EL MUNDO › OPINION

Plan Canje

La nueva llamada a los holdouts, los argumentos de una revisión. Las expectativas oficiales y la avidez de “los mercados”, sintonías. Riesgos y retrocesos simbólicos. La ley de bancos, en suspenso. La impunidad impositiva de financistas y accionistas, reseña. El ingreso universal, encrucijadas. Instituciones y progresividad, una meta.

 Por Mario Wainfeld

Las primeras planas de los principales diarios nacionales y de negocios del viernes trasladaron al lector a Argentina año verde. Una iniciativa del gobierno nacional, el nuevo canje de deuda para los holdouts, cosechó adhesiones por doquier. No ocurre a menudo, no pasó nunca desde hace un año y medio. El kirchnerismo debería desde el vamos poner las barbas en remojo si tantos críticos automáticos festejan su movida. Ocurre que el canje es una revisión de la política fijada desde 2004, un giro hacia la ortodoxia. La necesidad tiene cara de hereje, las administraciones central y provincial afrontan asfixia financiera, las tasas de interés constelan por la estratosfera, el crédito no brota de bancos bien provistos de fondos. El panorama para 2010 es aceptable con las facultades delegadas, el presupuesto en trance de aprobación y un buen pronóstico para el yuyito y las consiguientes retenciones. Pero para el 2011 hay menos garantías y la hipótesis de trabajo del oficialismo dista mucho de restringir el gasto público, como mocionan su banquero central Martín Redrado y una pléyade de opositores. Así las cosas, en la Casa Rosada y en Olivos aceptan apurar un mal trago, el revisionismo hacia el “sentido común económico”. Los visajes del ministro Amado Boudou sugieren que esa mochila no le pesa... la sangre tira y Amado Boudou salió del semillero del CEMA.

El costo simbólico, de cara a los aliados y a los votantes de centroizquierda, crece en proporción directa a la drástica retórica kirchnerista, que incluía el “nunca más” a los acreedores remisos y al Fondo Monetario Internacional (FMI). La pareja presidencial supuso que las coordenadas de la economía mundial y la doméstica no sufrirían jamás el tsunami de la crisis detonada en 2008. Pero la coyuntura no fue eterna y los instrumentos santificados no se bastan para los fines deseados, de ahí que haya una nueva oportunidad para los acreedores chúcaros. Les viene de perillas en la coyuntura, el mercado de capitales resucitó. Los “mercados” están ávidos de hacer lo suyo, lo que incluye inversiones especulativas, apuestas a lo desconocido, inflar burbujas a lo pavote. Algunas darán leche antes de estallar, de eso se trata. Otras explotarán en su momento, otros pagarán la factura y el capitalismo seguirá su saga interminable.

Los gurúes detestados por el kirchnerismo, con buenas razones, ahora le dan la derecha. Los integrantes del grupo Fénix polemizan a su interior, por ahora sin emitir documentos públicos. Justo es señalar que especialistas ajenos al Gobierno pero no sectarios ni cerriles, como Mario Blejer y Miguel Bein, piensan que la acción es necesaria y funcional al crecimiento futuro. Bein presupone que el ingreso al financiamiento externo puede redituar un crecimiento adicional de 2,4 puntos del PBI para 2011, lo que llevaría a más de seis puntos porcentuales y medio, marca menor (añade este cronista) que la de los años dorados, pero muy superior a la imaginable un semestre atrás. Blejer le explicó a la Presidenta que el recorrido holdouts –revisión acordada con el FMI– negociación con el Club de París allanaría el camino al crédito y redundaría en inversiones importantes en el sector real de la economía. Cristina Fernández de Kirchner le preguntó si estaba seguro. El ex banquero central le respondió que estaba bastante convencido, pero que estaba segurísimo de que no entraría plata si se omitían esos pasos.

La hipótesis es que recuperar “la confianza” hará subir los bonos públicos ya existentes, facilitará la colocación de otros nuevos y suscitará una merma considerable de los intereses para el Estado, provincias y empresarios argentinos. Con eso, se aspira a otro año de crecimiento, generación de empleo y consumo a tambor batiente.

El canje es pequeño comparado con el anterior y, aseguran intérpretes versados, tiene garantizado desde el vamos un amplio margen de aceptación. Son condiciones legales que la oferta sea inferior a la que aceptaron otros acreedores años atrás y pasar las horcas caudinas de la SEC. También se debe revocar o suspender por un lapso la “ley cerrojo”. El oficialismo, que articula una coalición parlamentaria distinta para cada norma relevante, contará de su lado a los gobernadores y los partidos del centroderecha. En términos discursivos parece lógico, pero la conflictividad cotidiana permite deducir que no será sencillo con los opositores, máxime si la autorización se pide antes de elevar la propuesta, esto es si la ley incluye alguna aprobación en blanco.

Si el canje se plasma, si fluyen capitales, el kirchnerismo confía en remontar la cuesta arriba de la aprobación ciudadana y el desagio simbólico a su modo: con la caja bien provista y bombeando gasto.

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Un pato cajoneado: la amagada Ley de Entidades Financieras puede llegar a ser uno de los patos de esta boda, así al menos lo viene pregonando Boudou. Sería una concesión mayúscula, acaso innecesaria, siempre negativa. Ser una “ley de la dictadura” es un dato significativo pero no el mayor de sus defectos. Lo peor es que esa normativa y otras que enhebran el sistema financiero y bursátil, incluyendo la Carta Orgánica del Banco Central, tienen poco que ver con el imaginario que pregona el oficialismo y también con el clima de época. El estudio de regulaciones para refrenar los dislates de los financistas es agenda principal en todo el mundo desde 2008, acá prima un régimen de libertinaje. Sus consecuencias están a la vista, en números redondos desde los ’80 cada diez años los bancos se quedan con la plata de sus depositantes, los platos rotos los paga el conjunto social. Ningún caso Madoff se sanciona en la Argentina no por falta de émulos del banquero-predador sino por la impunidad legal que los nimba. Los desempeños del fuero Penal financiero son patéticos, se cuentan con los dedos de una mano los delincuentes de guante blanco con condenas, mientras “la gente” clama por hacinar en las cárceles a morochos sin condena.

Se atisba que la reforma seguirá durmiendo, desechando reclamos y proyectos de todo el arco político, incluido el Frente para la Victoria (FpV). Carlos Heller, diputado electo y la presidenta del Banco Nación, Mercedes Marcó del Pont, entre muchos otros, abogan por un cambio aportando propuestas y estudios. En Economía y el Banco Central se piensa distinto y tal parece que ese criterio va prevaleciendo. Granjearse la simpatía de “los mercados”, pregonan, es contradictorio con modificar el statu quo.

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Los únicos privilegiados: reestablecer impuestos a la renta financiera y a las actividades bursátiles es otra urgencia relegada. La inequidad de la dispensa fiscal es flagrante, un privilegio para un sector sin méritos. Boudou, platicando con otros integrantes del Gobierno, asevera que el rinde económico de la medida sería exiguo, que no contrapesaría el malhumor de “los mercados” que, según es fama, son casquivanos como María Callas.

Las ganancias de capital gozan de menos piedad en los países vecinos, incluidos aquellos que suelen ser destacados como modelo. En Estados Unidos también tienen que pagar. En la Argentina están exentos desde hace casi veinte años. La historia reciente del impuesto es instructiva, los economistas Jorge Gaggero y Federico Grasso la reseñan con precisión en un sugestivo documento llamado “La cuestión tributaria en Argentina. La historia, los desafíos del presente y una propuesta de reforma”. Explican que el impuesto a las Ganancias de capital de las personas físicas se estableció en 1946, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón. Se gravaban como “ganancias de capital” la venta no habitual de inmuebles, acciones, títulos varios y otros beneficios similares. “En 1974 se incorporó esta carga al impuesto a las Ganancias, con lo que se elevó significativamente la presión tributaria sobre los beneficios eventuales”. Durante la dictadura procesista se retractó esta modificación y se eliminaron de la base del impuesto varias obligaciones gravadas, se lo “desvistió”. En enero de 1990, Carlos Menem hundió el cuchillo hasta el hueso: suprimió el gravamen. El primer peronismo yendo por más, la dictadura y el menemismo jugando para la intangibilidad de los poderes fácticos, la continuidad ulterior... poca originalidad en esa trayectoria.

Exención injusta si las hay, su impacto en las arcas estatales es discutible, pero cuesta creer que sea irrisorio, como dice el ministro sin aportar data sustantiva en apoyo de su tesis. La mirada economicista ocluye que un sistema impositivo debe tener también congruencia republicana y sentido ejemplar. Que timberos y especuladores VIP gocen de tamañas franquicias afrenta a la igualdad enaltecida por la Constitución Nacional.

La restauración, parcial más vale, de la equidad fiscal añadiría otra virtud, que es contribuir a fondear el ingreso a la niñez.

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Universalidad y recursos: el proyecto del FpV para establecer, al fin, la asignación universal a la niñez, avanza en su elaboración pero todavía no está redactado ni cuenta con la venia definitiva de la Presidenta. Dos cuestiones esenciales siguen sin definición: el universo de beneficiarios y el financiamiento.

Hay varias propuestas precedentes en danza y se está desarrollando un debate democrático que debe aportar nuevos ángulos y elementos. Con el instrumental actual, el cronista piensa que es válido y no afecta la universalidad mantener el actuar sistema de asignaciones familiares contributivas (sostenidas por aportes de los empleadores) y agregar otro sistema, con otro financiamiento, que garantice a todos los menores de 18 años una mensualidad idéntica a la que corresponde a los hijos de trabajadores formales (180 pesos mensuales, desde hace unos días). La alternativa de varias fuerzas de oposición es suprimir las asignaciones existentes y pagar el ingreso a todos los chicos, deduciendo luego las que recibieran hijos de personas con ingresos decorosos.

La universalidad persiste, cree el cronista a cuenta de un debate más amplio, si cualquier jefe de familia con sólo inscribirse y alegar que no cobra del sistema contributivo obtiene el beneficio para sus hijos. La universalidad no es, forzosamente, la extensión lineal a todos los ciudadanos. El sufragio, por ejemplo, sólo se aplica a los mayores de 18 años que están enrolados. Y en otros países (no es el caso argentino, con el voto obligatorio) el ciudadano debe empadronarse en cada elección para ejercitar su derecho universal, la exigencia no lo priva de él.

Las ventajas de esta alternativa serían mantener un sistema vigente, que funciona decorosamente bien y que tiene fondeo propio. Por cierto, la concesión del ingreso debería ser inmediata con la mera acreditación del vínculo familiar y de la no percepción de la asignación familiar existente. En cualquiera de los dos sistema quedaría una zona gris de perceptores no necesitados y no perceptibles por vía del impuesto a las Ganancias: autónomos, monotributistas con capacidad de negrear ingresos. Es un costo potencial, difícil de evitar en su totalidad, el desafío sería mejorar los controles para atenuar el impacto y tomar con calma ciertos abusos. Si todos los chicos reciben su ingreso, sería un daño menor.

La persistencia de otros planes de ingresos es otra cuestión delicada. El Plan Jefas y Jefes de Hogar, puramente de ingresos y por un monto más bajo que el nuevo ingreso ciudadano, puede eliminarse y subsumirse en el nuevo esquema. Pero los jefes de hogar con un solo hijo que reciben el Plan Familias cobrarían menos que ahora, no así los que tengan más descendencia. En ese caso y en el de algunas pensiones contributivas (o no), habría que contemplar sus derechos adquiridos. Aunque esté pasado de moda, valdría la pena preocuparse por la seguridad jurídica (a menudo juzgada una prerrogativa VIP) de los más humildes.

El financiamiento es un intríngulis, asombra la vastedad de las hipótesis que circulan. En cualquier situación será un importante esfuerzo fiscal que debe pesar sobre los más ricos. La progresividad de los tributos que sustenten el ingreso es condición material y ética de su sustentabilidad.

El colega Alfredo Zaiat previene que sería un error considerar que esta innovación sería la panacea para la pobreza. Así es, ese prodigio no existe. Sólo en una sociedad igualitaria, dinámica en la creación de puestos de trabajo, con servicios públicos expandidos y de calidad podrá arrimarse a ese anhelo. En general es un error suponer que un instrumento, por virtuoso que sea, puede colmar infinitos objetivos. El ingreso universal contribuiría a varios, de alto rango. Establecer un nuevo derecho ciudadano (algo que no ocurre desde hace más de medio siglo), ajeno a los avatares del mercado, en cabeza de los menores. Fortalecer la economía doméstica de millones de hogares en dificultades. Y promover el desarrollo local. Un paso importante, nada menos. Y nada más.

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Puede que el oficialismo tenga razón en recorrer el camino de Damasco que comienza con la llamada a los holdouts. Las circunstancias, acaso, obligan a retocar “el modelo”, en una versión K del paso atrás para dar otros adelante. El tiempo dirá si las ventajas ulteriores exceden las contrapartidas visibles. Entre ellas, la concesión en la cultura política que podría allanar el camino a eventuales gobiernos de otro signo para acentuar el “regreso al mundo” que el kirchnerismo resistió en sus peores momentos y que ahora retoma, con cautela.

Mientras el punto se dilucida y se controvierte, valga añadir que obtener recursos será poca cosa si éstos no llegan pari passu con una reforma progresiva de las políticas sociales y fiscales. Mayor institucionalidad progresiva, mejor legado para el futuro, arraigo legal para precaver retrocesos ulteriores. En medio de la turbulencia y los insultos, ésa es una polémica digna de abordarse y de transformarse en acción.

Todo esto dicho, el cronista da por hecho que los lectores de Página/12 pispearán hoy por arriba del río, ávidos por conocer el resultado de las elecciones en Uruguay. El frenteamplismo busca su reválida y sería ideal para el paisito y para la región que lo lograra. La derecha regional acecha y, en la opción que enfrenta hoy el sereno pueblo oriental, Pepe Mujica es lo mejor que les puede pasar. Y que nos puede pasar a sus vecinos, que hacemos fuerza por él y por la formidable construcción política que lo ungió candidato.

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