata (SPD, centroizquierda), porque está muy seguro de perder. Aunque la diferencia ha disminuido algo últimamente, las encuestas más recientes siguen dándole una clara ventaja a Merkel (35 por ciento) sobre Steinmeier (25). Tampoco contribuyó al espíritu combativo el hecho de que no se ha tratado de una confrontación oposición versus gobierno, sino gobierno versus gobierno: desde las últimas elecciones en el 2005, los dos partidos mayores y adversarios tradicionales de la política alemana, CDU y SPD, han gobernado el país conjuntamente en una llamada “gran coalición”.

Y con estos candidatos, ¿de dónde iba a salir la emoción? Tras cuatro años de gobierno, la canciller Merkel es temida por su capacidad de evitar cualquier posicionamiento en cuestiones controversiales. Ella prefiere esperar calladita que otros se ensucien la ropa. Así se mantiene por fuera (o por encima) de los conflictos partidarios y se puede presentar como “mamá de la Nación”, personaje que muchos alemanes parecen necesitar en tiempos de inseguridad y crisis.

La gran popularidad de que Merkel goza a nivel internacional también les sirve mucho a nivel nacional a los alemanes, que están acostumbrados a ser poco queridos en el mundo y les encanta que alguien mejore su imagen en el exterior.

Steinmeier, por su lado, ocupa los cargos de ministro de Asuntos Exteriores y de vicecanciller en el actual gobierno y parece mucho más un colega de trabajo fiel y simpático que un serio adversario de Merkel. El enfoque principal de los reportajes sobre él es su falta de personalidad y carisma, lo llaman “el candidato sin rostro”. Parece bastante obvio que Steinmeier fue seleccionado como candidato de su partido porque las expectativas de ganar eran pésimas de antemano.

Los socialdemócratas están pasando por una profunda crisis de identidad y popularidad que tiene su origen en el gobierno de Gerhard Schröder, del SPD, entre 1998 y 2005, durante el cual se implementaron reformas de índole neoliberal que alienaron gran parte de la base del partido.

En un reciente debate en la televisión, Merkel y Steinmeier se la pasaron elogiando los logros de la “gran coalición” e intercambiando opiniones poco distinguibles, dejando a los espectadores con la duda: ¿estaban luchando por ganar las elecciones o en realidad estaban propagando la continuidad de su coalición?

En las últimas semanas ha habido un creciente malestar en el interior de la CDU por el estilo conciliador de su jefa, ya que la meta del partido no era seguir la inestimada coalición con el rival de siempre, sino recaudar votos suficientes para finalmente instalar un gobierno de centroderecha con su aliado cuasinatural: los llamados liberales de la FDP (centro), que pueden contar con más que 12 por ciento según las últimas encuestas. CDU y FDP comparten la misma agenda neoliberal: bajar los impuestos, terminar con el estado de bienestar, evitar la introducción de un sueldo mínimo (hasta hoy no existe en Alemania), romper con el poder de los sindicatos, etc. La cuestión del día entonces no es si Merkel sigue siendo canciller, sino con quién va a gobernar los próximos cuatro años: SPD o FDP, continuidad o giro hacia la derecha.

Esto también va a depender de los resultados de dos partidos chicos al otro lado del espectro político: los Verdes y la llamada Izquierda. Dos partidos con historias muy diferentes que tienen una cosa en común: su fuerza actual (ambos pueden contar con aproximadamente 10 por ciento) está relacionada con la debilidad de los socialdemócratas. Los Verdes tienen sus orígenes en los movimientos estudiantiles, ecologistas y pacifistas de los años ’60 y ’70. Tras tres décadas de existir como fuerza política y siete años en el gobierno con el SPD (’98-’05) han abandonado muchas de sus banderas históricas, pero (o probablemente por eso mismo) siguen representando una parte importante de la clase media en los centros urbanos.

La Izquierda, por su lado, es el producto de una reciente unificación de sindicalistas, socialdemócratas decepcionados y varios grupitos de izquierda radical de Alemania occidental con los sucesores del viejo Partido Comunista de la Alemania oriental. En los departamentos del Este de la República, donde se encontraba la RDA, los ex comunistas han mantenido un peso importante, debido a que mantienen las viejas estructuras partidarias bien intactas pero también el descontento de muchos jóvenes y trabajadores con el proceso de reunificación y sus consecuencias como la desindustrialización y la altísima tasa de desocupación.

Las encuestas parecen indicar que puede haber una mayoría para gobernar sin Merkel, si se sumaran los votos de SPD, Verdes y Izquierda. Hay sólo un obstáculo: el SPD prometió que bajo ninguna circunstancia iba a formar gobierno con la Izquierda por miedo al fuerte anticomunismo de gran parte del electorado en el occidente. Otra opción sin Merkel sería una coalición de SPD y Verdes con la FDP. Pero la FDP prometió que bajo ninguna circunstancia iba a formar gobierno con SPD y Verdes debido a diferencias insuperables. La beneficiaria de esa actitud “contigo no juego” es la CDU. Habrá cuatro años más con la mamá.

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En una campaña sin misterios, debates ni emociones fuertes se impone la continuidad de Merkel.
 
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