SOCIEDAD › A UN AÑO DE LA DESAPARICION DE LA NENA EN TIERRA DEL FUEGO

El misterio de Sofía

Fue en el camping de John Goodall, a kilómetros de cualquier pueblo. Está detenido el cuidador, pero las pruebas son endebles. Y no hay indicios que permitan encontrar a la chiquita o alguna explicación.

 Por Raúl Kollmann

Mañana se cumple un año de la desaparición de Sofía Herrera, la niña de tres años y ocho meses que llegó con sus padres a un camping de John Goodall, a 60 kilómetros de la ciudad más cercana de Tierra del Fuego, y de la que nunca más se supo nada. Por el caso está detenido el cuidador del camping, Alberto Urrutia, un hombre solitario de 74 años, pero las evidencias en su contra no parecen muy sólidas. Hubo una reconstrucción de la visita de Sofía, de su familia y de otra familia amiga al camping y en esa diligencia se estableció que la niña fue vista por última vez cerca de la casa del cuidador. Recientemente se encontraron manchas de sangre en la vivienda de Urrutia: se mandaron a analizar a Córdoba y se dice que en los próximos días estarán los resultados. Como es obvio, se trata de saber si las manchas se corresponden con el ADN surgido de las muestras tomadas al padre y la madre de Sofía. Desde el viernes está trabajando en Tierra del Fuego un equipo del FBI.

La desaparición de la niña constituye uno de los casos más misteriosos del país. Hubo desapariciones nacionales e internacionales –la más conocida es la de Madeleine McCann, la niña inglesa que estaba en una habitación de un hotel de Portugal y nadie sabe qué sucedió– pero lo llamativo del caso de Sofía es que se produjo en un lugar totalmente aislado, lejos de cualquier ciudad. En general, siempre se sospecha de pedófilos o personas que se quieren apropiar de una criatura, lo que parece imposible en un lugar por el que transitan no más de diez personas por día.

En su declaración, el cuidador del camping dijo que ni siquiera vio a Sofía. El papá de la nena vino a pagar las entradas y las dos familias amigas se dispusieron a ubicarse en el inmenso camping, establecido en medio de un bosque. Como en el caso de Madeleine, hubo quien sembró alguna sospecha sobre los padres. Es más, se hizo trascender que la niña nunca estuvo en el camping y se pretendió recurrir al argumento utilizado con la niña inglesa: que existió un accidente doméstico, Sofía perdió la vida y luego se inventó la desaparición en el camping. Los hechos niegan totalmente esa hipótesis:

- En primer lugar, porque en John Goodall no estuvieron únicamente Sofía, su mamá María Elena Delgado y su papá Fabián, sino una familia amiga, testigos independientes que confirman lo ocurrido. Silvio fue el último adulto en ver la niña en el camping. Es cierto que ambas familias están ahora distanciadas, tal vez porque Silvio se fue con su hijo en aquel momento y dejó a Sofía sola.

- Hay otra prueba contundente de que la nena estuvo en el camping: los perros de la Policía Federal olfatearon su rastro.

- Por último, hay una fotografía tomada en una estación de servicio, en el camino hacia el camping, donde aparece Sofía.

El abogado del cuidador Urrutia, Diego Jure, niega cualquier relación de su defendido con la desaparición de Sofía: “Es un hombre solitario, pero eso no significa que tenga algo que ver”. El letrado habla del carácter del cuidador porque uno de los elementos en que se basó el juez es una pericia psicológica en la que se manifiesta que Urrutia tiene desajustes de la personalidad y es manipulador, lo que lleva a pensar que tiene rasgos psicopáticos.

En verdad, el argumento central del juez federal Eduardo López para imputar a Urrutia por el delito de sustracción de persona es que el cuidador era la única persona presente en el camping. Ningún integrante de las dos familias vio a una tercera persona y tampoco Urrutia declara haber visto a alguien. Por lo tanto, según el razonamiento del juez, Sofía se perdió, volvió hasta la casa del cuidador y éste la sustrajo. El defensor Jure, por ejemplo, sostiene que eso de ninguna manera está probado y que los perros muestran que la niña ni siquiera se acercó a la casilla de Urrutia. Por otra parte, el nene de la familia de Silvio Ramírez, Edgar, afirma haber visto que alguien subió a Sofía a un auto. El testimonio del menor fue bastante desacreditado por los peritos psiquiatras.

Este lunes, el defensor Jure se presentará para alegar ante la Cámara de Apelaciones de Río Gallegos, tribunal que debe resolver si Urrutia sigue preso y acusado por sustracción de la niña o si recupera la libertad. Se dice que esta misma semana la Cámara emitirá su fallo.

El viernes pasado llegó a Tierra del Fuego una delegación del FBI. Los investigadores norteamericanos se suman así a los de la Policía Federal y a los cordobeses que también trabajaron en la causa. El FBI ha mostrado una notoria inefectividad en el caso del asesinato de Nora Dalmasso, en Río Cuarto. Todos los análisis y aportes demoraron de forma inexplicable y recién a tres años del crimen de Norita están trazando un perfil del asesino. Mirando la escena internacional, sigue sin esclarecerse el caso Maddie y en los últimos dos años aparecieron hechos asombrosos, pocas veces vistos: sujetos que secuestraron a niños o adolescentes, en algunos casos sus propios hijos, y los tuvieron ocultos en sótanos o viviendas durante más de una década, abusando de ellos y teniendo hijos en la clandestinidad. Lo extraño del caso Sofía es que un hecho de esa naturaleza haya podido ocurrir en un lugar alejado de todo como John Goodall. Los criminalistas consultados por este diario no encuentran explicación alguna. Están los que dicen que tal vez se cayó en un espejo de agua, pero no hay ninguno cerca. Que a la nena se la llevó un animal salvaje, pero no hay ningún rastro de sangre. Las pruebas contra Urrutia son endebles y nadie, salvo el otro niño, Edgar, vio en el lugar a una persona que no fuera de las dos familias que salieron a pasear ese día.

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