EL MUNDO › A 10 MESES DE LAS PRESIDENCIALES, LOS CANDIDATOS PARTICIPAN DE LA GRAN FIESTA DE BRASIL

Los votos también se suman en Carnaval

Las caretas de Lula son las más vendidas, pero este año las de su delfín Dilma Rousseff también tuvieron éxito. El IV Congreso del PT proclamará como candidata a la ministra más destacada.

 Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

“Sambar” es un verbo portugués de traducción ambigua al español que significa danzar el “samba”, pero en una acepción más amplia puede entenderse como “vivir o celebrar el Carnaval”. Desde el viernes pasado y hasta el próximo miércoles de Cenizas todos “samban” en Brasil, inclusive los políticos ávidos de votos. Faltando menos de 10 meses para los comicios presidenciales del 3 de octubre, el Carnaval constituye una irrecusable vidriera electoral: el precandidato favorito, José Serra, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) y Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), segunda en las encuestas, pasaron el fin de semana saludando a las multitudinarias comparsas callejeras del nordeste y luego viajaban a Río de Janeiro, donde asistían a los desfiles en el sambódromo Marqués de Sapucaí.

Las crónicas cuentan que, como era previsible para alguien que goza del 82 por ciento de popularidad, la careta de Luiz Inácio Lula da Silva fue la más vendida en el Carnaval de Río, sólo superada por la de Michael Jackson. Sorprendió, en cambio, que la tercera máscara más comprada haya sido la de Dilma Rousseff, la ministra de Lula cuya postulación será proclamada esta semana durante el IV Congreso del PT.

Será una dura prueba para el mayor partido de izquierda latinoamericano diseñar la estrategia de campaña de Rousseff, quien además de nunca haber sido candidata es poco conocida en el electorado. El PT buscará enmendar esa falta de currículum electoral de Rousseff con un argumento robusto: ella es la ministra más destacada del gabinete de Lula y quien ejecutó el exitoso Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), que construyó obras de infraestructura y decenas de miles de viviendas populares.

El nuevo titular del PT y miembro del comité electoral de Rousseff, José Eduardo Dutra, anticipó que el discurso de campaña tendrá entre sus líneas maestras la gestión de Rousseff y la reivindicación del rol del Estado.

“El fortalecimiento del Estado al que nosotros nos referimos consiste en fortalecer los instrumentos estatales que ya existen, como Petrobras. Desde el inicio del gobierno de Lula dijimos que Petrobras debía volver a tener un papel inductor en la economía nacional.”

Los petistas, siguiendo el guión elaborado por Lula, propondrán un choque de ideas entre estatización y privatización, con el centroderecha corporizado por José Serra, a quien no le resultará sencillo librarse del lastre de su correligionario Fernando Henrique Cardoso, titular de honra del PSDB.

Y es que a Cardoso, ex presidente entre 1995 y 2002 –cuando dejó el gobierno tenía cerca del 48 por ciento de rechazo– se lo identifica como el responsable de las privatizaciones, el ingreso de las transnacionales al mercado petrolero antes controlado monopólicamente por Petrobras y el aumento del desempleo.

La semana pasada Cardoso eligió como tribuna nada menos que al Miami Herald para embestir contra Rousseff, a la que definió como una izquierdista “dogmática” proclive a entenderse con Hugo Chávez y refractaria a la libre empresa. Antes de esa entrevista, Cardoso había pegado donde más le duele al PT, al decir que Rousseff carece de liderazgo y no pasa de una “marioneta” de Lula.

Es cierto que la novata Rousseff necesita subir más en las encuestas y para ello necesita contagiarse de la alta aprobación de Lula, junto a quien está recorriendo todo el país en un maratón de actos públicos.

Pero también es constatable, más allá de la anecdótica demanda de sus caretas carnavalescas, que la popularidad de Rousseff ha crecido verticalmente en pocos meses y ya roza el 28 por ciento, a unos 5 puntos de José Serra, gobernador del poderoso estado de San Pablo.

Petistas consulados por Página/12 desbordaban de optimismo ante los últimos sondeos de opinión y ahora sí –hace unos meses eran más vacilantes– consideran a Rousseff como una candidata con serias chances de llegar al Palacio del Planalto.

En vísperas del IV Congreso el clima dentro del partido gobernante dista mucho de aquel que campeó en la campaña presidencial de 2006, cuando las denuncias de corrupción salpicaron a su dirigencia, crispando las divisiones internas.

La nueva conducción del PT, surgida de elecciones internas que fueron intensas pero no dejaron fisuras graves, encuentra un partido unido, encaminado hacia una alianza con el centroderechista Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el más poderoso del país.

Las negociaciones entre el PT y el PMDB aún no concluyeron y Lula ya avisó que quiere al ex banquero “pemedebista” Henrique Meirelles como compañero de fórmula de Rousseff.

Político fogueado, con cinco elecciones presidenciales a cuestas, Lula entiende que Meirelles, ex titular del Banco de Boston y actual jefe del Banco Central, sería un buen candidato a vice, para amortiguar el temor del mercado financiero en la “izquierdista” Rousseff, quien participó en la lucha armada durante la dictadura.

Si bien los conciliábulos entre PT y el mañoso PMDB no serán sencillos, la situación en la coalición oficialista se presenta menos traumática que en la alianza opositora conformada por el PSDB de Serra y los conservadores del partido Demócratas.

Ocurre que Demócratas quedó hundido en el descrédito la semana pasada tras la detención del gobernador de Brasilia, José Roberto Arruda, involucrado en un escándalo de corrupción carnavalesco: fue filmado haciendo pactos mafiosos con sus ministros, algunos de los cuales ocultaban dinero bajo su ropa interior. José Roberto Arruda era el único gobernador de Demócratas, partido al que renunció recientemente, y hasta hace algunos meses se lo consideraba probable candidato a vicepresidente en la fórmula liderada por Serra. Mordaces, comparsas carnavalescas recorrieron las calles de Brasilia “sambando” y cantando “Arruda, Arruda, nadie te podrá sacar de (la cárcel de) Papuda”.

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La popularidad de Dilma Rousseff creció en pocos meses.
 
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